La llegada del telégrafo a El Salvador marcó un avance importante en la historia de las telecomunicaciones en el país, dejando atrás métodos anteriores que tardaban hasta tres días para la entrega de un mensaje. Aunque ahora la telegrafía es una técnica obsoleta, esta profesión aún permanece en los recuerdos de algunos salvadoreños que trabajaron o hicieron uso de este sistema.
Las telecomunicaciones en El Salvador tienen una historia que se remonta al siglo XIX, específicamente con la llegada del telégrafo.
Pero… ¿cómo ocurrió esto?
De acuerdo con el libro Historia de las Telecomunicaciones en El Salvador, de Jorge Vázquez Jerez, el 23 de diciembre de 1869, el gobierno salvadoreño suscribió un contrato con el ingeniero norteamericano Charles H. Billins para instalar la primera línea telegráfica del país. Dicho proyecto se inauguró un año después, el 27 de abril de 1870.
La primera línea telegráfica del país logró conectar la capital, San Salvador, con el Puerto de La Libertad. Esta línea de conexión tenía una estación en Santa Tecla. Posteriormente, el 19 de noviembre del mismo año se inauguraron enlaces telegráficos con San Juan Opico; mientras que el 15 de diciembre se hizo con Coatepeque, y, finalmente, el 16 de ese mismo mes y año con Santa Ana.
Un año después, el 8 de mayo de 1871, se habilitó el servicio en Ahuachapán y en 1872 se extendió hasta Cojutepeque, San Vicente y Zacatecoluca.
Este avance permitió por primera vez una comunicación más rápida y efectiva dentro del país, mejorando significativamente la rapidez de la transmisión de mensajes en comparación con los métodos tradicionales en esos años, como los correos a caballo, según la Academia Salvadoreña de la Historia.
“A inicios del siglo XIX un sistema de correos a caballo hacía la comunicación más fluida. La llegada de la correspondencia de San Salvador a San Miguel tardaba tres días”, relata la institución.
El día de su inauguración, el primer telegrama enviado fue un mensaje del entonces comandante del puerto de la Libertad (y también autor del himno nacional de El Salvador) Juan José Cañas, dirigido al presidente de la República Francisco Dueñas.
La infraestructura del telégrafo era operada por el gobierno, en la mayoría de los casos, y sus estaciones se instalaron en puntos estratégicos. Los mensajes enviados por telégrafo eran de gran importancia para la comunicación oficial, la gestión de emergencias y el comercio.
El impulso para la construcción de estas líneas se dio en un contexto de reformas y esfuerzos modernizadores por parte de los gobiernos liberales de la época que buscaban consolidar y unificar al país, facilitar el comercio y la administración pública, y mantener una mejor coordinación en un momento en que las distancias y el terreno dificultaban las comunicaciones.
Según Vázquez Jerez, esto situó a El Salvador dentro de la tendencia regional de desarrollo en telecomunicaciones, siguiendo los pasos de países como Guatemala y México, que también comenzaron a implementar el telégrafo en la misma época.
Con el paso del tiempo, el sistema de telégrafos se fue ampliado y, hacia finales del siglo XIX, existían ya redes que conectaban no solo las principales ciudades del país, sino que también se vinculaban con sistemas internacionales a través de líneas que llegaban a los puertos y facilitaban la comunicación con otros países de Centroamérica.
Para febrero de 1887, El Salvador contaba con al menos 68 oficinas telegráficas instaladas para el uso del público. Esto ayudó al país a participar más activamente en el comercio y la diplomacia internacional.
Para Astor Moreno, de 73 años, el envío de los telegramas a través de este sistema no era muy complicado. Explica que solo se tenía que llegar a las oficinas de ANTEL, se acercaba a un mostrador y “allí se le explicaba a la persona que estaba atendiendo que quería enviar un telegrama”.
Era en ese momento en que los empleados de la extinta institución le entregaban un papel donde se debía escribir el mensaje a enviar. Al devolverlo, el encargado de atención al usuario contaba las palabras y letras escritas para saber el precio a pagar.
“Se pagaban cinco centavos de colón por letra, y dependiendo si el mensaje era urgente o no, podía valer un poquito más”, detalla Moreno.
