
Al principio no existían exámenes, ni tantas asignaturas. Las primeras escuelas iniciaron enseñando solamente a leer y escribir, más tarde se incorporó la enseñanza de números. Ante la falta de opciones locales, las familias acomodadas enviaban a sus hijos a estudiar al extranjero. El catecismo fue obligatorio durante un tiempo hasta que se prohibió, junto con los azotes. Las escuelas nocturnas, el bachillerato, la educación física y los colegios salesianos es parte de lo que vino después.
Colegio La Asunción, en 1941. Fotografía tomada de Postales Salvadoreñas del Ayer (1900-1950).
El sistema educativo en El Salvador tal y como lo conocemos es relativamente reciente. Tuvo que atravesar un extenso proceso de cambios hasta llegar a lo que es hoy.
Los inicios de la educación después de la llegada y conquista de los españoles estaban centrados en la alfabetización de las poblaciones de indígenas, pero no tenían mucho éxito, tomando en cuenta que el español era un idioma nuevo para los pueblos originarios que tenían su propia lengua.
El arqueólogo e investigador Marcelo Perdomo Barraza realizó un recopilatorio de documentos y archivos que a través de diferentes voces retratan cómo fue el proceso a través de las épocas y los presentó mediante dos tomos que abarcan los últimos 500 años en la Historiografía de la Educación en El Salvador, de la Universidad Dr. Andrés Bello.
Según Perdomo, “la alfabetización occidental para la región centroamericana inicia en el siglo XVI (1500) con la llegada de las órdenes mendicantes” y “tuvo un carácter religioso”, pues se encomendó a los frailes la enseñanza de la lengua castellana a los indígenas.
En ello fue clave la encíclica “Sublimis Deus” dada por el papa Paulo III en 1537 en la que se permitía a los indios “poder tener acceso a la educación emanada desde la Corona y de la Iglesia, porque se le consideraba humano, libre, igual a todos y, sobre todo, hijo de Dios”.
No obstante, “durante el período colonial, no hubo escuelas para niños indios, sólo para los hijos de los principales caciques, de tal manera que todo lo que desde los conventos se realizó, fue siempre insuficiente dada la vastedad del problema”, recoge la Historiografía. Además, “los colegios y escuelas se destinaron preferentemente a los criollos” mientras “lo que se vigilaba no era el tinte más o menos oscuro de la tez, sino la posición social de la familia”.
La educación “inició con el deletreo y continuó con la pronunciación de sílabas como fundamento para la enseñanza de la lectura”, relata Perdomo. Agrega que para “aprender las letras” se utilizaba el “método basado en el calcado” o “el silabario del Catón cristiano para reforzar la lectura y aprovechar la doctrina cristiana”. También se enseñaba a cantar para hablar el castellano.
“El primer obispo guatemalteco, monseñor Francisco Marroquín, en su visita a las provincias de El Salvador encontró varias escuelas servidas por curas párrocos y sacristanes, en donde se enseñaba la doctrina cristiana, un poco de lectura y escritura y algo de numeración”, reseña.
Las poblaciones donde funcionaban escuelas de primeras letras eran Ahuachapán, Nahuizalco, Izalco, Aculhuaca, Cojutepeque, Perulapán, Chalatenango y Santa Ana, con un número de estudiantes escaso, de entre 7 y 12 estudiantes en cada una.
Sin embargo, Perdomo cita a Cortez y Larraz para narrar las carencias y dificultades que presenció para finales del siglo XVIII. Según sus registros, como ejemplo, había en Mejicanos una escuela con un maestro indio que enseñaba a leer y escribir a un grupo de entre ocho y diez estudiantes; sin embargo, la mitad huyó. Era común que las escuelas se formaran y se disolviesen hasta dos o tres veces. “Por la pobreza de las comunidades y el aborrecimiento de los indios hacia estas, no tenían subsistencia, y cuando la tenían, era poca la paga a los maestros. En otras, como en algunas parroquias, la educación la daba un “fiscal”, que enseñaba a cantar oraciones”, cuenta.
