El 10 de octubre de 1997, el vuelo 2553 de Austral partió de Posadas poco después de las 21 horas con destino al Aeroparque de Buenos Aires. Aproximadamente una hora después, mientras volaba sobre Gualeguaychú, Entre Ríos, el avión perdió contacto con los radares.
Silvina había viajado desde Buenos Aires para cuidar a su padre recién operado de cáncer de colon. Decidió quedarse unos días más en su pueblo natal, tras aceptar una invitación para dar una charla sobre Derechos Humanos en el colegio del que había egresado.
Aquella noche, en la casa de sus padres, el reloj estaba próximo a marcar la medianoche, cuando su hermano le dio una noticia que lo cambiaría todo: en el canal Crónica informaban que un avión había desaparecido. Silvina sintió cómo el frío la atravesaba. Aunque no tenía ninguna información precisa, supo, en lo más profundo de su ser, que su hermana Viviana estaba en ese vuelo.
“Empecé a llamar desesperadamente al departamento de Viviana, pero nadie contestaba. Con el paso de las horas me iba cayendo la ficha. Traté de comunicarme con Austral pero era imposible, las líneas estaban saturadas. También llamé a mi marido, que estaba en un cumpleaños en Buenos Aires, y me pedía que me calmara, me decía que aún no teníamos certeza. Pero yo tenía una intuición muy fuerte y no estaba equivocada”, cuenta Silvina Rumachella, hermana de la azafata Viviana Rumachella.
El 10 de octubre de 1997, el vuelo 2553 de Austral partió de Posadas poco después de las 21 horas con destino al Aeroparque de Buenos Aires. Aproximadamente una hora después, mientras volaba sobre Gualeguaychú, Entre Ríos, el avión perdió contacto con los radares. A bordo de la nave, con matrícula LV-WEG, iban 69 pasajeros y 5 tripulantes. Entre ellos estaba la azafata Viviana Rumachella, conocida cariñosamente dentro de la aeronave como “La Rumi”. Tenía 34 años.
-¿Cómo llegó su hermana a convertirse en azafata?
-Mis tres hermanos y yo nacimos en Córdoba, pero la familia de mi mamá es de Buenos Aires. Cuando Viviana terminó el secundario decidió venir a la ciudad a estudiar danza. Se inscribió en la escuela, tomó clases pero comenzó a darse cuenta de que, según ella, ya estaba un poco grande. Fue por eso que hizo un curso de auxiliar de abordo. Un tiempo después quedó seleccionada y la convocaron de la empresa Austral. Así empezó a trabajar. En 1997, mi hermana tenía 11 años de antigüedad.
“Cuando ocurrió el accidente Viviana estaba soltera, aunque en ese momento mantenía una relación. Mi hermana no tenía hijos y creo que dentro de la magnitud de esta gran tragedia eso resultó ser una especie de alivio, porque muchos chicos perdieron a uno de sus padres en el accidente, lo que hizo que la situación fuera aún más desgarradora”, agrega.
-¿Viviana estaba contenta con su trabajo?
-No, en ese tiempo ella estaba tratando de cambiar de trabajo porque estaba un poco preocupada por el cambio de administración.
-¿En qué sentido?
-Cuando Viviana comenzó a trabajar en Austral la empresa no pertenecía al grupo español Iberia, sino que estaba administrada localmente. Pero cuando asumieron los españoles, que manejaban ambas líneas áreas, Austral y Aerolíneas, aparecieron los problemas... Mi hermana estaba preocupada por lo que veía al punto que, días antes del accidente, había soñado que moría en un accidente aéreo. Ella estaba cansada y necesitaba un cambio.
Viviana vivía con una tía en Buenos Aires. El año del accidente había logrado cumplir un sueño importante: había comprado su propio departamento y estaba a punto de mudarse. “Estaba a punto de estrenarlo, planeaba mudarse el sábado 11. Lo irónico es que ese día ella no tenía que viajar. Estaba de guardia, lo que significa que debía estar disponible en su casa por si la llamaban para cubrir a algún compañero que, por alguna razón, como una enfermedad, no pudiera tomar su vuelo. Ese día la llamaron y por eso viajó”.
“Empezaron a mentir”
-¿Cómo supieron lo que había sucedido?
-Cuando logré comunicarme con Austral me dijeron: “Vamos a pasarle con la psicóloga”. Listo, ahí lo confirmé todo. Al otro día me tomé el primer vuelo a Buenos Aires. Pero todo estuvo muy mal manejado desde la empresa, en la información que dieron y la forma en que trataron a los familiares.