Moreno, originario de Santa Tecla, menciona que a través de los telegramas muchas familias salvadoreñas lograron recibir saludos, felicitaciones, pésames y buenas o malas noticias.
Uno de estos casos es el de Margarita Funes, una salvadoreña que recibió una felicitación por su cumpleaños número 15, a través de un telegrama recibido en abril de 1988.
“En este día maravilloso de tus quince lindas primaveras deseo para ti un futuro lleno de éxitos y bendiciones, tu amiga que te quiere mucho”, dice el mensaje plasmado en la hoja de papel que aún conserva.
Esta innovación también fue clave en la introducción de nuevas profesiones, como los telegrafistas, que requerían habilidades específicas de operación y codificación en Morse, un sistema de puntos y rayas que traducía palabras y números en señales audibles o visuales.
Aunque actualmente es una profesión obsoleta, durante más de un siglo, la figura del telegrafista fue esencial en el entramado de la comunicación nacional e internacional. En El Salvador, esta profesión representaba no solo un trabajo técnico, sino una labor de gran responsabilidad y prestigio.
Una de las principales responsabilidades de estos profesionales era la de utilizar equipos telegráficos para poder mantener la comunicación a través de ondas aéreas, además, requería grandes habilidades para poder escuchar e interpretar mensajes que debían ser codificados en mensajes de texto para ser transmitidos al destinatario.
“Los telegrafistas aprendían a escuchar e interpretar mensajes rápidamente, una capacidad que les otorgaba un papel fundamental en la sociedad. Cada punto y raya marcaba la diferencia entre un mensaje claro y un error que podría afectar transacciones comerciales, decisiones de gobierno o avisos de emergencia”, señala el libro de Vázquez Jerez.
Tras la importancia de esta profesión, se declaró Día Nacional del Telegrafista el 27 de abril de cada año.
Pedro Moreno, un telegrafista de Olocuilta, aún recuerda los años en que inició a trabajar en este rubro. Asegura que para el año 1972, cuando él era mensajero, uno de los beneficios que tenían todos los que trabajaban en el sistema telegráfico era que podían hacer uso del transporte público totalmente gratis.
Para ello, a los empleados del telégrafo se les entregaba un carné el cual debían mostrar a la hora de abordar las unidades y así evitar el cobro de pasaje. “Nosotros nos podíamos subir a cualquier bus y no pagábamos. Ya sea (que se usara) por nuestro trabajo o por cosas personales, no había problema”, recuerda Moreno.
Su interés por trabajar en esta área surgió tras escuchar por mucho tiempo el sonido de las máquinas que emanaba de las oficinas telegráficas, y tras un periodo de aprendizaje logró ingresar formalmente al sector.
“Para aprender teníamos que meritorear (observar). Nosotros le llamábamos meritorear, entonces yo estuve haciéndolo durante un año con ocho días, luego nos examinaron para ver si podíamos manejar el telégrafo”, narró Moreno.
Durante ese proceso de aprendizaje, según el extelegrafista, debían saber manejar una especie de programas conocidos como MC2 y Otus.
Las máquinas de telégrafo utilizadas en El Salvador eran similares a las empleadas en otros países de la región, comenzando con los modelos de telégrafos de aguja y pasando a las máquinas de grabado en cinta. Sin embargo, la estrella indiscutible era el telégrafo de llave, conocido como key, una palanca metálica que los telegrafistas presionaban para enviar las señales en código Morse a través de las líneas eléctricas.
Más adelante, con el progreso de la tecnología, algunos telegrafistas utilizaron transmisores de cinta perforada que permitían mecanizar parte del proceso, aumentando la velocidad y eficiencia del envío de mensajes. Sin embargo, la habilidad manual seguía siendo un componente vital de la profesión.
El surgimiento del teléfono, patentado por el escocés Alexander Graham Bell en 1876, dio pasó a nuevas formas de comunicación en el mundo, sin embargo, en El Salvador fue hasta el 24 de agosto de 1885 que se instaló la primera línea telefónica, permitiendo una conexión entre San Salvador y Santa Tecla.
Para el año 1887, según el Diario Oficial número 259, el Estado acordó poner al servicio público una línea entre San Salvador, Santa Ana y Ahuachapán, la cual fue inaugurada el 10 de septiembre de 1888. Ante esto, en 1889, la Superintendencia de Telégrafos Nacionales de El Salvador pasó a llamarse Oficina de Telégrafos y Teléfonos para reunir en ella la administración de los dos tipos de comunicación existentes en el país.
