En los últimos meses el presidente Trump ha despedido funcionarios y asesores políticos en un número récord, incluyendo al que fuera jefe de su campaña triunfadora en 2016, sin aceptar que sus propias decisiones y palabras inciden negativamente en el propósito de su reelección y configuran el cuadro Trump vs. Trump en el empinado camino hacia las elecciones del próximo 3 de noviembre. ¿Cómo se puede entender al propio presidente de los Estados Unidos acusando a los altos mandos de sus fuerzas armadas de complicidad con la industria militar, siendo él su comandante general?
Transcurrieron las convenciones de los partidos Republicano y Demócrata con las limitaciones que la pandemia obligaba, pero cada una de ellas retrató parte del espíritu que anima a esas poderosas formaciones tradicionales. Los demócratas mostraron su empeño de reconciliación nacional interracial destacando el lanzamiento de su candidata a vicepresidenta, la actual fiscal general de California, Kamala Harris, una afroamericana hija de una señora nativa de la India y de un señor originario de Jamaica. En cambio los republicanos montaron un impresionante escenario que destacaba la grandeza de los Estados Unidos (Great America) y confrontaron a sus adversarios señalándolos como "extremistas".
Luego de observar las encuestas posteriores a dichos eventos (cuyos resultados acortan brevemente la distancia entre ambos candidatos, manteniendo una significativa ventaja para Biden), la campaña toma una velocidad e intensidad mayores, con una crispación y sesgos nunca antes vistos en la historia electoral de la Unión Americana.
Donald Trump es el "blanco" en varios libros que le disparan: uno de su propia sobrina, otro de un exasesor suyo, uno más de una exempleada de la Casa Blanca y varios de menor trascendencia. En todos esos libros el señor Trump recibe variadas acusaciones, pero fiel a su convicción que la mejor defensa es el ataque sigue refiriéndose a su contrincante como un Joe Biden caduco e influenciable, apoyándose en el hecho de ser el exvicepresidente de Obama tres años mayor que él. Ambos son septuagenarios.
Los adversarios de Trump por su parte han puesto en duda su equilibrio emocional, por las cosas que hace y por las que dice. Revisan cómo minimizó el peligro de la pandemia que se ha llevado ya las vidas de más de 190,000 estadounidenses y recetó que la gente se inyectara un desinfectante. Sobre su menosprecio a la amenaza del coronavirus, Trump ha explicado que lo hizo "para evitar el caos".
Los giros en la política exterior de Washington y los riesgos que presenta la actual campaña política en aquel país desvanecen aceleradamente la confianza de quienes veían en los Estados Unidos al guardián de un aceptable orden internacional. El desfile de milicias armadas de supremacistas blancos por las calles de Portland y otros sitios son una alerta de hasta dónde pueden llevar los llamados a la confrontación en un país donde las armas se venden como caramelos. Una guerra interna en los Estados Unidos al estilo de Irlanda del Norte sería fatal, particularmente para las minorías étnicas. Y hay señales que advierten de ese peligro: ¿quiénes hacen posible la infiltración de turbas violentas en las manifestaciones de protesta por los abusos policiales? ¿A quién benefician electoralmente los desórdenes?
Una respetable encuesta en Alemania exhibe resultados impresionantes: el pueblo germano le teme más a las políticas de Trump que al contagio del covid-19. Opinan que tales políticas conducen a un mundo más peligroso. En la memoria histórica de los alemanes están impresos el dolor y la sangre que provocaron las milicias de los supremacistas nazis.
Oremos para que el pueblo estadounidense y el mundo no vean la destrucción de sus principios y valores más apreciados. En Dios confiamos.
Mensaje de response para boletines
Comentarios