-¿Qué pasó luego?
-Le confirmé a mi marido que Viviana estaba en ese vuelo y él se subió al auto y fue desesperado a Aeroparque. A él, junto con todos los familiares que iban llegando, los pusieron en un sector especial, aislado. Ahí, empezaron a mentir: les decían que el avión había aterrizado no sé dónde, que estaba intacto, que había sobrevivientes... aunque a esa altura de las circunstancias ellos sabían que no había nada.
-Tras la noticia, varios familiares viajaron al lugar del accidente.
-Hay varias historias en torno a eso. Lo cierto es que para descomprimir la situación mandaron a todos los familiares en un avión que, dicho sea de paso, era el mismo modelo de avión al que unos años antes se le había abierto una puerta durante el vuelo, en Córdoba, y murió la auxiliar Lilian Almada porque cayó al vacío. En ese avión mandaron a los familiares a Gualeguaychú.
-¿Qué sucedió allá?
-Allí estaba el papá de Jorge Cécere, el comandante del vuelo, que también era piloto y él empezó a increpar a uno de los responsables que estaba ahí con el grupo de familiares. “¡Dejen de mentirle a la gente y digan la verdad: que no hay sobrevivientes, que no hay nada!”, decía.
-¿Cuál fue la reacción de los familiares?
-En la desesperación, mi marido junto con el esposo de una pasajera se suben al auto de un familiar de otra víctima que había llegado en coche. Manejando llegaron al lugar, lo lo encontraron de milagro porque estaba oscuro, era campo abierto con pequeños arroyos... Fueron solos, sin conocer la zona.
-¿Y qué encontraron?
-Alguien que estaba en el lugar, creo que un comisario, abrazó a mi marido y le dijo que no podía pasar porque lo que se veía era desgarrador. Había restos del avión, un enorme cráter y fragmentos de cuerpos esparcidos por todas partes. De las 74 personas que iban a bordo, todo lo que se recuperó de ellos cabía en solo dos bolsas de consorcio. Nada más... Terrible. Yo viajé al día siguiente. Se celebró una misa y entregaron una urna con tierra del lugar, pero no quise recibirla. Era algo simbólico, porque en realidad no quedaba nada.
El avión se precipitó a una velocidad de 1000 kilómetros por hora. El impacto fue tan fuerte que el fuselaje y los cuerpos se esparcieron en un área de 800 metros, sobre Nuevo Berlín, a 32 kilómetros de Fray Bentos, Uruguay.
Tras el accidente se desató un camino legal lleno de desafíos y obstáculos, que comenzó en el país vecino. Fue un recorrido repleto de incertidumbres y luchas, que demandó valentía y determinación, pues cada paso representaba una búsqueda incansable de justicia. “Primero, nos enfrentamos a la dificultad de obtener los certificados de defunción. Tuvimos que insistir mucho para que los entregaran, ya que el avión había volado por Uruguay y, por lo tanto, los documentos debían emitirse allí. En cuanto a la tripulación, no había dudas, ya que estaba registrada en el manifiesto. Sin embargo, con los pasajeros fue más complicado, porque en ese momento los controles no eran tan estrictos y los restos no podían identificarse. Lo que se recuperó, por la velocidad con la que el avión se precipitó, fueron fragmentos de los cuerpos: una mano, un dedo, un pedazo de intestino... No había nada”, cuenta Viviana que junto a su marido, además de ser familiar de una de las víctimas son abogados querellante en la causa penal.
-¿Cómo vivieron ese proceso de recuperación de las pertenencias de los pasajeros? ¿qué dificultades enfrentaron?
-En ese momento uno estaba inmerso en esa locura y no se daba cuenta, pero visto en perspectiva fue tal el manoseo y un despropósito... Se recuperaron algunas pertenencias, como los documentos y ropa, pero en el lugar de organizar una entrega ordenada lo que hicieron fue consignar judicialmente a través de la Dirección de Asuntos Consulares de la Cancillería todas esas pertenencias y entonces, nosotros para recuperarlas tuvimos que hacer una presentación judicial acreditando el vínculo de cada uno y fueron citando a la gente para reconocer las pertenencias con el personal del juzgado que ni siquiera se ponían un guante para manipular las cosas. ¡Hasta se robaron cosas!
-En un primer momento hubo muchas teorías sobre las causas del accidente.
