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"Su historia era mi historia" dijo el médico al darse cuenta que compartía sus síntomas con el paciente. “Somos muy buenos cuidando a los demás y muy malos cuidando de nosotros mismos”, agregó.
Un especialista en urgencias del Hospital de Distrito de Timmins, en Canadá, identificó que estaba padeciendo un ataque cardíaco mientras asistía a un paciente con la misma condición.
Aunque el hecho ocurrió en noviembre del año pasado, fue dado a conocer por el hospital en el marco del Mes de Concientización sobre la Salud del Corazón, que se conmemora en febrero.
Chris Loreto, de 60 años, notó molestias en el pecho que se extendían hacia la garganta, los dientes y los oídos cuatro meses y medio antes de ser diagnosticado. Las señales aparecieron mientras realizaba ejercicio, pero pensó que eran causadas por reflujo gástrico.
Buscó atención médica, pero al relatar sus síntomas omitió mencionar que estos se presentaban durante la actividad física, lo que después reconoció como un error. Comenzó un tratamiento para el reflujo, pero los síntomas persistieron durante meses sin mejoras.
El 12 de noviembre, mientras jugaba hockey, el malestar volvió, extendiéndose a los hombros. A la mañana siguiente, a pesar de las molestias, cumplió con su jornada laboral. En la última parte de su turno, un paciente sufrió un infarto y recibió atención por parte de Chris.
Después de estabilizar al paciente, habló con su esposa para conocer más detalles y notó similitudes en su historia. Descubrió que la persona a la que asistió también presentaba síntomas parecidos y estaba tomando medicamentos para el reflujo sin un uso adecuado. "Su historia era mi historia", comentó Chris.
En ese momento, decidió compartir lo que sentía con otros colegas, quienes reaccionaron llamándolo “estúpido” por no haber buscado ayuda antes. Lo convencieron de realizarse exámenes, incluyendo análisis de sangre y un electrocardiograma, que confirmaron que estaba sufriendo un ataque cardíaco.
Inicialmente, intentó minimizar la situación y manifestó su intención de continuar trabajando durante el fin de semana. Sin embargo, sus compañeros lograron persuadirlo para que iniciara el tratamiento. Fue trasladado a un centro especializado en Toronto, donde le colocaron un stent y comenzó la rehabilitación.
El antecedente de su padre, quien también era corredor y sufrió un infarto a los 59 años, lo hizo reflexionar: "Ese es el poder de la genética", expresó. Considera que su estilo de vida activo pudo haber evitado un episodio más grave, aunque admitió que debió haber buscado ayuda con mayor rapidez. “Somos muy buenos cuidando a los demás y muy malos cuidando de nosotros mismos”, comentó.
A modo de recomendación para sus pacientes, señaló: “Hagan lo que les digo, no lo que hago”. Al llegar al hospital de Toronto, se encontró con el mismo paciente al que había atendido y su esposa le agradeció por salvarle la vida. “No, gracias por salvarme la vida”, respondió Chris.
Tres meses después, sigue en recuperación y fuera de sus funciones médicas, avanzando en su proceso de rehabilitación cardíaca.
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