Cuando la primera mujer ingresó a la Facultad de Medicina, en 1887, "la sociedad salvadoreña se mostró escandalizada ante la monstruosidad de una mujer ‘desvergonzada’" y tuvo que abandonar sus estudios. Pasaron varios décadas -e intentos- para que la primera lograra graduarse como médica. La doctora María Isabel Rodríguez es parte de esas pioneras. ¿Quiénes son las demás?
Desde que fue creada la Facultad de Medicina en la Universidad de El Salvador, en 1847, tomó más de 80 años para que -después de intentos fallidos de algunas osadas- la primera mujer pudiera graduarse como doctora en 1930.
En aquella época, las mujeres no solo tenían problemas para acceder a la educación -y a una carrera tan demandante como la Medicina-, sino también se les relegaba en diferentes áreas y se les condicionaba incluso ser reconocidas como ciudadanas salvadoreñas.
Mientras los hombres solo debían cumplir mayoría de edad (18 años) para obtener su ciudadanía y los derechos como el voto, a las mujeres se les exigían otros requisitos. “Para ser calificada como ciudadana la mujer, si era casada debía ser mayor de 25 años; y si era soltera, de 30. En ambos casos debía haber aprobado la primaria (...) Al hombre, en cambio, solo se le venía exigiendo ser mayor de 18 años”, recoge el libro Historia de la Medicina en El Salvador.
Había una excepción en la que las mujeres podían ser inscritas como ciudadanas al cumplir los 18 años: tener un título profesional. Pero para esto, sin embargo, se debía enfrentar a otro listado de requerimientos que no se le exigían a los hombres y, si lograba ser aceptada en un centro de estudios, lidiar con el escarnio por su afrenta al sistema que las empujaba a un rol meramente familiar.
“A principios del siglo XX, por razones eminentemente culturales (discriminatorias), a la mujer salvadoreña se le reconocía su nacionalidad, pero le era negada su ciudadanía y los derechos políticos; no era de extrañar que en el campo de la medicina, al igual que en las diferentes ramas de la ciencia, la mujer permaneció prácticamente ignorada”.
Historia de la Medicina en El Salvador
Aún sin derecho a ciudadanía, educación o voto, las mujeres se hicieron a fuerza un espacio como protagonistas en momentos históricos como la toma de la Policía Nacional a principios de 1921 por parte de vendedoras de los mercados que protestaban contra las pésimas condiciones de vida y la represión de los Meléndez Quiñónez, o “la marcha pacífica de seis mil mujeres, quienes en 1922, desfilaron vestidas de negro en signo de luto por la muerte de la democracia” y fueron ametralladas, relata la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE).
La Facultad de Medicina quedó creada bajo el decreto número 36 publicado en la Gaceta del Supremo Gobierno del Estado de El Salvador del 5 de noviembre de 1847. La UES se había fundado tan solo seis años antes (1841).
Sin embargo, la primera mujer que ingresó a la Facultad de Medicina de la UES fue Concepción Mendoza, hasta 1887. Pese a que tuvieron que pasar 40 años para que la primera se atreviera a protagonizar la hazaña, no tuvo éxito.
“La sociedad salvadoreña se mostró escandalizada ante la monstruosidad de una mujer ‘desvergonzada’. Se le presentaron tantas dificultades y problemas en el seno de la escuela, que por fin se desanimó y no terminó (...) En el año 1914 otra mujer hizo el intento de estudiar Medicina, pero se vio obligada a interrumpir los estudios por ofensivas expresiones y malcriadeces de la gente”.
Historia de la Medicina en El Salvador
Una tercera lo volvió a intentar en 1930: Elisa Connerotte. Inició sus estudios y estudió dos años, pero fue obligada a dejarlos cuando contrajo matrimonio con otro estudiante de la Facultad, Eliseo Santamaría. “Esta noción restrictiva del papel de la mujer en el campo de la medicina, tan fuerte y agresiva en el siglo pasado, era notoria todavía en 1930”, consigna el artículo dedicado a ellas que hace parte del libro Historia de la Medicina en El Salvador, escrito en colaboración por varios profesionales de la Salud.
Contra todos los obstáculos, en 1930 logró egresar como doctora en Química y Farmacia Margarita Lanza de Cornejo.