En 1770 se emitió una reforma que hacía obligatorio aprender a leer, escribir y hablar castellano, así como la enseñanza de la aritmética y tres décadas después se emitió una orden para que todas las provincias pusieran escuelas en los pueblos donde se tuvieran cien tributarios. Para ese entonces eran los ayuntamientos los que tenían la orden de generar fondos para crear escuelas para los hijos de los vecinos.
De un censo realizado en 1807 tomado de Gutiérrez Ulloa se contabilizaban 88 “casas públicas” que eran para educación, en San Salvador (14), Olocuilta (6), Zacatecoluca (4), San Vicente (4), Usulután (3), San Miguel (9), Gotera (10), San Alejo (5), Sensuntepeque (8), Opico (7), Tejutla (4), Chalatenango (3), Santa Ana (3), Metapán (2) y Cojutepeque (6). En ellas había casi 1,800 estudiantes de ambos sexos y un total de 88 maestros. Además, había escuelas regulares y seculares. Sin embargo, aún no existía un esfuerzo formal de parte de las autoridades para legislar en este ámbito.
Según el historiador Héctor Lindo Fuentes, citado en la Historiografía, “los primeros pasos sentados a la creación de un sistema educativo” sucedieron en 1823, mientras El Salvador formaba parte de la Federación Centroamericana.
El siguiente año llegó la imprenta a El Salvador, lo que facilitó la producción masiva de libros y también se promulgó la primera Constitución en la que se expresa el establecimiento de una escuela, las cátedras que se estimen necesarias, nombramiento del rector, vicerrector, catedráticos, creación de becas, el involucramiento del Gobierno, el padre, los obispos, los párrocos y los jefes políticos y municipalidades. En 1827 se ordenó establecer escuelas de primeras letras para niños de uno y otro sexo y se hacía responsable a los jefes políticos y municipalidades por las inasistencias.
En 1832 se establece que es obligación del Gobierno crear escuelas de primeras letras en todos los pueblos del estado que tengan municipalidades, así como facilitar libros, lápices y demás utensilios y el siguiente año se instauró una multa para las municipalidades que no tuvieran escuelas de primeras letras, según el Reglamento de Enseñanza Primaria que ya había para ese entonces en el Gobierno del Estado del Salvador como miembro de la Federación.
La normativa era responsabilidad de las Juntas de Educación Pública, integradas por el jefe político, el regidor decano, un cura y dos vecinos de reconocida honradez. El sueldo de los maestros no podía ser menos de un real ni más de cuatro, al mes, cuyo pago provenía de los fondos municipales que lo reunía a través de una contribución de los vecinos.
Además, se establecía que todo padre estaba obligado a enseñar a sus hijos, y que si no podía debía pagar la educación de estos; mientras que los hijos de viudas o solteras eran educados financiados por la municipalidad.
Barraza explica que “deshecha la Federación (1838), el gobierno de la República comenzó a interesarse por la instrucción del pueblo” con lo que “se estimuló la fundación de escuelas”, obligando a los alcaldes a prestar el debido apoyo. Se dictaron reglamentos, elaboraron programas de enseñanza y se adoptó el sistema de enseñanza mutua o lancasteriano, en el que estudiantes avanzados enseñaban a los menos avanzados, lo que permitía gestionar un mayor número de alumnos.
Según Lindo Fuentes, “el primer paso para poner en marcha el sistema lancasteriano en El Salvador se tomó en 1832 cuando José Coelho, un maestro brasileño, fue contratado por el estado de El Salvador”.
Destaca que “las ideas de Lancaster y Bell se ajustaban a la situación salvadoreña donde los fondos y los maestros escaseaban y los niveles de exigencia no tenían por qué ser altos” pues “la agricultura tradicional no requería una fuerza de trabajo muy educada, pero la élite debía preocuparse por llevar bien su contabilidad”.
