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La falta de diagnóstico oportuno y la interrupción de los tratamientos siguen siendo factores que dificultan la recuperación de los pacientes; por ello, toma nota de los síntomas que pueden revelar un problema canceroso en menores de edad.
El cáncer infantil es una condición poco común, pero su impacto en las familias es significativo. A nivel mundial, los resultados son más favorables cuando la enfermedad se identifica en etapas iniciales.
El Dr. Yan Carlos Vargas Caycho, médico radioncólogo y director de Oncodrip, señala que “8 de cada 10 pequeños se curan siempre y cuando sea tratado en forma precoz”. Esto resalta la importancia de realizar controles médicos regulares para detectar posibles signos tempranos.
El cáncer en niños no se presenta como una sola enfermedad, sino como un conjunto de patologías que afectan distintos órganos y sistemas del cuerpo.
La oncóloga pediatra Esmeralda León, de la Clínica Ricardo Palma, indica que el tipo más común es la leucemia, en especial la leucemia linfática aguda. Esta enfermedad compromete la producción normal de células sanguíneas, afectando la capacidad del organismo para combatir infecciones. Sus manifestaciones incluyen fatiga intensa, palidez, aparición de hematomas sin motivo aparente y fiebre prolongada.
Otro tipo frecuente es el cáncer en el sistema nervioso central, considerado una de las principales causas de mortalidad infantil por esta enfermedad. Estos tumores pueden desarrollarse en el cerebro o la médula espinal, generando síntomas que varían según su localización. “Los signos más comunes incluyen dolor de cabeza persistente, vómitos sin causa aparente, alteraciones en la visión, convulsiones y cambios en el comportamiento”, menciona el Dr. Juan García, oncólogo pediatra de la Clínica Anglo Americana.
Los linfomas también son frecuentes en la infancia y afectan el sistema linfático. Se dividen en linfoma de Hodgkin y linfoma no Hodgkin. Entre sus síntomas destacan el aumento anormal de ganglios linfáticos, fiebre prolongada, sudoración nocturna y pérdida de peso sin razón aparente. “El linfoma puede ser difícil de detectar en sus primeras etapas porque sus síntomas pueden confundirse con infecciones comunes”, advierte García.
En menores de cinco años, el neuroblastoma es otro de los diagnósticos recurrentes. Se desarrolla en el sistema nervioso simpático y se caracteriza por fiebre, dolor óseo y un crecimiento anormal en el abdomen. Además, el retinoblastoma, que afecta la retina de niños pequeños, puede identificarse mediante la presencia de leucocoria (un reflejo blanco en la pupila) o estrabismo.
Es clave que los padres y cuidadores estén informados sobre los síntomas que podrían indicar la presencia de cáncer en un niño. “Muchos de estos signos pueden parecer comunes en niños sanos, pero cuando persisten o se presentan en combinación, deben ser evaluados por un especialista”, señala la oncóloga pediatra Esmeralda León.
Entre los signos más frecuentes se encuentran:
El Dr. García añade que en niños menores de cinco años el neuroblastoma suele manifestarse con fiebre, dolor óseo y crecimiento en el abdomen, mientras que el retinoblastoma se detecta por la presencia de estrabismo o leucocoria (reflejo blanco en el ojo). “El diagnóstico temprano marca la diferencia en las tasas de curación, por lo que ante cualquier sospecha es esencial acudir a un especialista”, concluye León.
Uno de los tratamientos recientes con resultados prometedores es la inmunoterapia con naxitamab, utilizada para tratar el neuroblastoma. “Su uso ha permitido mantener a los pacientes en remisión completa, con un perfil de toxicidad significativamente menor”, resalta García. También se ha desarrollado la quimioterapia intraarterial oftálmica para el retinoblastoma, que permite administrar el medicamento directamente en el ojo afectado, reduciendo efectos secundarios.
En la actualidad, la investigación en terapia génica continúa avanzando, buscando modificar células defectuosas para restaurar su función normal. “La medicina de precisión avanza rápidamente, lo que nos permite diseñar tratamientos a la medida del paciente”, concluye Vargas Caycho.
El éxito del tratamiento depende no solo de la tecnología médica, sino también del acceso a atención temprana y del apoyo familiar durante el proceso.
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