Era falsa la premisa de que se protegía el medio ambiente dilatando los procedimientos autorizatorios de permisos ambientales. Pero eso no justifica autorizaciones masivas y a ciegas.
Recientemente el secretario general de las Naciones Unidas dijo: "Hemos pasado de la era del calentamiento global a la de la ebullición global". La Organización Meteorológica Mundial confirmaba que julio de 2023 era el mes más caluroso jamás registrado.
El calentamiento global no es un mito. Es una realidad de la que usted está siendo testigo en estos días. Las altas temperaturas y el riesgo de un invierno con menos lluvias plantean una seria amenaza a la sociedad salvadoreña. El hambre y la sed se asoman.
El Salvador, un territorio históricamente vulnerable. Hoy, con este deterioro democrático y económico, lo es más. De ahí que es fundamental que la lucha contra el cambio climático sea prioridad en la agenda del Estado salvadoreño, y en la de cada familia de este país.
En junio de 2019 el presidente cumplía diez días en su gestión. En un evento público dijo: "Le he instruido al ministro de Medio Ambiente que en cien días quiero todos esos permisos ambientales firmados y autorizados, para que esos miles de millones de dólares entren a la economía salvadoreña". El presidente no ordenaba que se agilizaran los procedimientos para que en ellos se resolviera lo que correspondiera de acuerdo con la Ley de Medio Ambiente; ordenó una masiva autorización de todos los proyectos que esperaban resolución en esa oficina pública. Irresponsabilidades ambientales como esa son las que han provocado la crisis climática que hoy vivimos.
Las autorizaciones masivas que ordenó el presidente llegaron. Un año después el ministro afirmaba en una entrevista televisiva: "Nosotros recibimos un medio ambiente sumamente degradado, unos ecosistemas degradados. Y, aparte de eso, recibimos un gran número de permisos detenidos. ¿De qué nos sirve tener inversión detenida si no estamos cuidando el medio ambiente tampoco?"
El desordenado desarrollo urbanístico en Nuevo Cuscatlán bajo la complicidad del Ministerio de Medio Ambiente es uno de los muchos ejemplos que nos gritan que los efectos ambientales que hoy sufrimos no son espontáneos ni providenciales. Tienen causas y responsables de carne y hueso.
Hace unos meses, ante la depredación forestal con propósitos urbanísticos en esa área, los vecinos avistaron mucha fauna moviéndose de la zona. Cuando en la entrevista de un canal oficialista le preguntaron al ministro sobre esa situación, este normalizó los avistamientos; dijo: "La visita de vida silvestre en la zona periurbana es un fenómeno completamente normal (...) Al no existir presión de depredadores naturales, es probable que el número de venados aumente, pues son animales que tienen un ciclo de reproducción bastante eficiente".
Era falsa la premisa de que se protegía el medio ambiente dilatando los procedimientos autorizatorios de permisos ambientales. Pero eso no justifica autorizaciones masivas y a ciegas. La solución correcta es resolver de manera expedita los procedimientos, y en ellos hacer un análisis técnico para determinar si un permiso se deniega o autoriza, y en este caso, bajo qué condiciones.
Hace calor. En estos tiempos que la gente sufre directamente los efectos del cambio climático, los negacionistas tienen pocos argumentos para continuar con su terraplanismo. Estos días son oportunos para exigir al Ministerio del Medio Ambiente que rinda cuentas sobre la manera en que está operando; y, de una vez, que explique por qué este gobierno se niega a suscribir el Acuerdo de Escazú.
Mensaje de response para boletines
Comentarios