La modelo rusa contaba con $45 semanales en sus primeros años de carrera. Ahora su cotización anual suma $73 millones.
Con Irina Shayk se cumple aquello del veni, vidi, vici. La "top model" rusa lo ha demostrado en uno de los últimos eventos públicos en los que ha participado en España, como imagen de la firma Porcelanosa. En Castellón ha amadrinado su nueva tienda, la tercera de la que es musa tras las de Nueva York y Londres. Ha desfilado de nuevo por la alfombra roja. Un escenario común. Pero insiste: "Fuera de ella soy una persona normal".
Ha hecho del carisma su bandera. Su fortín para blindarse de las inseguridades y complejos que le asaltaron en el pasado. Su tez morena, sus labios gruesos, el hecho de ser zurda o su forma de vestir fueron objeto de burla y acoso en el colegio, y alimentaron sus inseguridades. Sus complejos.
Pero Shayk parece haber dejado atrás esa inseguridad. Más de una década en el mundo de la moda —"un trabajo que amo y que me deja haber estado al lado de leyendas como Riccardo Tisci, Donatella Versace, (los fotógrafos) Mert y Marcus o Luigi Miano"— han contribuido a forjar una base vital sólida. Trabajo, constancia y nuevos retos. "Soy Capricornio y una perfeccionista. Nunca me detengo, siempre intento ir por el mejor resultado posible. Me encanta desafiarme. Me he hecho a mí misma", explica en una entrevista a El País de España. Y tanto. Admira a quien, como ella, construye "literalmente de la nada" y a golpe de dedicación un proyecto exitoso.
Ella lo es. Llegó a vivir con $45 a la semana en sus primeros años como modelo. Ahora factura $73 millones en un año entre contratos publicitarios y pasarela. Sobre esta saltó casi de rebote, después de que su hermana mayor, Tatiana, le rompió un dedo y no pudio presentarse a los exámenes de piano. "Me alegré". Iba para pianista, como su madre. "Lo odiaba". Así que probó suerte en París como modelo, en plena adolescencia, para echar una mano en casa tras la muerte de su padre.
Tanto en lo profesional como en lo personal, recorre el camino que ha elegido. "Con las personas leales que me rodean, con familiares a quienes amo, con amigos que son honestos, sinceros y en quienes confío. Ellos son mi presente y serán mi futuro", responde. En este grupo de leales se cuelan su actual pareja, el actor estadounidense Bradley Cooper, y su hija, Lea de Seine, con quienes vive en Nueva York. Con ellos ha vuelto al anonimato selectivo y elegido.
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