Que haya orden jurídico inconfundible, superpuesto a la volatilidad de la política doméstica y con suficiente juego de pesos y contrapesos que lo proteja es tan importante como que se goce de infraestructura, capacidades productivas, habilidades y todo el conjunto de actividades complementarias a lo largo de la cadena de valor que se sabe esencial para las decisiones de inversión y los beneficios posteriores.
En su más reciente informe, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe indicó que los flujos mundiales de inversión extranjera a la región directa bajaron un 10 por ciento el último año; no obstante, Centroamérica tuvo un rendimiento distinto y un crecimiento del 12 por ciento. La entidad sostiene que casi todos los países ingresaron más dinero en ese concepto, destacándose los crecimientos de casi el treinta por ciento de Costa Rica (28 %) y del treinta y tres por ciento de Honduras.
Al evaluar la situación, la CEPAL aconseja en términos generales a los gobiernos latinoamericanos diversificar y escalar hacia sectores con mano de obra más calificada, e incrementar los derrames tecnológicos y encadenamientos productivos que se deriven de esta inversión. Pero puntualmente, produjo una lista de diecisiete lineamientos para fortalecer las políticas de atracción de inversión extranjera directa entre los que destacan arreglos de gobernanza al más alto nivel político y desarrollar políticas y proyectos que fortalezcan el ambiente de negocios.
Cuando se habla de clima de negocios, se tiende a creer que es una indefinida suma de condiciones de imposible medición; en realidad se trata de una lista detallada de medidas que los gobiernos deben atender, por ejemplo que la infraestructura sea inadecuada, que el acceso a los recursos financieros sea limitado, que las instituciones regulatorias sean débiles o que las reglas del juego sean poco atractivas o incluso contraproducentes para los inversionistas. Si el gobierno anfitrión no se preocupa por ofrecer un entorno favorable a los potenciales inversionistas, si el país no es competitivo, de nada le servirá la calificación de su mano de obra o lo prometedor de sus recursos naturales.
En esta época se habla de una decena y media de sectores que captarán las principales inversiones en América Latina, desde la industria farmacéutica y de ciencias de la vida, la exportación de servicios modernos habilitados por las TIC, la sociedad del cuidado, el gobierno digital, la transición energética hasta la gestión sostenible del agua y el turismo sostenible.
Que haya orden jurídico inconfundible, superpuesto a la volatilidad de la política doméstica y con suficiente juego de pesos y contrapesos que lo proteja es tan importante como que se goce de infraestructura, capacidades productivas, habilidades y todo el conjunto de actividades complementarias a lo largo de la cadena de valor que se sabe esencial para las decisiones de inversión y los beneficios posteriores.
En las últimas horas trascendió que el Grupo Poma y Marriott International firmaron un contrato de franquicia para la apertura y operación de un nuevo hotel JW Marriott en San Salvador, dentro del complejo Multiplaza. Ese es el tipo de desarrollos que el país necesita, urgido de inversión, de empleo, de herramientas para acercarse a los objetivos estratégicos públicos y privados. Para conseguirlo, el Estado, sus administradores y el sector privado deben cada uno hacer lo suyo pero en especial el sector público está obligado a evaluar si las actuales condiciones son idóneas para promover a El Salvador en el extranjero y para convencer a quienes le apuestan a este país de que tomaron la decisión correcta.
Mensaje de response para boletines
Comentarios