
Factores como el estrés, la privación del sueño y antecedentes familiares pueden influir en su aparición.
Florencia dormía en una casa con amigos cuando, alrededor de las 2:30 de la madrugada, un grito intenso y sostenido irrumpió en la quietud de la noche. Su novio, que dormía a su lado, intentó despertarla. Al abrir los ojos, ella se descompuso en un llanto inconsolable que se prolongó hasta el amanecer.
“Temblaba, el corazón me latía fuerte y tenía una sensación de asfixia. Nunca estuve tan angustiada ni tuve tanto miedo en mi vida. De nada en concreto y de todo al mismo tiempo. No entendía qué acababa de pasar y me daba miedo volver a dormirme”, relató. Dos meses después, el episodio se repitió en su hogar.
El fenómeno tiene un nombre en el campo médico: terror nocturno. Se trata de un tipo de parasomnia que ocurre durante la fase profunda del sueño.
Desde una perspectiva neurológica, los terrores nocturnos son el resultado de una activación incompleta del cerebro. Algunas estructuras relacionadas con el miedo, como la amígdala y el sistema nervioso simpático, se activan abruptamente, mientras que la corteza prefrontal, responsable de la conciencia y el control racional, permanece dormida. “Esto genera una respuesta de miedo intensa, acompañada de taquicardia, sudoración y respiración acelerada, sin que la persona pueda despertarse por completo ni recordar el episodio al día siguiente", explica Alejandro Andersson, director del Instituto de Neurología Buenos Aires (INBA).
Los principales síntomas fisiológicos de los terrores nocturnos incluyen:
“Estas crisis pueden durar entre uno y 10 minutos, y pueden causar malestar en la vida de la persona que lo experimenta", comenta Yulieth Cuadrado, jefa de neuropsicología del INBA (M.N. 80468).
Entre las causas más comunes se encuentran la privación de sueño, el estrés, la fiebre, el consumo de sustancias estimulantes y otros trastornos del sueño, como la apnea obstructiva, el síndrome de piernas inquietas y el insomnio.
“Cuanto peor sea la calidad del sueño y cuantas más fragmentaciones haya en la etapa del sueño profundo, más probabilidades de sufrir y empeorar esta patología”, señala Pablo Ferrero, neurólogo director del Instituto Ferrero de Neurología y Sueño.
El factor genético también juega un papel determinante. Existen antecedentes familiares en muchos casos de parasomnia. Además, los episodios son más comunes en la infancia y tienden a disminuir con la edad. No obstante, cuando están asociados con estrés crónico o trastornos psicológicos, pueden persistir en la adultez.
“Existe alta comorbilidad con los trastornos depresivos, de ansiedad y especialmente el trastorno obsesivo-compulsivo”, observa Cuadrado. Desde la línea del psicoanálisis, Pilar María Vila, psicóloga (M.P. 1130), explica que cuando no hubo una elaboración psíquica del trauma, los terrores nocturnos pueden representar la irrupción angustiante de una experiencia traumática no resuelta.
Si bien los terrores nocturnos no dejan secuelas físicas permanentes, pueden generar insomnio por anticipación, fatiga crónica, dificultades de concentración, alteraciones en la memoria y un aumento del riesgo de enfermedades metabólicas. “La activación frecuente del sistema nervioso simpático puede generar miedo a dormir, lo que afecta la calidad de vida de la persona”, advierte Andersson.
Cuadrado destaca que estos episodios también pueden impactar en las relaciones interpersonales. “La sensación de poco control de la situación puede contribuir a un sentimiento de vergüenza y, potencialmente, a conductas de aislamiento social”, señala. En la misma línea, Mercedes Conti Urabayen, neuropsicóloga (M.N. 62814), indica que estas limitaciones pueden afectar la esfera emocional.
Ante episodios frecuentes, es recomendable acudir a un especialista para evaluar causas subyacentes y considerar estrategias de tratamiento. Entre las opciones disponibles se encuentran:
“Cada caso es particular. Con un análisis cognitivo-conductual se puede analizar qué sucedió antes del episodio, cómo fue este en sí mismo y qué sentimientos, pensamientos o conductas se generan luego de este”, explica Cuadrado.
Si una persona atraviesa un episodio de terror nocturno, los expertos recomiendan:
Para fomentar un buen descanso, la World Sleep Society sugiere diez prácticas clave, entre ellas establecer un horario regular de sueño, evitar la cafeína y el alcohol antes de acostarse, realizar ejercicio de manera regular y reservar la cama exclusivamente para dormir.
En el marco del Día Mundial del Sueño, comprender los trastornos del sueño como los terrores nocturnos permite tomar medidas para reducir su impacto y mejorar la calidad de vida de quienes los padecen.
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