
Sin educación sexual en las escuelas, en donde se supone formación profesional para abordarla, los adolescentes tienden que recurrir a internet, a todas sus redes sociales o a la calle.
Los estudiantes de Tercer Ciclo y Bachillerato están en plena pubertad y adolescencia, un periodo de desarrollo fundamental para el resto de la vida. Lo que hagan o dejen de hacer marcará los siguientes años de su vida, y más: marcará su vida. Y... de un plumazo, la educación sexual se eliminó de los programas educativos.
Los padres y madres tienen bloqueos culturales y emocionales en esta temática. Sin educación sexual en las escuelas, en donde se supone formación profesional para abordarla, los adolescentes tienden que recurrir a internet, a todas sus redes sociales o a la calle. En las escuelas se supone que los maestros están capacitados para abordar de manera responsable y sin sesgo temas fundamentales en la vida como la educación y la práctica sexual, la afectividad, la sexualidad y otros temas más.
Si la sociedad opta por desvalorar, por comodidad o irresponsabilidad, la información científica, insisto, los adolescentes van a internet o a la calle. En la primera opción, la de internet, ningún padre, madre o maestro tiene control sobre lo que los hijos e hijas ven y escuchan. Los adolescentes se mantienen conectados viendo escenas alejadas de la realidad y, peor aún, dañinas para su salud mental y equilibrio emocional. Los padres y madres de familia usualmente ignoran lo que ven y no dimensionan los peligros a los que están expuestos. Si dejamos que la calle sea la fuente de la educación sexual, van a conocer, producir y reproducir información incompleta y los mitos sobre el tema.
Sin educación sexual, los adolescentes están expuestos a riesgos que cambian sus vidas. Embarazos precoces que, aunque exista ley que les ampara para mantenerse en el sistema educativo, les cambian la vida, les restan oportunidades de desarrollo y los condenan a reproducir sus mismas condiciones de vida. Quedan expuestos también a enfermedades de transmisión sexual como el VIH-Sida; por ignorancia, no se protegen para evitar riesgos. Embarazos y enfermedades de transmisión sexual son limitantes para el desarrollo de los adolescentes.
El sexo es parte de nuestra naturaleza. Nadie puede negarlo. Por esto, debe conocerse y administrarse con responsabilidad. Y esta responsabilidad, ojalá inicie antes de la adolescencia. ¿A quién le toca asumir embarazos precoces? ¿A quién le toca asumir enfermedades de transmisión sexual? A la familia y a la sociedad en general. Hasta los 18 o 19 años, la población debería estar en la escuela, conociéndose, aprendiendo, intercambiando y desarrollando su potencial. Si esa es la aspiración, la educación sexual es indispensable.
La ley protege a los adolescentes que precozmente se embarazan para que no abandonen el sistema educativo, aunque enfrenten discriminación y acoso. A pesar de la ley, muchos desertan del sistema tempranamente. Si no es durante el embarazo, más temprano que tarde tienen que asumir las responsabilidades familiares. Los embarazos precoces afectan la salud mental, generan trastornos emocionales difíciles de manejar y los convierten en personas vulnerables al acoso, a la discriminación y a establecer relaciones poco sanas, aunque tengan asistencia psicológica.
La educación sexual integral es fundamental para abordar los temas biológicos, sociales y psicológicos necesarios e indispensables para el desarrollo y una adecuada convivencia. Conocí un programa clave en el Ministerio de Salud: tuvo un programa clave, Cero Embarazos, con su respectivo mapa de localización de embarazos precoces a nivel de distrito. Fue una herramienta valiosa para la planificación de políticas públicas que parten de educación. Lastimosamente, lo eliminaron de la página institucional.
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