Los parques públicos y los areneros son una importante fuente de infección por parásitos, especialmente para los niños. Se debe, sobre todo, a que los perros y gatos que comparten áreas públicas con ellos expulsan parásitos intestinales a través de las heces.
Entrada la primavera, y a tiro de piedra del verano, el buen tiempo y el aumento de las horas de luz solar invitan al esparcimiento y a visitar parques y jardines públicos para realizar actividades de ocio.
Por desgracia, los parques públicos y los areneros son una importante fuente de infección por parásitos, especialmente para los niños. Esta situación es debida, sobre todo, a que perros y gatos comparten áreas públicas con ellos, y a que, tanto las mascotas cómo los animales callejeros, pueden expulsar parásitos intestinales a través de las heces, contaminando el suelo y los espacios compartidos.
Resulta evidente que los perros y los gatos desempeñan un papel muy importante en la sociedad, con una huella psicológica relevante, en especial cuando actúan como animales de compañía. Europa tiene una de las tasas más altas de tenencia de mascotas en el mundo: un 46 % de los hogares europeos poseen mascotas, y se estima que hay un total de 92 millones de perros domésticos y 113 millones de gatos domésticos.
Lamentablemente, al igual que ocurre con otras especies animales, los perros y gatos también son una fuente de infecciones parasitarias para los humanos que debemos tener en cuenta, porque al ser un número muy elevado y mantener un contacto estrecho con las personas, el riesgo y el tamaño del problema aumenta.
Está contrastado que las infecciones parasitarias intestinales son una de las causas más comunes de diarrea en los países en desarrollo. A nivel mundial, más de 1 500 millones de personas, el 20 % de la población global, están infectadas con helmintos transmitidos por el suelo. Y más de 267 millones de niños en edad preescolar y 568 millones en edad escolar viven en áreas de prevalencia de helmintos intestinales.
Estos parásitos gastrointestinales, muchos de ellos zoonóticos (transmitidos por los animales a las personas), siguen siendo comunes en los perros, especialmente en los callejeros, a pesar de la disponibilidad de pruebas de diagnóstico sensibles y tratamientos efectivos. Varias investigaciones apuntan a que, en algunas zonas de América del Norte, más del 70 % de los perros están infectados con uno o más parásitos intestinales, incluidos anquilostomas (Ancylostoma spp.), tricocéfalos (Trichuris vulpis), ascáridos del género Toxocara, tenias (Dipylidium caninum, Taenia) y algunos más.
Los parques infantiles y los jardines públicos representan un importante foco de infección por estos parásitos para los seres humanos, especialmente para los niños. De hecho, según varios estudios actuales, una quinta parte de los lugares públicos del mundo están contaminados con huevos de Toxocara (un género de nematodos), con tasas de prevalencia que oscilan entre el 13 y el 35 %, según la zona geográfica. En Europa la prevalencia media ronda el 18 %. Pero dentro de España la variación de la prevalencia en los parques públicos es enorme: desde el 16 % en Madrid, hasta el 37 % en Tenerife o el 67 % de Murcia.
En Lisboa se ha detectado Toxocara en el 50 % de los parques, y está presente también en el 27 % de los patios de las escuelas primarias muestreadas en el extremo sur de Brasil. En cuanto a la ciudad de Nueva York, se considera un problema de salud grave por el riesgo continuo de contraer la infección en los espacios públicos, especialmente en los vecindarios más pobres cómo El Bronx.
Dentro del género Toxocara existen 26 especies de nematodos pero nos centraremos en dos, Toxocara canis y Toxocara cati, que tienen como huéspedes respectivamente a perros y gatos, callejeros o domésticos. Ambos excretan los huevos del parásito por las heces y son los principales agentes causales de la toxocariasis humana. A veces la infección es asintomática, pero otras puede causar fiebre, tos, dolores musculares, pérdida de apetito, hepatoesplenomegalia (crecimiento del hígado y bazo), neumonitis, asma, alteraciones visuales, meningitis, vasculitis cerebral, encefalitis e incluso trastornos neurodegenerativos como convulsiones, demencia y déficits cognitivos.
Un metaanálisis reciente sugiere que más de 100 millones de perros están infectados con Toxocara canis y que estos animales arrojan miles de millones de huevos al medio ambiente cada año. Una vez liberados, los huevos completan su maduración. Y cuando contienen larvas completamente desarrolladas son infecciosos para las personas. Si un ser humano ingiere huevos viables del suelo contaminado con heces de perros, por malas prácticas de higiene o por, por ejemplo, ingerir verduras crudas sin limpiar, puede contraer toxocariasis.
Después de la ingestión de un huevo embrionado preparado para eclosionar, la larva pasa al torrente sanguíneo. Excava a través de los tejidos del cuerpo, donde los gusanos pueden acumularse en el ojo, el cerebro, el hígado y la piel. Como consecuencia pueden desarrollarse daños tisulares severos, ceguera e infecciones encubiertas que pueden disminuir la cognición neurológica o provocar retrasos en el desarrollo.
Un estudio realizado en la ciudad de Nueva York y publicado en 1987 correlacionó la seroprevalencia de Toxocara canis con déficits neurocognitivos en niños.
Es manifiesto que los lugares públicos, como playas, areneros y parques, que son a la vez espacios de recreo y tránsito de animales callejeros, de mascotas y de humanos, desempeñan un papel significativo en la transmisión de la infección por Toxocara y otros parásitos. Con el aumento del número de perros y gatos en entornos humanos, sumado a las neglicencias en la higiene básica, crece el riesgo de que las personas se infecten. Por ello, la concienciación pública y el civismo individual son tan importantes.
El primer paso es que los propietarios de mascotas acaten las medidas más obvias: la recogida y retirada de los excrementos depositados por las mascotas en la vía pública y el empleo de los espacios habilitados para mascotas en parques y jardines.
Además, podemos implementar otras medidas preventivas para evitar contraer infecciones como desparasitar con frecuencia a las mascotas, establecer prácticas higiénicas correctas, evitar el contacto con tierra o arena contaminada con heces de animales, mantener los areneros domésticos cubiertos cuando no estén en uso y enterrar o embolsar las heces de los animales antes de desecharlas en la basura.
Todo ello sin olvidarnos de la importancia de lavar correctamente las manos después de manipular mascotas, suelo o arena y antes de ingerir alimentos, así como de reforzar el mensaje educativo a la sociedad en general y enseñar a los niños que es peligroso comer arena o tierra.
Raúl Rivas González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Autor Raúl Rivas González, Miembro de la Sociedad Española de Microbiología. Catedrático de Microbiología, Universidad de Salamanca
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