
¿Qué pasa cuando alguien se vuelca absolutamente hacia otra persona, cuando ya no queda nada solo el vacío? La escritora Elvira Sastre lo cuenta en primera persona en su novela “Las vulnerabilidades”.
Ella (Elvira) estaba trabajando una campaña de publicidad acerca de qué medidas tomar si las fotos o videos íntimos eran compartidos en redes o expuestos en sitios web. Para hacerlo más creíble y conectar con más mujeres utilizó su nombre y su imagen. No se imaginó la cantidad de mensajes de mujeres que le contaban que habían pasado por una situación de ese tipo, y empezó a darles palabras de ánimo. Pero hubo una en especial, que la tocó.
Y ella ya no solo dio palabras de ánimo, sino que se comprometió a ayudarla en su proceso, a apoyarla, a escucharla. Le dijo: “Voy a estar contigo siempre, Sara, te lo prometo, no te va a pasar nada malo”, y así fue hasta que ella se perdió a sí misma. Esta es la historia que narra la autora española Elvira Sastre en “Las vulnerabilidades” (Seix Barral, 2024) , una historia basada en un hecho real que la propia autora vivió.
La historia está contada por una misma persona, pero a dos voces, una de ellas hablando de los hechos y la otra de lo que siente por lo que está pasando.
Así, Elvira narra la llegada de Sara a su vida, con ese dolor que no la deja vivir, y ella quiere rescatarla, que Sara aprenda a verse con sus ojos, quiere protegerla y convertirse en su lugar seguro. Y se vuelca en ella, con todas sus armas, mensajes a cada rato, llamadas cada vez que Sara necesita respirar porque la angustia se la come, consejos, secretos e infidencias que son parte del compartir para poder sanar y se convierte en “su hada”.
Pero ese acompañamiento saca a luz sus viejas heridas. “Cada vez que le pasa me veo a mí misma en el suelo a punto de perder la vida en mi cabeza, el cuerpo doblado como la moda de una fruta, absolutamente bloqueada en un lugar lejano y oscuro”.
Y esos recuerdos la empiezan a agotar y ella va desapareciendo en el dolor de la otra, todo es Sara, Sara, Sara.
“Estoy atrapada y creo que Sara se ha convertido en mi catarsis. Cada una de sus heridas físicas abre en mí cientos de heridas emocionales”.
¿Quién cuida a las que cuidan? A las “máquinas de cuidar” que deben de estar ahí para otros, se cuestiona, y va cayendo en un pozo sin fondo, donde ella ha desaparecido. Y esa relación de codependencia es la que le da fuerzas en su día a día.
“Es absurdo: llevo meses dejándome la vida para que Sara recupere la suya... Lo he dejado todo porque ella era todo. ¿Por qué me siento, entonces tan vacía?”. La caída es fulminante, hasta que pasa algo que cambia completamente la historia.
Esa es la magia de este libro que atrapa, envuelve y de repente convierte en una bomba lo que se tiene en las manos. Después de tocar fondo solo queda subir.
Mensaje de response para boletines
Comentarios