En 1841 sucedieron tres acontecimientos importantes en la materia. “Justo después del “descalabro de la federación (...) el Gobierno ordenó que todo el pueblo o valle con más de 150 almas abriera una escuela primaria y prometió entregarles silabarios a los alumnos más pobres”, indica el historiador. Además, ese año se creó el Inspector General de Primeras Letras y su Junta de Instrucción Pública para controlar la educación que ya estaba secularizada. También, se creó la Universidad de El Salvador.
Para aquella época, la enseñanza secundaria estaba a cargo de las Academias departamentales y las cátedras de instrucción secundaria y superior a cargo de la Universidad.
A mediados de ese siglo existían “una cantidad de instituciones privadas” y públicas tanto para estudiantes como para quienes deseaban formarse como maestros.
Entre los primeros centros de estudio fundados se menciona en la Historiografía el Colegio La Asunción, que ya existía para 1847 y es publicado en la Gaceta del Gobierno con “grandes logros literarios” entre sus alumnos. Ahí se podía estudiar derecho civil y canónico, así como bachiller en Filosofía, estudios de Anatomía. Los profesores ganaban unos 40 pesos mensuales.
Ese mismo año “abrió las puertas el Colegio de Señoritas como primer Centro Educativo en el área centroamericana, donde se brindaron estudios secundarios a mujeres”, cuyas estudiantes se sometieron dos años después “con facilidad, exactitud y destreza” a un primer examen de escritura y aritmética que se hizo en una pizarra y duró más de tres horas.
Entre los primeros también estuvo el Colegio del Salvador, donde se impartía instrucción primaria, media y filosófica.
Para 1848 “el Gobierno tenía 35 pueblos pero solamente 22 escuelas primarias con un total de 996 alumnos”, cuatro de ellas en la capital con casi la tercera parte del total de alumnos. Solo una escuela era para niñas. En 1850 había en el país 201 escuelas donde solo se admitían varones, que totalizaban 6696 estudiantes.
No obstante, este número era fluctuante pues para la época, “las escuelas eran instituciones algo efímeras que se abrían y cerraban de manera caprichosa”.
La Historiografía recoge que “en los lugares donde no había escuelas, los padres de familias acomodadas mandaban a sus hijos a San Salvador o los enviaban a estudiar con tutores particulares, sobre todo si eran niñas. También, “los ricos de la provincia enviaban a sus hijos a estudiar a la capital o los mandaban al exterior”. Para 1858, 22 alumnos originarios de Santa Ana estudiaban en San Salvador, Guatemala o Europa.
Había una marcada distinción en la enseñanza impartida según el género. “Las mujeres estudiaban lectura, escritura, matemáticas y ‘todas las otras cosas que tienen que ver con la educación de una dama’, la cual se reducía normalmente a la costura, el encaje, la música y el dibujo”.
En tanto, “los padres de familia menos afortunados que querían que sus hijos aprendieran a leer y escribir, tenían que implorarles a sus pocos vecinos alfabetizados para que les dieran clases”.
A mediados del siglo (1858) el general Gerardo Barrios estableció la creación de las Escuelas Normales para formar maestros. Se fundó una escuela de maestros que tomó de base la escuela “Aurora del Salvador” fundada años antes por Coelho, quien además conocía las técnicas del cultivo del café y ayudó a introducir la producción comercial de esta planta en el país.
En ese año se ordenó crear una escuela normal en la cabecera de San Miguel para formar profesores, impartiendo lectura, escritura, aritmética, gramática castellana, doctrina cristiana y geografía, además de dibujo, historia universal e idiomas francés e inglés. Para graduarse como maestro de primeras letras se requerían dos años de estudio y haber realizado los exámenes.
Ese mismo año se establece una Escuela Normal en San Salvador, análoga a la de San Miguel, donde se impartían asignaturas similares, y se suprime la Escuela de Primeras Letras que ya existía, quedando absorbida por la Escuela Normal.
