Las opciones de las mujeres se limitan al empleo informal, trabajo doméstico, labores de cuido que no son bien remunerados y las violentan.
Marta (nombre ficticio) trabajaba como costurera en una empresa que tenía varias sucursales en el país. En el 2020, con la pandemia del covid-19 el negocio comenzó a tambalear y el dueño se vio obligado a cerrar algunas de esas tiendas. Una de esas fue donde Marta laboraba desde hace un par de años.
“Me llamó el dueño, me dijo que iba a cerrar la tienda, que me iba a dar unas máquinas (de coser) porque no tenía dinero para pagarme el tiempo, eran como $3,700 los que me tenía que pagar. Por la situación (del covid) uno no sabía qué iba a pasar, se hablaba de muertos por todos lados, uno tenía miedo. Cuando me dio el señor la máquina firmé un papel que no leí, todo mundo andaba alborotado, no me di cuenta que decía”, cuenta Marta.
Con las máquinas que le entregaron, Marta comenzó a coser en casa. “Hacia trabajitos, me hice de mis clientes, pero me hacía falta el dinero de mi tiempo”, dice, así que fue el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (MTPS) a pedir asesoría.
Con el proceso en marcha, recuerda, le notificaron que el papel que había firmado cuando le dieron las máquinas de coser exoneraba a su jefe de pagarle su tiempo. “Me quería morir, pensaba que no tenía lo que me merecía”.
Fue una etapa difícil, pero la superó, así que decidió buscar de nuevo empleo. A Marta le encanta la costurería y que comenzó a buscar plazas en el rubro, pero las opciones se limitaban a turnos nocturnos y en las maquilas.
“En esos días salían trabajos, pero de estar de noche y casi solo me salían oportunidades en maquilas”, afirma, así que desistió y a día de hoy continúa trabajando en casa con la clientela que consiguió.
Los ingresos, dice, alcanzan para lo básico. Estaba acostumbrada a un salario fijo. “En esta época (Navidad y año nuevo) me da nostalgia, porque yo recibía mi aguinaldo, uno se hacía ilusiones en lo que iba a comprar, ahora ya no”, afirma.
Según el estudio “Mujer y Mercado Laboral 2023” de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA) el 7.9 % de las mujeres no pudo recuperar su empleo en el sector formal tras la pandemia del covid-19, contra el 18.2 % de los hombres que sí pudieron hacerlo.
El estudio de la oenegé detalla que durante la pandemia tanto hombres como mujeres perdieron su empleo formal en similar proporción: 10.3 % y 10.5 %, pero la recuperación no ha sido equitativa.
Carmen Urquilla, coordinadora del programa Justicia Laboral y Económica de ORMUSA, explica que la brecha entre hombres y mujeres para volver a un trabajo formal tras la pandemia se basan en las desigualdades de género.
“Esto está directamente vinculado a la forma en que está configurado el mercado laboral y cómo ha funcionado. ¿Cómo está configurado? Sigue teniendo sobre su base la división sexual del trabajo y el funcionamiento que ha tenido. Estas brechas generan desigualdades. Esta ha sido la dinámica del mercado laboral para las mujeres”, afirma la experta.
Para Morena Herrera, feminista y defensora de derechos humanos, para que las brechas de recuperación de empleo en el sector formal sean más equitativas se deben establecer políticas públicas que beneficien la contratación de las mujeres.
“En general ha habido una mayor ventaja para los hombres en la recuperación del empleo formal, es una brecha que se mantiene. Para superarlas se necesitan políticas públicas en las que el Estado y la empresa privada puedan tener cuotas de contratación para mujeres”, expresa.
¿QUÉ HACEN LAS MUJERES?
El 92 % de las mujeres que no logran conseguir un empleo formal optan por el trabajo informal, como el de Marta, donde no obtienen seguro social ni una pensión, además se dedican a trabajos no remunerados como labores de cuidado.
“¿Qué opciones tienen las mujeres al no encontrar un empleo formal? Irse al sector informal que es más precario, por ejemplo como trabajadoras del hogar o como doméstica donde tampoco tienen derechos laborales. Es muy alto el costo que tienen que pagar de no tener un empleo formal porque también son más propensas a vivir hechos de violencia, de discriminación”, señala Urquilla.
Herrera dice que, dependiendo del grado académico, algunas mujeres tienen un abanico de opciones más grande, pero una enorme desventaja: falta de seguridad social y también puso sobre la mesa la migración. “Algunas optan por ejercer su profesión, ofrecer consultorías y generan ingresos, pero no seguridad laboral; y otras mujeres optan por migrar ante la falta de un empleo formal”.
Marta, por su parte, confiesa que con la clientela que ha reunido saca para los gastos, con los que ayuda a su hija que es madre soltera, y a sus nietos. “Me doy terapia yo sola, que voy a superar esto, y trato de ver el lado positivo a todo”.
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