Las obras que se realizan en el ex Cine Libertad se suman a las de la BINAES y del Jardín Centroamérica, que en menos de tres años supusieron la demolición de manzanas completas que albergaban inmuebles protegidos por ley. Los expertos aseguran que este tipo de intervenciones no tienen solo implicaciones patrimoniales, sino sociales y económicas.
Un moderno complejo cinematográfico de cuatro niveles será construido en el lugar donde se erigió el ex Cine Libertad, en el Centro Histórico de San Salvador. El proyecto, sin embargo, no se limita al predio del antiguo edificio, sino que abarca toda la manzana, lo que conllevará también la destrucción del resto de inmuebles adyacentes.
Dichas obras tendrán un costo de $13.5 millones , provenientes de un préstamo hecho con la Corporación Andina de Fomento (CAF) por un valor total de $68 millones, el cual fue aprobado por la Asamblea Legislativa el 19 de marzo de este año. El monto incluye la compra de los terrenos de toda la cuadra donde se ubicaba el antiguo cine.
Según lo acordado en la Asamblea Legislativa, el proyecto forma parte del Programa de integración social y desarrollo local, que busca promover las artes y actividades culturales en el Centro Histórico de San Salvador. Con ello se contempla la construcción de un inmueble de cuatro niveles para la proyección de películas, así como un edificio más, de dos niveles, para la formación cinematográfica.
De acuerdo con la resolución interna MP 001/2016 de la extinta Secretaría de Cultura (Secultura), que desarrolló de protección para el Centro Histórico, la manzana en cuestión es la H2, ubicada entre la 8ª y 6ª avenida sur, y la 4ª calle oriente.
En ella, además del edificio del cine, que según el citado documento pertenece al Ministerio de Relaciones Exteriores, se ubican otros siete inmuebles, entre ellos: locales comerciales, un parqueo, un comedor, el mercadito Santa Fe y el Centro Escolar República de Argentina. , donde familiares de estudiantes denunciaron recientemente que se dará paso a su destrucción para edificar un parqueo integrado al futuro proyecto.
Si bien ninguna de esas estructuras posee un valor cultural, el edificio que albergó al cine sí tiene un grado de protección, designado en la resolución de Secultura como “Nivel de Intervención y Protección Parcial 2”, “aplicable a aquellas edificaciones de valor cultural representativas”. de un momento arquitectónico de la historia del país o que han sufrido sucesivas transformaciones, pero que conservan sin alterar parte de sus elementos estilísticos, volumétricos y espaciales originales”.
En esa categoría, el documento detalla que el tipo de obras permitidas se limita a “intervenciones muy controladas en función de promover su conservación y sostenibilidad”, y llama a “conservar y restaurar todos los elementos originales existentes, tanto estructurales, constructivos como decorativos” .
A pesar de eso, y como ya sucedió antes con otras edificaciones protegidas del Centro Histórico, en el lugar es posible apreciar ya la destrucción total del inmueble.
De hecho, esta es la tercera vez que una manzana completa del Centro Histórico, en la que había inmuebles protegidos, es alterada de manera irreversible para dar paso a nuevas edificaciones que se anuncian como parte del mencionado proyecto de revitalización.
La primera fue la manzana A7, donde se encontraba la antigua Biblioteca Nacional Francisco Gavidia, y en la que se erige hoy la nueva BINAES , mientras que la segunda ocurrió en la A6, donde ahora se ubica el denominado Jardín Centroamérica .
El investigador cultural e historiador, Dylan Magaña, considera que las obras de “revitalización” del Centro Histórico en su primera fase fueron un acierto ya que, al menos en teoría, buscaban integrar y ordenar el comercio informal, realizar eventos en plazas y ofrecer una propuesta turística. Sin embargo, señala que a partir de la segunda etapa no se contempla ni revitalización ni reconstrucción ni mucho menos una restauración o rescate de los edificios.
“Por ahora todo edificio aparentemente abandonado, tenga valor patrimonial o no, puede ser intervenido, según la dinámica que hemos visto. Las demoliciones e intervenciones insensatas de inmuebles con valor histórico, incluyendo el Palacio Nacional con sus capiteles dorados, o demoler manzanas completas han sido válidas . La excusa ha sido que los espacios han sido abandonados y dejados en el olvido, por lo que se ve la oportunidad de comprar inmuebles, ahorrarse una adecuada y restauración profesional, demolerlos y construir edificios con la tipología que se está imponiendo”, plantea.
Por su parte, el arquitecto y urbanista Carlos Ferrufino, docente del Departamento de Organización del Espacio, de la UCA, asegura que si bien en este caso el excine presentaba un deterioro desde hace años, lo que podría dar cierto respaldo a su intervención, la dinámica reciente de arrasar con zonas completas impide la adecuada conservación de bienes con valor cultural e histórico en la región del centro.
“Pienso que no se sigue una lógica de poner en valor o conservar los vestigios, los restos que podrían tener un interés histórico, arquitectónico, cultural, sino más bien una lógica de trabajar en un predio vacío y hacer algo completamente nuevo. Para valorar lo nuevo que se va a hacer, pues ojalá pudiéramos tener más información anticipadamente”, dice.
En esa misma línea, Magaña expresa su creciente preocupación de que esa lógica de demoliciones se amplíe a los barrios con usos de suelo habitacional, donde aún permanece el patrimonio más antiguo de San Salvador: las casas de lámina troquelada “lo poco de Centro Histórico que nos va quedando”, dice.