Unas dos décadas más tarde se encargó a un pedagogo español que desarrollara la Escuela Normal de Maestros.
En 1858 también se estableció el Reglamento de las Escuelas de Primeras Letras, en el que se definía, entre otras cosas, que era obligación de los estudiantes asistir a misa y que las jornadas vespertinas eran para impartir la doctrina cristiana.
El sábado de cada semana se estudiaba el catecismos y quienes se negaban eran castigados con azotes, por lo que en 1880 se prohibió esta práctica, con una multa de 25 pesos para los maestros que la incumplieran, y posteriormente se prohibió la enseñanza del catecismo de Ripalda en las escuelas.
A finales del siglo XIX tuvieron lugar varios acontecimientos relevantes para el desarrollo de la educación en El Salvador. Estos son los principales:
Escuela de artes. En 1865 se estableció la primera institución gubernamental de arte, la Academia de Bellas Artes del Salvador, donde se enseñaba dibujo, litografía, pintura, música y, posteriormente, escultura.
Biblioteca Nacional. En 1870 se inauguró la Biblioteca Nacional anexa al Colegio La Asunción, la Universidad de El Salvador y la Academia de Bellas Artes, instituciones educativas principales en San Salvador.
Escuelas nocturnas. En 1881 se creó una Escuela Nocturna para artesanos, “frente a la casa del Casino Salvadoreño”, que funcionaba entre las 6:30 a las 8:30 de la noche y enseñaba gratis las materias de lectura, escritura, gramática castellana, aritmética, nociones de geografía, de historia de Centroamérica, geometría práctica, dibujo lineal y religión. Otra escuela nocturna para adultos se creó en Zacatecoluca.
La educación laica. La Historiografía indica que el primer intento de estado de laicidad educativa ocurrió con la Constitución de 1871 en la que se prohibía al clero salvadoreño el ejercicio de la actividad educativa privada, exceptuando teología, y la fundación de liceos y colegios. Esto creó una pugna entre el estado y la iglesia, la cual se defiende y hace resurgir escuelas parroquiales en todo el país bajo el principio de que no había suficientes.
87 mil estudiantes. Según la memoria de labores del Ministerio de Instrucción Pública, para 1891 había más de 87 mil estudiantes desde los seis hasta los 13 años matriculados en El Salvador, siendo más de la mitad (45,159) varones. Por otro lado, había unos 749 maestros empleados por el Gobierno. Para aquel entonces habían 14 escuelas formales en San Salvador, entre estas el Colegio Liceo Salvadoreño.
Hospicios. A finales del siglo XIX se crearon los hospicios para huérfanos, uno para niños y otro para niñas, en los que se impartía su educación, la cual estaba limitada inicialmente a conocimientos básicos de lectura y aritmética, los colores, las líneas y formas geométricas y sus trazos. Para los niños se ofrecían talleres de zapatería, sastrería, carpinteria y albañilería, apoyando al establecimiento con obras. Mientras que a las niñas les enseñaban costura, bordados, tejidos a máquina, lavado, planchado, cocina y oficios domésticos. Sin embargo, en el caso de las huérfanas que ya poseían la enseñanza primaria se establecía que se dedicaran preferencialmente a los oficios domésticos y que fueran colocadas en casas que enviaban cada quince días una nota con la conducta observada.
A finales del siglo XIX llegó la familia Salesiana con el “proyecto de administrar una escuela agrícola en la Finca Modelo, permitiendo que la enseñanza técnico-vocacional llegara al país”. La escuela fue clausurada por el presidente Regalado quien gobernó entre 1898 y 1903.
Familias importantes ayudaron mediante gestiones altruistas para que los Salesianos fundaran “otros centros educativos” y fue así como surgió el Colegio Santa Cecilia, Don Bosco y Colegio San José en Santa Ana.
