En 1998 y 2011 organismos extranjeros hicieron estudios y recomendaciones para evitar las inundaciones en la localidad, pero hasta la fecha ningún gobierno local las ha ejecutado.
Durante la época de lluvias, la ciudad de Santa Ana enfrenta un grave problema que pone en riesgo a sus habitantes: la inundación de calles principales y secundarias. Esta situación ha causado daños en viviendas, vehículos y hasta pérdidas humanas.
Aunque, Santa Ana es una de las ciudades más importantes del país, y ha experimentado en los últimos años un gran crecimiento comercial, es especialmente vulnerable a las inundaciones de su red vial, sin que hasta la fecha autoridades municipales o de Gobierno ejecuten acciones para solucionar esta situación.
Según libros de historia de la ciudad, hace más de 100 años ya se reportaban inundaciones en la localidad debido al crecimiento poblacional y a la falta de control sobre nuevas construcciones.
De acuerdo con el arquitecto santaneco Julio N., con amplia participación en proyectos de importancia en la ciudad morena y conocimiento de su fundación, el asentamiento de la ciudad estuvo estratégicamente decidido por las comunidades indígenas de la época a partir de las cantidades de agua lluvia que descendían del volcán Ilamatepec.
Explicó que la ciudad contaba con límites naturales que cumplían la misión de desviar las aguas lluvias provenientes de la zona sur para disminuir las inundaciones, pero que ahora estas zonas se encuentran obstruidas y que su capacidad se redujo por el crecimiento urbanístico hacia el sur, reduciendo las áreas naturales de captación de agua lluvia.
El arquitecto afirmó que desde inicios del siglo XX, cuando se comenzó a instalar la red de tuberías para aguas lluvias, residuales y potables en la ciudad, hubo recomendaciones de expertos para que el crecimiento de la localidad fuera hacia el norte y no al sur, pero ha sucedido al contrario, agudizando el problema de las inundaciones.
“La ciudad se quedó con una red de drenajes pobre, hasta la fecha hay tuberías de 20 pulgadas máximo”, dijo el arquitecto.
En 1998, el consorcio TUBSA-López Candell, de Barcelona, España, supervisado por la Oficina de Planificación Estratégica del Viceministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano (VMVDU) de El Salvador, realizó un estudio en la ciudad como parte del Plan Maestro de Desarrollo Urbano (PLAMADUR), que consta de 28 volúmenes, para diagnosticar la situación de Santa Ana y formular un modelo de desarrollo sostenible.
El estudio recomendó “terminar el crecimiento urbanístico en el sur de la ciudad para preservar la alta calidad de cafetales y la zona de recarga hídrica del acuífero del volcán Ilamatepec”. Además, mejorar la red de drenajes en al menos 20 colonias de la ciudad; detalla que la obra, en esa fecha, requería de $913,000.
“Ningún gobierno local, desde 1998, ha considerado las recomendaciones del PLAMADUR. En Santa Ana no ha habido un ordenamiento de crecimiento, se autorizan las construcciones sin ningún problema, sin contemplar el impacto ambiental, se han impermeabilizado las zonas de captación natural de aguas lluvias, eso hace que el agua lluvia no se filtre y corra sobre las calles. Este problema (inundaciones) recae en desde quien autoriza hasta quien ejecuta”, consideró el arquitecto Julio N.
En 2011, Santa Ana fue seleccionada como una de las ciudades piloto del proyecto Ciudades Emergentes y Sostenibles (CES) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que consistía en una evaluación sobre la sostenibilidad de la ciudad en lo ambiental y su adaptación al cambio climático, en su calidad urbana, entre otros aspectos.
La evaluación detectó varios aspectos críticos que requerían una acción urgente para la sostenibilidad de la ciudad, entre estos el sistema de aguas residuales y pluviales, la vulnerabilidad y preparación ante desastres naturales, y planes para la gestión del riesgo y adaptación al cambio climático.
Además, señaló que la ciudad crecía urbanísticamente de forma desorganizada y con una infraestructura básica insuficiente. Indicaron que la red de alcantarillados abarcaba solo el 63.5% de la ciudad, hasta ese año; además que la deforestación causada por las urbanizaciones en el sur de la ciudad había empeorado sustancialmente las inundaciones.
“Las frecuentes inundaciones en diversas zonas de la ciudad, incluyendo el centro histórico, fueron identificadas como uno de los principales problemas de Santa Ana, producto del estado obsoleto de la mayor parte de los colectores pluviales principales, muchos de los cuales tienen más de 50 años de funcionamiento; también al incremento de las áreas impermeabilizadas, generadas por las nuevas urbanizaciones y por los procesos de deforestación que se han desarrollado principalmente en la zona sur, provocando mayores índices de escorrentía que llegan a superar la capacidad de conducción de los colectores existentes”, menciona el informe del 2011.
El CES planteó en su estudio tres áreas de acción para que la ciudad iniciara el abordaje para superar las inundaciones: un diagnóstico actualizado de la situación, la identificación de proyectos prioritarios de infraestructura y la adecuada gestión de proyectos, pero ninguna de estas acciones se han tomado en cuenta hasta la fecha, debido a que los gobiernos locales tienen periodos cortos para ejecutar obras y fondos limitados.
La actual administración, del alcalde Gustavo Acevedo, fue consultada por este periódico en reiteradas ocasiones, a través de la unidad de comunicaciones, sobre si tienen un plan a corto o largo plazo para evitar las inundaciones en la ciudad, pero no respondieron.
“Las lluvias en Santa Ana son un peligro para todos los motociclistas”
José Alberto Chinchilla, de 38 años, es uno de los muchos motociclistas que han estado en riesgo de perder la vida al ser sorprendidos por las inundaciones en Santa Ana. La tarde del pasado 3 de junio, caía una fuerte lluvia en la ciudad, y José se conducía en la calle hacia la Aldea San Antonio cuando una correntada de agua lo botó de la moto y lo arrastró varios metros.
Afortunadamente, personas que observaron lo que le ocurrió arriesgaron sus propias vidas para rescatarlo, pero a su motocicleta se la llevó el agua,
“Fue algo de segundos. La correntada era demasiado fuerte, parece poco creíble que pueda dominar a una persona, pero trae basura y piedras, y eso lo arrastra a uno. Gracias a Dios unas personas me ayudaron como pudieron, si no quien sabe que hubiera sido de mi”, recordó José. Su motocicleta fue encontrada a 250 metros del lugar del hecho.
Según José, los sectores de la aldea San Antonio y el mercado Colón se han convertido en lugares de alto riesgo para los motociclistas durante las lluvias.
“Las lluvias en Santa Ana son un peligro por las calles arruinadas, los tragantes sin tapaderas y las canaletas sin protección”, manifestó José.
El pasado 15 de octubre, la motociclista Erika Lorena Mena, de 32 años, murió al ser arrastrada por la corriente de agua, precisamente en la calle a la Aldea San Antonio. La fuerza del agua la derribó y fue arrastrada hasta una canaleta. Ella se convirtió en una víctima mortal de las inundaciones.
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