“No existió la reubicación ni la construcción de un mercado que diera alojo a los miles de comerciantes informales, en cada fase de revitalización solo vimos desplazados. Muchas de estas personas desplazadas hasta tres veces, cada vez alejándose del microcentro hacia la periferia”, Dylan Magaña, investigador e historiador.
Sin embargo, los expertos apuntan que el problema de esos cambios radicales, que suponen la destrucción de manzanas enteras para edificar en su lugar obras totalmente nuevas, es que estas no solo tienen un impacto a nivel patrimonial y visual, sino también en términos sociales. y económicos.
Ferrufino, para el caso, insiste en que no puede desconocerse que proyectos de esa naturaleza excluyen o expulsan a una población para atraer a otra.
El experto enfatiza que, en el caso del Centro Histórico las obras que se realizan deben verse desde dos perspectivas: la manera en la que se integran en el contexto histórico y patrimonial y la otra, de qué manera contribuyen a nuevas actividades de beneficio público o de uso social.
Luis Monge, presidente de la Asociación Salvadoreña de Sociólogos, Sociólogas y Profesionales de las Ciencias Sociales (ASS), plantea que este tipo de proyectos generan un problema de desplazamiento o movilidad urbana, en la que no hay una resolución de las necesidades diarias y en la que parte de la población pierde sus empleos, no puede salir a vender e incluso debe cambiar a sus hijos de escuela.
“Al final de cuentas el problema no es demoler una escuela o no. El problema es si la nueva edificación servirá a los sectores poblacionales menos favorecidos”, dice.
Monge considera que con el surgimiento de dichas construcciones se está ayudando al desplazamiento de las poblaciones tradicionalmente asentadas en el Centro Histórico hacia otros lugares del Gran San Salvador, mientras la zona se remoza en función del turismo internacional.
Agrega que lo ideal sería que cualquier transformación contara con “la participación de la gente y no en contra de la gente”, por lo que invita a pensar en los afectados y hacer juntos lo mejor, algo que, a su juicio, por lo visto. en los últimos meses, está lejos de ocurrir.
“Hoy, en el contexto del régimen de excepción, el Centro Histórico es, digámoslo de manera peyorativa, limpiado de la gente. La pregunta que hay que hacerse es: ¿dónde están estas personas?, ¿qué están haciendo para sobrevivir?”, plantea.
Ese desplazamiento, señala, tiene además importantes consecuencias a nivel económico para los afectados, pues encarece los costos de vida de las personas al tiempo que precariza elementos fundamentales como la educación, precisamente por los altos costos en los que incurren. Asimismo, la sobrevivencia diaria es más complicada, debido a la falta de oportunidades laborales en la zona.
“Es lamentable que los niños ya no vayan a tener su escuela, pero ese no es el problema, el problema es mucho más grave… la nueva edificación a qué intereses responden, ¿a los intereses del turismo extranjero oa los intereses de la generación, consolidación? , preservación de la cultura local?”, Luis Monge, sociólogo.
De ahí que le resulta difícil considerar que dicha renovación esté diseñada en función de la población en general, dado que la zona ya se volvió cara y lo hará aún más, de cara a todas las futuras inversiones de carácter turístico que se prevén.
“Lo que están invirtiendo lo hacen más en función de otras necesidades, como por ejemplo el turismo, que sí es cierto, emplea a trabajadores, pero a pocos trabajadores. Entonces, el problema seguirá siendo básico: migración o desplazamiento forzado a otros países”, lamenta.
Ese escenario lleva a Ferrufino a preguntarse sobre quiénes son los verdaderos beneficiarios de esa transformación radical impulsada desde el Estado.
“Aquí estamos viendo al Estado, no estoy muy claro qué rama es la que está haciendo esto, pero bueno, es después de todo dinero público el que está haciendo estos cambios profundos, y por eso creo que vale la pena discutirlos y examinarlos. Entonces, esos $13,5 millones (del préstamo), en términos económicos, ¿a quién benefician?”, concluye Ferrufino.
“No es una discusión sobre si vale la pena o no revitalizar o intervenir el centro de la ciudad, eso está fuera del debate, no es ese el debate realmente, sino que en este caso lo que estamos discutiendo es cómo hacer las intervenciones”, Carlos Ferrufino, arquitecto
Por lo mismo, los expertos exigen al Estado una mayor responsabilidad en ese tipo de proyectos: que se respete la parte jurídica y que estos se ejecuten de manera transparente.
Este periódico buscó al Ministerio de Obras Públicas (MOP) y al Ministerio de Cultura a través de sus encargados de comunicaciones por WhatsApp y correo electrónico, respectivamente, para consultar por los permisos de dichas obras y discutir el impacto de las mismas, pero hasta el cierre de esta nota no hubo respuesta de ninguna de las dos instituciones.
Dado a su gran aforo de 2.400 butacas, el antiguo Cine Libertad no solo se limitó a la proyección de películas, sino que desde su inauguración, en 1967, el inmueble albergó también festivales musicales, presentaciones de artistas y graduaciones.
Según el historiador e investigador cultural, Dylan Magaña, en comparación con el resto de cines del centro de San Salvador, la Libertad tuvo una vida muy corta, al permanecer activo en cartelera hasta apenas 1990.
Sus paredes estuvieron decoradas con tres murales de José Mejía Vides, que fueron trasladados posteriormente, y que se exhiben en el MUNA desde 2012.
Su icónico letrero, creado en los Studios Zeliox por Miguel Ángel Najarro , cargó con la historicidad de todo el espacio, llegando probablemente a convertirse en un elemento incluso más representativo que el mismo ángel con coronas de laurel que remata el Monumento a Los Próceres, en la plaza Libertad.
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