En los primeros años del siglo XX se implementó el “Plan Gavidia”, propuesto por Francisco Gavidia, quien era ministro de Instrucción Pública, que incluía que la lectura fuera vinculante con múltiples asignaturas como herramienta de conocimiento.
En 1906 se clasificaron las escuelas en primarias y secundarias bajo el Plan Gamboa, que sustituyó el Gavidia; y tres años más tarde llegó el Plan Vásquez Guzmán.
En la siguiente década, la Historiografía contempla que hubo “un período de grandes cambios desde 1916” en el que se ampliaron la lista de asignaturas impartidas, y entre 1924-1929 los planes y programas de estudio tuvieron una nueva modificación.
En 1923, el Dr. Darío González, quien fue el primer director del Instituto Nacional y dos veces rector de la Universidad de El Salvador, afirmaba que la Instrucción Pública había tomado un desarrollo notable en El Salvador pero no se estaban difundiendo todavía como sería de desearse los conocimientos útiles. Mencionaba que en la Universidad Nacional se tenían las carreras de las facultades de Medicina y Cirugía, Ciencias Naturales y Farmacia y Derecho, y había elementos de enseñanza, con Gabinetes de Física médica, Fisiología experimental, Bacteriología e Histología, Laboratorio de Química y Museo Anatómico.
“La enseñanza secundaria o de Ciencias y Letras y de Comercio se dan en el Instituto Nacional. Este establecimiento posee Gabinete de Física experimental, Laboratorio de Química y un observatorio meteorológico y astronómico montado con instrumentos de primera clase”, describía. Mientras que la enseñanza militar se daba en la Escuela Politécnica, donde también se enseñaba ingeniería civil y militar. “En dos Escuelas Normales, una de varones y otra de señoritas, se forman los maestros y maestras de las escuelas públicas”; agrega. Además, relata que había “numerosas escuelas públicas primarias, varios colegios en los diferentes departamentos de la República y la Academia de Dibujo y Pintura en la capital”.
En 1924 llegó a El Salvador una delegación de profesores alemanes “para estar al frente de las Escuelas Normales”. Los maestros graduados bajo esta sistematización alemana fueron llamados ‘la generación del 28’. Tres de sus miembros fueron años más tarde parte de la Reforma educativa de 1940.
Barraza recoge que “es durante las administraciones de la Dinastía Meléndez Quiñónez (1923-1931) que se fundan nuevas escuelas, porque se inicia la construcción de una ‘arquitectura escolar con la técnica Deployer’”. Además se fundaron nuevos establecimientos parvularios en San Salvador y “entre las mejoras estuvo la construcción de escuelas, ya que años atrás se solía alquilar en casas y así lo reflejan los informes de instrucción pública de la época”.
Aún así, las carencias persistían. Un Boletín de Sanidad y Beneficencia de 1930 registra que “la generalidad de los edificios ocupados por las escuelas no posee condiciones aceptables”, sobre todo por la escasez de agua.
Tres años antes se había recomendado dotar a las escuelas de depósitos de agua mediante cañería durante todo el día, letrinas funcionales, vasos individuales para los alumnos, aumentar la limpieza, dotar suficientes bancos y sustituirlos por asientos pedagógicos.
El referido boletín indica que en los años treinta se realizaban en las escuelas campañas de vacunación contra la viruela y difteria; así como se otorgaban “cuidados dentales”. También había controles sanitarios para detectar enfermedades entre los estudiantes. En 1930 se reportaron 127 estudiantes “positivos a la Schick”.
La historiografía detalla que en aquel entonces había un servicio médico escolar que examinaba a los niños, encontrandoles enfermedades como paludismo, desnutrición, hipertrofia de amígdalas, vegetaciones adenoides, adenitis varias, pediculosis, dermatitis, rinitis, conjuntivitis.
En los treinta se iniciaron también estudios de tuberculosis en los estudiantes por parte de un equipo que trabajaba en conexión con el Sanatorio Nacional.