En esa misma Facultad, en el año de 1938 se graduó Bertha Orbelina Gonzáles, en cuyo expediente se muestra la constancia de conducta intachable que el Alcalde de su domicilio extendió para que fuera presentado como requisito de ingreso a la citada Facultad. Pero al revisar los expedientes de los estudiantes hombres de ese mismo año, tal constancia no era un requisito para ellos.
En 1941, ocurrió algo trascendental para la participación de las mujeres en la medicina. La Facultad admitió a la doctora Margarita Weber de Béneke, después de someterla a tres exámenes privados y uno público. Seis años antes (1935) se había graduado en la Universidad de Froiburg de Alemania. Su especialidad era la obstetricia, enfocada en el cuidado de las mujeres durante el embarazo, el parto y el posparto.
La primera mujer médico de la UES se graduó cuatro años después, en 1945, bajo la especialidad de Ginecología y obstetricia. Se trató de Estela Gavidia de Grabowski, quien llevaba en el esfuerzo once años. Ingresó a la Facultad en 1934 pero durante ese tiempo “varios sucesos funestos que enlutaron su familia la obligaron a diferir sus estudios”. Su tesis fue sobre las “Afecciones ginecológicas más frecuentes en El Salvador”.
En 1948, se graduó Adela Cabezas de Allwood como la segunda médica; lo hizo bajo la especialidad de Medicina Interna y Nutrición. Para ello realizó una tesis sobre la “Endocarditis Ulcero-Vegetante en El Salvador”.
Al siguiente año (1949), la ampliamente reconocida doctora María Isabel Rodríguez se graduó bajo la especialidad de cardiología con la tesis “Acción del Tarirato de ergotamina sobre el electrocardiograma normal”.
Fue hasta aquellos años en que “la mujer empezó a cambiar en todo aspecto”, pues “ya en la constitución de 1950 a la mujer se le otorga la ciudadanía sin condiciones (y el derecho al voto)”.
“Es claro que hasta mediados del siglo pasado las mujeres que ingresaron a la UES no sólo fueron muy pocas sino que además cumplieron requisitos ‘extras’ que a sus pares hombres no les exigían, por consiguiente se puede intuir que el ambiente estudiantil de la época no alentaba a que más mujeres se inscribieran”. Patricia Castro Fuentes, docente de la carrera de Antropología de la UES, en un artículo de la Unidad de Género.
Además de ser de las primeras médicas salvadoreñas, Rodríguez también marcó un hito en la historia al convertirse en la primera mujer en ocupar un cargo como decana de la Facultad de Medicina en 1967 y posteriormente al ser la primera y única rectora, máxima autoridad de la UES, en 1999.
“En ambos casos esa mujer es la doctora María Isabel Rodríguez, cuya trayectoria académica y científica ha sido reconocida nacional e internacionalmente con los doctorados Honoris Causa de las universidades de Guadalajara, UCA de El Salvador, Nacional de Córdoba, Argentina y San Carlos de Guatemala”, destaca Castro en el artículo que hace un recuento de los desafíos que ha supuesto a las mujeres obtener un título universitario a través de los años y ahora, obtener puestos de dirección. En esto último, las mujeres aún son minoría.
Actualmente, Rodríguez goza de una vida longeva. Cumplió un siglo de vida el 5 de noviembre de 2022. Este 2024 cumpliría 102 años. Además, como pocas personas podrían hacerlo, se desempeñó como Ministra de Salud a la edad de 87 años y hasta los 92 (2009-2014).
A pesar de lo que aún falta por alcanzar una paridad de derechos, Castro celebra que ”producto de esas luchas, es común ver a las mujeres en las universidades, dirigiendo empresas, ocupando cargos públicos como presidentas, diputadas, alcaldesas o ejerciendo como médicas, ingenieras, físicas, economistas y astronautas, entre otras profesiones”.
“Además, salimos solas a fiestas y podemos decidir con quién casarnos y hasta si queremos tener o no hijas e hijos. Pero todas esas libertades de las que ahora gozamos, los derechos que ahora podemos hacer valer y los espacios públicos a los que podemos acceder, son el resultado de una larga lucha de mujeres valientes, decididas y visionarias, que se atrevieron a transgredir las normas establecidas y a dar la batalla en la lucha por demostrar que las diferencias entre hombres y mujeres son el resultado de procesos de socialización y no un Mandato divino”, concluye la académica.
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