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Quién fue Tom Bacon, el científico del que probablemente nunca escuchaste hablar pero que fue clave para que la humanidad llegara a la Luna

El ingeniero inglés desarrolló las llamadas baterías de combustible alcalinas, que suministraron electricidad y agua a las misiones espaciales durante décadas.

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“Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”.

La célebre frase que hace más de 55 años pronunció el astronauta estadounidense Neil Armstrong al pisar el suelo lunar fue posible gracias al trabajo de un ejército de ingenieros y de científicos de distintas especialidades.

Sin embargo, la labor de uno en particular, el inglés Francis Thomas Bacon -mejor conocido como Tom Bacon- casi ha caído en el olvido. Esto, a pesar de que en su momento el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon (1969-1974), reconoció que su contribución fue fundamental para llevar al hombre al satélite natural de la Tierra.

“Sin ti, Tom, no habríamos llegado a la Luna”, le dijo el inquilino de la Casa Blanca a Bacon durante una recepción celebrada poco después de la misión Apolo 11, de acuerdo con varios biógrafos del inventor, fallecido en 1992.

Retrato de Francis Thomas Bacon en 1959.
Getty Images
Bacon probó que era fiable obtener electricidad de los químicos, una teoría que hace casi 100 años antes presentó otro inventor británico.

Dando luz y agua a los astronautas

Bacon, quien nació en 1904 en la localidad de Billericay, en el sureste de Reino Unido, desarrolló las baterías de combustible alcalinas o fuel cells (en inglés), que se utilizaron en las misiones Apolo y en los transbordadores espaciales.

Las también conocidas como celdas Bacon son dispositivos que “producen electricidad electroquímicamente al combinar hidrógeno y oxígeno”, afirmó el astrofísico y comunicador científico escocés Scott Manley.

¿Cómo operan? “Las baterías dividen el hidrógeno y el oxígeno en iones y electrones. Los electrones liberados fluyen a través de un circuito externo, proporcionando electricidad, mientras que los iones fluyen de un lado de la pila a otro, donde finalmente se combinan, produciendo agua”, explicó a BBC Mundo la profesora de reacciones energéticas de la Universidad de Cambridge, Ewa Marek.

El invento de Bacon, quien estudió en el Trinity College de Cambridge, demostró ser la mejor opción para suministrar la energía eléctrica necesaria para operar los sistemas de radio, de televisión y de soporte vital, así como las computadoras de navegación de las naves espaciales.

“A diferencia de las baterías tradicionales que se agotan y requieren ser recargadas, estos dispositivos pueden continuar generando energía de manera indefinida, siempre y cuando los alimentes con hidrógeno y oxígeno y se le quite el agua que producen”, explicó el propio científico en una entrevista que concedió en 1969 a un programa de radio de la BBC.

Un batería de combustible alcalina
Getty Images
La batería de combustible alcalina o fuel cell desarrollada por Bacon fue incorporada en las naves espaciales para surtirlas de electricidad y agua.

La presencia del hidrógeno y del oxígeno estaba garantizada, porque ambos elementos químicos son los combustibles empleados para propulsar los enormes cohetes en los que se sustenta la carrera espacial.

De acuerdo con los registros de Pratt & Whitney, las tres baterías instaladas en el Apolo 11 funcionaron a la perfección y proporcionaron unos 400 kWh de energía eléctrica durante los días que duró la misión a la Luna.

Pero como si el suministro de electricidad no fuera suficiente, las baterías resolvieron otro problema: cómo hidratar a los astronautas y mantener la atmósfera de la cápsula espacial húmeda.

“El agua producida por los dispositivos la bebieron los astronautas”, apuntó Bacon.

Retrato de William Grove
Getty Images
En 1839 el inventor gales William Grove ya planteó la posibilidad de desarrollar una batería eléctrica a partir de sustancias químicas.

Materializando una idea centenaria

Aunque se atribuye a Bacon la idea de producir electricidad a partir de la mezcla de elementos químicos, lo cierto es que el concepto ya había sido puesto sobre la mesa a principios del siglo XIX por otro científico británico: William Grove. Sin embargo, fue Bacon quien confirmó su viabilidad.

Nada más graduarse en 1925, al joven ingeniero le ofrecieron una pasantía en la firma C.A. Parson, una gran productora de turbinas a vapor británica que hoy es parte de la alemana Siemens. En un principio, trabajó desarrollando luces y reflectores.

No obstante, al leer una revista científica encontró las ideas de Grove y desde allí quedó intrigado, según la biografía que publicada por la Real Sociedad de Ciencias de Reino Unido.

“Me impresionaron inmediatamente las posibilidades de producir energía electroquímicamente a partir del hidrógeno y el oxígeno, en lugar de utilizarlos para alimentar un motor con ellos”, comentó el ingeniero.

A principios de la década de 1930, Bacon propuso a sus jefes indagar sobre este concepto, pero ellos rechazaron la idea por considerar que era irrelevante para el negocio.

Un trasbordador espacial saliendo de Cabo Cañaveral
Getty Images
El invento de Bacon fue utilizado por la NASA en sus cápsulas y transbordadores espaciales hasta 2010.