El primer Kindergarten “Jardín de la Infancia” fue fundado en 1884 por la maestra Augustina Charvin, quien solicitó al presidente Rafael Zaldívar la creación de un espacio de aprendizaje para infantes. Este duró hasta 1932.
Entre 1932 y 1938 se anexaron los Jardines de Infantes a las escuelas de educación primaria, de lo cual se relata que “algunos directores y maestros no estuvieron de acuerdo porque interrumpían la tranquilidad de los alumnos con los cantos y juegos de los infantes y que no había forma de controlarlos”.
“Aunque no se ha localizado el Decreto que establece un Plan de Reforma al Kindergarten entre 1939-1940, sin embargo, estos inician su jornada en febrero y finaliza en noviembre, algunos historiadores economistas establecen que se establece de esta forma porque de octubre a enero es cuando sucede la temporada de corta de café, producto que está en su auge. Recuérdese que Claribel Alegría lo menciona en su obra Cenizas de Izalco”, consigna Barraza en la Historiografía.
En 1937, Hernández Martínez firmó una modificación del Reglamento General de la Escuela Normal “para adicionar la asignatura de Educación Física, al plan de estudios de tercer curso”. Cuatro años más tarde, 1941, se creó la Ley de Educación Física.
Ese mismo año en un nuevo decreto se establece el “pago de los derechos de examen”, así como “las Escuelas Normales oficiales, las secciones normales de los colegios particulares autorizados” y se asigna “como arancel el pago de un colón por cada materia de curso”, que se distribuía 30 centavos para cada miembro del jurado y el sobrante para útiles de escritorio de los alumnos”. Y el pago de dos colones por cada examen de grado. Pero se establece que los alumnos destacados de las Escuelas Normales quedan exentos de tales pagos.
El siguiente año, 1938, se elabora un decreto que da origen al Reglamento de Enseñanza de Ciencias y Letras donde se establecen las asignaturas, la carga académica, la bibliografía, los tipos de exámenes y la forma de evaluación. Además, se elaboraron los formatos de exámenes escritos, de certificado de aprobación del curso, los cuadros estadísticos, utilizando el nombre del Instituto Nacional General Francisco Menéndez.
En 1939 se estaba preparando una reforma educativa. Para entonces, la educación era administrada desde la Subsecretaría de Instrucción Pública que dependía del Ministerio de Relaciones Exteriores y Justicia. “Ninguna institución gubernamental había planificado o trabajado en la educación”.
Se mandó una comisión de maestros a Chile para conocer lo que ahí se realizaba en educación y al retornar estos se implementaron los Jardines de Infantes y se nombró profesores para primaria.
A principios de 1940 se generaron los reglamentos para la Enseñanza Normal, de Temporada en las colonias escolares, de la dirección de educación física, de conducta de los maestros de primaria y la ley del escalafón de maestros de primaria.
Además, a mediados de ese año se fundó el Ministerio de Educación.
En 1943 se organizaron los padres de estudiantes de las escuelas José Matías Delgado, República de Brasil, anexo Normal de Varones, República de México, República Dominicana, República de Colombia, Juan J Laínez, Antonia Mendoza, anexo a la Normal España y Joaquín Rodezno para crear el Consejo Directivo de la Federación de Padres de Familia, como parte de la dinámica de cambios en las formas de administrar la educación.
En 1946 se publicó el Reglamento de Enseñanza Normal que establecía que la formación de maestros capacitados para el ejercicio del magisterio sería impartida solamente en las escuelas normales oficiales y particulares previamente autorizadas por el Ministerio de Cultura.
En 1948 llegaron educadores de Estados Unidos y México para dar una serie de conferencias de las que el Gobierno tomó ideas para la reforma de la educación media. Ese mismo año se emitieron decretos sobre la educación secundaria y de ciencias y letras, que incluyeron la creación del ciclo básico de Secundaria, comisiones para redactar sus programas de curso, se establecieron exámenes trimestrales, y se establecieron equivalencias entre los estudios normales con estudios de bachillerato y hubo un acuerdo para otorgar becas en los institutos nacionales.
