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Comiendo pájaros y tortugas: así sobrevivió un pescador peruano en altamar por 95 días

El peruano había salido el 7 de diciembre en su habitual barco pesquero artesanal y tenía previsto regresar pocos días después; sin embargo pasó tres meses perdido en altamar, hasta que un buque ecuatoriano lo encontró en aguas internacionales. 

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“He comido pájaros, tortugas, de todo para vivir”, fueron unas de las primeras palabras de Máximo Napa Castro, el pescador peruano que pasó 95 días perdido en altamar y fue rescatado el fin de semana pasado en aguas ecuatorianas. 

Napa, de 61 años, había salido el 7 de diciembre en su habitual barco pesquero artesanal desde el puerto de San Juan de Marcona, en la región de Ica, al sureste de Perú. Tenía previsto regresar pocos días después, entre otras cosas para poder celebrar su cumpleaños, el 16 de ese mes, en compañía de su familia. “Pero mi papá no regresó y eso ya nos pareció muy extraño”, comentó su hija Inés a medios de comunicación peruanos.

Mientras en tierra su familia encendía las alarmas y pedía ayuda a las autoridades portuarias, Napa comenzó una lucha por sobrevivir. Las malas condiciones del clima, que empeoraron en diciembre y siguieron al inicio del año, lo habían llevado a perder el rumbo. Desde su bote —que bautizó Gatón II— el pescador no lograba ver ni un solo punto de referencia de la tierra. Estaba entregado al oleaje, en pleno altamar.

Durante los primeros días logró alimentarse de lo que había llevado como reserva para su faena. Una bolsa de arroz, por ejemplo, que comenzó a tasar de tal forma que le alcanzó para varios días. Lo cocinaba con pedazos de madera del bote, que arrancó para hacer fuego. Napa recolectaba agua lluvia y con ella se mantuvo más o menos estable.

Máximo Napa Castro al reencontrarse con un familiar tras estar en altamar por 95 días.

Pero los recursos comenzaron a desaparecer. No tenía formas de comunicarse y el clima empeoraba. “No quería morir por mi madre. Todos los días pensaba en ella. Y en mi nieta, que tiene unos pocos meses”, relató el pescador peruano a los medios de comunicación que lo entrevistaron tras su rescate. Se aferró a los suyos, a la memoria de su madre, en especial, para resistir.

Al mismo tiempo que él buscaba cada día la manera de mantenerse en vida, su familia imploraba por tener noticias suyas y les pedía a las autoridades que lo buscaran en medio del océano. “Nunca pensamos pasar esta situación. No se la deseo a nadie. No perderemos las esperanzas, papá, de encontrarte”, fue uno de los mensajes que su hija Inés puso en sus redes sociales.

La búsqueda se hizo casi imposible, entre otras cosas, según se supo después por información de autoridades peruanas, por cuenta de que el bote del pescador no contaba con el emisor de señales radioeléctricas que hubiera permitido definir su ubicación. No obstante, el pasado 11 de marzo, se dio lo inesperado: un buque ecuatoriano lo divisó a 388 millas, en aguas internacionales. Las señales que vieron en su radar les parecieron extrañas, decidieron acercarse y ver de qué se trataba y, al final, se encontraron con el bote del pescador.

—Gracias, Dios mío, por darme esta oportunidad —dijo Napa, al ser rescatado.

Máximo Napa Castro siendo examinado por personal de salud tras ser rescatado de altamar.

Su condición de salud había comenzado a empeorar en los últimos días, previo al rescate. Cuando lo encontraron se encontraba “en estado crítico”, según autoridades de ese país. Tenía heridas y quemaduras causadas por la exposición prolongada al sol, además de un cuadro de desnutrición y deshidratación.

Después de pasar por revisión médica, Máximo Napa Castro volvió con los suyos la noche del sábado. Logró volver a abrazarse con su familia, sus vecinos, y en especial con su madre, cuya presencia en su mente le ayudó a soportar la travesía.

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