Sin embargo, la negativa de sus supervisores no frenó al inventor, quien, al ser hijo de un terrateniente, era independiente económicamente y pudo costear parte de sus experimentos.

No obstante, las altas presiones y temperaturas de sus ensayos lo forzaron a desistir de continuarlos en el taller que tenía en su casa.

Bacon comenzó a realizar sus pruebas en los laboratorios de C.A. Parson, pero para la década de 1940 sus jefes lo descubrieron y lo pusieron en la encrucijada de desistir para conservar su empleo o marcharse.

Bacon se fue y continuó con su trabajo en el King’s College de Londres y luego en su alma mater: Cambridge.

El gobierno británico costeó parcialmente sus investigaciones, pero las dudas sobre su utilidad hicieron que los fondos no fluyeran en la cantidad y con la rapidez requeridas.

Pero la labor del ingeniero no pasó desaparecida para la estadounidense Pratt & Whitney, que había ganado un millonario concurso para desarrollar el sistema eléctrico de los vehículos que la Administración Nacional del Aire y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) emplearía para llevar al hombre a la Luna.

Bacon junto a una batería de combustible.
Getty Images
Bacon admitió que jamás pensó que su trabajo serviría para impulsar a la carrera espacial.

Un resultado inesperado

Por su tamaño, peso y sobre todo por su capacidad, la batería diseñada por Bacon era perfecta para la carrera espacial.

A diferencia de los motores térmicos, que tienen una eficiencia limitada para convertir el calor en electricidad, una celda de combustible, en principio, puede convertir en electricidad toda la energía que produce una reacción química, se indica en un artículo publicado por el departamento donde Bacon trabajó.

Expertos como Marek aseguran que, sin la invención del ingeniero inglés, el hombre no habría podido llegar a la Luna en julio de 1969.

“En ese momento, ninguna otra tecnología podía proporcionar beneficios similares a los de las baterías de combustible de Bacon”, afirmó.

“Las características únicas de este dispositivo son la razón por la cual la NASA lo siguió utilizando en misiones espaciales hasta 2010, cuando lo reemplazó por las baterías de iones de litio”, agregó la experta.

Fotografía de la huella sobre el suelo lunar.
Getty Images
Los astronautas de la misión Apolo 11 le obsequiaron a Bacon una copia de la fotografía como la que se muestra aquí.

Sin embargo, cuando en la década de 1930 Bacon comenzó sus investigaciones jamás pensó que terminarían contribuyendo a la carrera espacial.

“Siempre esperé que (mi trabajo) se utilizara en vehículos de conducción o para ferrocarriles”, admitió el ingeniero inglés en una entrevista que concedió a la BBC en 1969.

Aunque las baterías de combustible alcalinas se hicieron famosas por proveer energía y agua a las naves espaciales, Marek afirmó que también han probado ser útiles en otros campos más terrenales.

“Las primeras pruebas del dispositivo se hicieron con una máquina de soldar, con una sierra eléctrica y un montacarga con capacidad de dos toneladas, que hasta ese momento no podían funcionar sin estar conectados a una red eléctrica”, explicó.

“Esto pone de relieve en qué aspectos las baterías son más útiles, pues pueden alimentar dispositivos eléctricos en zonas remotas donde la infraestructura eléctrica no es fiable o no existe en absoluto”, agregó.

Un cohete Saturno V despegando.
Getty Images
Expertos aseguran que sin la invención de Bacon el hombre no habría podido llegar a la Luna en 1969.

Al rescate del inventor

En vida, Bacon recibió varios reconocimientos y fue invitado al número 10 de Downing Street -la residencia oficial y oficina de trabajo del primer ministro británico- para conocer a los astronautas del Apolo 11, durate la visita que realizaron a Reino Unido. Y allí los viajeros le regalaron al inventor una fotografía donde se ve la huella sobre el suelo de la Luna, que le autografiaron y dedicaron.

Sin embargo, la figura y trabajo del ingeniero inglés, quien además es descendiente del filósofo isabelino Francis Bacon, no son tan conocidos por el gran público como los del germano-estadounidense Wernher von Braun y de otros partícipes del programa espacial.

Marek atribuye esto a la modestia del científico.

“Era un hombre muy humilde que no buscaba ser una personalidad pública”, afirmó la profesora a BBC Mundo.

El testimonio de una vecina de la localidad de Little Shelford, a 100 kilómetros al norte de Londres y cercana a Cambridge, donde Bacon pasó el grueso de su vida, corrobora lo dicho por Marek.

"Los estadounidenses lo invitaban a todos sus lanzamientos espaciales y siempre comentaba: ‘Son tan amables, no sé por qué siempre me invitan’. ¡Sin duda sabíamos por qué!”, se lee en un artículo sobre el inventor.

Hace solo unos días las autoridades de la ciudad universitaria de Cambridge atendieron una solicitud de una organización ciudadana y colocaron una placa para honrar al inventor en la fachada de la que fue su residencia hasta su muerte en 1992.

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BBC

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