Ese año se decretó por el Ejecutivo la Educación Normal Rural pero tardó dos años en nombrarse la primera Escuela Normal Rural y se hizo en Izalco.
En 1949 se creó el Departamento de Alfabetización y Educación de Adultos, tomando en cuenta que El Salvador se encontraba entre los pueblos con mayor índice de analfabetismo del continente, contabilizando los analfabetos en más de un millón, y el año siguiente se decreta la Ley de Alfabetización y Educación de Adultos, enumera la Historiografía.
En 1958 se establece el Reglamento de Educación Normal que incluye un plan de tres años y agrega actividades excátedra diferenciadas para hombres y mujeres: “Práctica agrícola para varones” y “prácticas domésticas para señoritas”.
En 1965 la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Universidades Privadas y ese año fue fundada la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, como una alternativa a la Universidad de El Salvador, que era vista como comunista. La Universidad Albert Einstein se fundó en 1973 y la Universidad Dr. José Matías Delgado en 1977. En 1979 se fundaron la Universidad Pedagógica y la Universidad Salvadoreña Alberto Masferrer; y un año después lo hizo la Universidad Nueva San Salvador y en 1981 la Universidad Evangélica, la Universidad Francisco Gavidia, la Universidad Tecnológica y la Universidad Modular Abierta. Esta última abrió sedes no solo en San Salvador sino también en Sonsonate, Santa Ana, San Miguel, Zacatecoluca, Chalatenango, Ahuachapán y La Unión, con la idea de hacer llegar la educación superior a todas las regiones del país.
Ese año también en San Miguel se fundaron la Universidad de Oriente y la Universidad Gerardo Barrios.
En 1982 se fundó la Universidad de Sonsonate y la Universidad Católica de El Salvador UNICAES en Santa Ana y Cabañas.
Más tarde se fundaron la Universidad Cristiana de las Asambleas de Dios (1983), la Universidad Don Bosco (1984), la Universidad Luterana Salvadoreña (1991) y la Universidad Panamericana de El Salvador (1989).
En 1990 se emitió una nueva Ley General de Educación y una nueva Ley de Educación Superior se hizo en 1995.
En los gobiernos de Cristiani y Calderón Sol se iniciaron dos programas importantes para la innovación educativa llamados EDUCO y SABE, con una reforma educativa edificada sobre la ampliación de la cobertura y buscando equidad de acceso a la educación.
Se creó el programa Escuela Saludable con el objetivo de que los estudiantes mejoraran su condición física, nutritiva y de salud y obtuvieran mejores resultados académicos. La recopilación cita un documento del MINED de 1999 en el que se establecía que el Proyecto Solidificación del Alcance de Educación Básica fue planeado para ocho años con un presupuesto de $33 millones para mejorar la educación parvularia y básica hasta sexto grado mediante reformas curriculares, revisión de planes y programas de estudio, capacitación de maestros, mejora en los métodos de evaluación, y dotación de “materiales educativos, como por ejemplo la Colección Cipotes, un grupo de libros de las cuatro asignaturas básicas”.
El conflicto armado generó desescolaridad, por lo que con el programa EDUCO se buscó reestablecer los espacios educativos en lugares inexistentes.Calderón Sol nombró en 1994 una Comisión Nacional de Educación, Ciencia y Desarrollo, la cual estableció que se realizaría una Consulta sobre la Reforma Educativa en 1995, llamada Consulta95 para modernizar la educación básica con el apoyo de financiamiento internacional.
Por otro lado, entre los cambios relevantes más recientes de las últimas dos décadas se encuentra la eliminación de los pagos de matrícula y mensualidad en la educación básica y la entrega de uniformes y paquetes escolares en las instituciones públicas; así como la gratuidad en los bachilleratos y universidad públicos.
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