-Se dijeron muchas barbaridades. A lo largo de la historia de la aeronavegación comercial Argentina cuando investigaba a la Junta de Investigaciones de Accidentes de Aviación, una rama dentro de la propia Fuerza Aérea que era la que a su vez habilitaba los aviones y tenía el control del tránsito, por cual era juez y parte, siempre la responsabilidad era del piloto, es decir un error humano. Porque si no era ir en contra de los compañeros de armas: los que debieron controlar, los que debieron habilitar. Lo más fácil fue culpar al piloto, hasta el presidente Carlos Saúl Menem dijo. ‘¿Y qué querés si el piloto se metió en la tormenta?’.
-¿Alguna autoridad habló con ustedes?
-No, nadie. De las autoridades, ninguno. Los únicos que dieron la cara con nosotros, en ese momento, fue la gente de Cancillería, pero cuando fue el accidente rápidamente cambiaron al embajador que estaba en Uruguay y pusieron al brigadier Andrés Arnoldo Antonietti.
Aunque el accidente del vuelo 2553 de Austral fue la mayor tragedia de la aviación en Argentina, los familiares de las víctimas se enfrentaron a grandes obstáculos para conocer lo que había pasado. En Uruguay no existía la figura del querellante, lo que complicaba el acceso a la investigación. Para avanzar, invocaron el Pacto de San José de Costa Rica y así obtuvieron el material necesario para entender la situación. Finalmente, lograron que la causa se abriera en Argentina, gracias a una reunión que tuvieron con la Fuerza Aérea. En esa reunión autoridades de la Fuerza les mencionaron que la Dirección Nacional de Aeronavegabilidad, encargada del control aéreo, les causaba “muchos dolores de cabeza” y sabían de varias irregularidades. “En ese momento, lo que más deseábamos era una reunión con la Junta Uruguaya que investigaba el accidente, la comisión de accidentes de aviación civil, pero las investigaciones eran secretas y los familiares no teníamos acceso a la información”, cuenta Silvina.
-¿Lograron reunirse?
-Cuando nos reunimos con la comisión uruguaya, que no nos revelaron el contenido de las conclusiones del informe, pero sí nos dijeron off the record que el día que ellos hicieran públicas sus conclusiones no iban a poder cruzar más el charco. En otras palabras, el informe era contrario a los intereses de la empresa y la Argentina. Fue a raíz de ese informe que nos permitió deducir jurídicamente que las causas de la tragedia había que buscarlas mucho antes del despacho del vuelo.
-¿Qué significa?
-En cómo fue habilitada esa aeronave, por qué no tenía una luz de advertencia que le hubiera dado información a los pilotos de que había fallas en el funcionamiento del velocímetro, que les hubiera permitido tomar otras decisiones y no las que tomaron...
El informe elaborado por la comisión de investigación de aviación de Uruguay transcribe la conversación que mantienen el comandante Jorge Cécere y el copiloto Horacio Núñez que quedó registrada en la caja negra. Se comunicaron de la siguiente manera:
Cécere: Cuidá la velocidad, eh.
Núñez: Sí, sí.
Cécere: Seguí bajando, eh.
- Estoy bajando.
(Ruido estático muy fuerte)
Cécere: ¡Poné atención, bajá la nariz!
Núñez: Tengo 4 lucas para abajo.
Cécere: ¡Ah, no, gordo! ¡Reducí la velocidad! ¡Se trabó mi velocímetro! ¡No bajes más!
Núñez: Poneme, escuchame, poneme slats y dame bomba.
Clack (ruido no identificado)
Núñez: Poneme slats enseguida.
Cécere: ¡Por favor, autoríceme ya descenso!
Núñez: ¡Dios mío! ¡Salí che! ¡Salí che!
(Comienza el sonido de la alarma de advertencia del tren de aterrizaje.)
(Finaliza el sonido de la alarma de advertencia del tren de aterrizaje)
Núñez: ¡Dios mío!
Ruido notorio: clack, clack, clack
Núñez: ¡Dios mío!
Núñez: ¡Dios mío!
Cécere: ¡No, no, carajo, Dios mío, carajo! ¡Nos matamos, la puta que te parió, nos matamos, la concha de la lora!
-¿Qué hallazgos reveló el informe de la Comisión Investigadora de Accidentes de Aviación Civil de Uruguay sobre las causas del accidente aéreo?
-El escenario para mí más cercano a la realidad es lo que expone el informe final de la Comisión Investigadora de Accidentes de Aviación Civil de la República Oriental del Uruguay (Ciada), que determinó como una de las causas de la tragedia aérea la condición de congelamiento de los tubos Pitot (que están en la trompa y en la cola del avión) que produjeron lecturas erróneas en los velocímetros. Ellos iban muy rápido, pero no lo sabían y perdieron el control sin tener margen para intentar una recuperación. La aeronave tenía fallas y fue matriculada en nuestro país vulnerando el reglamento de aeronavegabilidad. Básicamente: ese avión era una bomba de tiempo.