“El servicio interurbano estaba enlazado entre San Salvador, Santa Tecla, Santa Ana y Ahuachapán. Ese mismo año también se estableció una estación oficial telefónica en el Puerto de La Libertad”, se lee en el libro de Vázquez Jerez.
A finales de 1916, la encargada de terminar la instalación de líneas telefónicas subterráneas, iniciadas en 1914, fue la empresa de teléfonos Ericsson, S.A., con lo que se instaló una central urbana de 1,050 líneas y una central interurbana para 50 líneas.
Un año después, el 15 de septiembre de 1817, se habilitó la primera estación radiográfica en el país, donada por el entonces presidente de México, don Venustiano Carranza. Ante esto, en 1935 se inauguró la primera conexión telefónica directa entre la capital de El Salvador con la de Guatemala.
Tras varios años del inicio de operaciones telegráficas y telefónicas, el país se vio en la necesidad de una central para administrar todas las telecomunicaciones. Es por eso que, en 1936, durante la administración del general Maximiliano Hernández Martínez, se construyó el edificio del Telégrafo ubicado actualmente sobre la calle Rubén Darío, en el Centro Histórico de San Salvador.
La edificación cuenta con tres niveles y en él se usó concreto, ladrillo, vidrio y hierro forjado. Por muchos años, este edificio cobijó las oficinas de la Administración Nacional de Telecomunicaciones (ANTEL) creada, por decreto legislativo número 370, el 27 de agosto de 1963.
Posteriormente, el 9 de octubre de 1975, por decreto legislativo n°367 se creó la Ley de los Servicios de Telecomunicaciones que otorgaba a ANTEL el control técnico de las telecomunicaciones en el país y manejo exclusivo del espectro electromagnético.
Era en esta central a donde muchos salvadoreños, especialmente capitalinos, llegaban para solicitar el servicio de envíos de telegramas y llamadas, ya sea por motivos familiares o comerciales.
Para 1991, de acuerdo con el escrito de Vázquez Jerez, la red de telégrafos había llegado a un punto estático en su crecimiento y evolución debido al auge de las nuevas tecnologías como el teléfono a principios del siglo XX y, más tarde, la radio y otros sistemas electrónicos.
Asimismo, a partir del año 1993, el país experimentó diferentes transformaciones a raíz del fin de la guerra civil, a lo que se sumó la firma de los acuerdos de paz y las reformas estructurales en la política económica y social.
Con la expansión de la telefonía, la cantidad de telegrafistas fue disminuyendo gradualmente hasta que la profesión prácticamente desapareció hacia finales del siglo XX.
Como parte de los programas de ajuste estructural y estabilidad económica que se implementaron en la mayoría de los países de Latinoamérica a partir del año 1990, El Salvador inició un proceso de privatización de las telecomunicaciones.
Así, en 1996, se creó la Superintendencia de Electricidad y Telecomunicaciones (SIGET) como un organismo regulador al que se le otorgó la representación del país ante los organismos a los cuales estaba suscrito como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), la Comisión de Telecomunicaciones Centroamericanas (COMTELCA), la Comisión Interamericana de Telecomunicaciones (CITEL) y el Foro Latinoamericano de Entes Reguladores de Telecomunicaciones (REGULATEL).
Ante esto, ANTEL se dividió en dos empresas estatales denominadas CTE-ANTEL e INTEL: la primera se encargaría de operar el servicio alámbrico y la segunda el servicio inalámbrico de telecomunicaciones.
En 1998, una subasta pública permitió la venta del 51% de las acciones de CTE-ANTEL a France TELECOM por un valor de $275 millones, mientras que la empresa española Telefónica también compró el 51 % de las acciones de INTEL por un precio de $41 millones.
Hoy, los telegrafistas y sus herramientas son recordados como pioneros de la era de la comunicación moderna, figuras que dominaron el arte de transformar impulsos eléctricos en palabras y frases que conectaban un país dividido por montañas y distancias.
Aunque el clic rítmico de las máquinas telegráficas ya no resuena en las estaciones, su legado persiste en la historia de las telecomunicaciones salvadoreñas.
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