Con el informe de la comisión uruguaya los familiares recurrieron a la Justicia penal argentina. Pero en 2003, el juez federal Jorge Ballestero cerró la causa sin acusados. “Dictó sobreseimiento de los acusados sin poder explicar bien cómo dos personas, estando entrenadas, se equivocaron tanto al mismo tiempo”, explica.
Los familiares de las víctimas no estuvieron de acuerdo con la decisión judicial y presentaron una apelación. Como resultado, la Cámara de Apelaciones anuló esa resolución y ordenó que se llevara a cabo una investigación más exhaustiva. En 2006, el mismo juez acusó formalmente a más de 30 personas considerándolas sospechosas del delito de estrago doloso.
Pero en el juicio oral el resultado no fue el esperado. En 2021, el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 resolvió no emitir condena contra ninguno de los 34 acusados, que incluían tanto a directivos de Austral como a funcionarios civiles y de la Fuerza Aérea. “Nos cercenaron muchas pruebas, fue un juicio muy largo y en soledad, porque ni siquiera la conducción del sindicato de pilotos nos apoyó y nos llegó la versión de que no lo hicieron porque si lo hacían y la justicia nos daba la razón quebraba la empresa. Dimos batalla solos”, explica.
Actualmente los familiares esperan que la Sala I de Casación Penal resuelva la nulidad de la sentencia del Tribunal Oral Número 5 planteada en mayo pasado “porque el debate estuvo plagado de irregularidades y por ende, la sentencia es arbitraria y nula”.
-¿Qué sucede si se declara la nulidad?
-Todo vuelve a empezar... Creo que ellos nos subestimaron, especularon con que nos íbamos a cansar porque luchamos con herramientas muy desiguales. Todo esto pone en evidencia el fracaso de nuestro sistema de justicia.
-Después de lo que pasó con su hermana, ¿tuvo miedo de volar en un avión?
-Seguí tomando aviones, pero siempre que lo hago pienso en dos cosas: la primera y más personal, es que no puedo evitar imaginar en qué habrá sentido mi hermana y al resto de los pasajeros cuando tomaron conciencia de que morían. Y la otra, es que me pregunto si será seguro el vuelo, si no tendrá alguna falla. Siempre que viajo lo hago tensionada, no lo hago tranquila.
La familia Rumachella quedó marcada por la tragedia. El peso de la pérdida de Viviana se sintió con más fuerza cuando al año siguiente, el padre de la familia también se marchó, incapaz de soportar la carga del sufrimiento. “Ver a mis padres pasar por esto fue muy duro. Uno carga con la pérdida de un hermano y con el dolor de los padres. Mi papá se dejó morir, no pudo soportarlo. Y a mi mamá la admiro por su fortaleza, por cómo logró salir adelante”, dice.
-Y usted, ¿cómo logró salir adelante?
-No lo sé, pero esta congestión que tengo en estos días no es casual. Cada vez que se produce el aniversario me quedo sin voz o me pasa algo a nivel físico que hace que no me sienta bien. De todos modos, si fueran solo estos los costos... el dolor más grande es cómo uno queda atravesado con esta historia que te moviliza a nivel personal, familiar pero también en lo colectivo y social. Hoy otra vez está en debate el tema de la privatización de Aerolíneas Argentinas y se sigue perdiendo el eje de la discusión real: cuál es el costo en materia de seguridad aérea de lo que se propone. Se dice que “no hay medio de transporte más seguro que un avión”, pero esa es una verdad a medias porque el avión es seguro en un espacio aéreo seguro... cuando sucedió lo del vuelo de Austral las comunicaciones no funcionaban bien. El accidente fue la punta del iceberg.
En la búsqueda de honrar a quienes perdieron la vida en la tragedia, se erigieron tres monumentos que simbolizan la memoria y esperanza. El primero, como un solemne recordatorio del momento en que la vida se detuvo para tantos seres, se encuentra ubicado en el mismo terreno donde se produjo el fatal accidente en Fray Bentos. El segundo, en el Aeroparque de Buenos Aires. Y por último se levantó otro en el aeródromo de Miramar, el pueblo natal de Viviana, que se erige como un tributo a sus raíces y al amor que la comunidad siente por quien fue parte de su historia.
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