
“El niño que perdió la guerra”, la última novela de Julia Navarro es una historia de desarraigo, represión y lucha. Pero también es una historia de amor y de lealtades.
Pablo tenía apenas 5 años cuando fue arrebatado de brazos de su madre Clotilde por Boris Petrov, un militar ruso, quien lo llevó a Moscú. Su padre, un militante comunista, pensó que era lo mejor para salvar al niño de lo que se iba a convertir España después de perder la guerra civil.
Mientras tanto, en Moscú, la familia de Petrov tenía sus propias guerras que luchar. Estaba en pleno apogeo en estalinismo, donde no había medias tintas válidas, y el “nuevo hombre” tenía que surgir a como diera lugar; había que derrotar a cualquiera que no se apegara a los ideales de la revolución. Y a la esposa de Boris, Anya, le costaba ser una “nueva mujer” y sobre todo le costaba no ser libre.
Con la llegada de Pablo a esta casa quedan las dos familias unidas para siempre, y aunque el niño fue “hijo más”, fue marcado por el desarraigo de los suyos.
En “El niño que perdió la guerra” de Julia Navarro (Plaza y Janés, 2024), la escritora narra es una historia de 15 años de dolor, de represión; pero sobre todo de amor de familia, y de lucha; de la lucha de dos mujeres que nunca se acoplaron a lo establecido y tuvieron que pagar caro por ello.
De una caricaturista esposa de un comunista que buscaba como encontrar a su hijo; y de una artista, música y poeta a la que le habían cercenado “la libertad de pensar, de escribir, de soñar”; y que, a pesar de ser hija de un héroe de la revolución y esposa de un militar, no pudo escapar de las garras de la autoridad.
Pero además de muchas otras que también lucharon en el camino, unas desde la cárcel, otras arriesgándose a robar medicinas para atender a los enfermos, otras desde la milicia defendiendo lo que consideraban justo.
Y para ello Navarro recorre la historia de España al final de la guerra civil y la llegada de Franco, con la búsqueda y captura de todos los comunistas. Algunos retazos de la Segunda Guerra Mundial y la historia de Unión Soviética, donde se perseguían a los traidores y donde había que tener cuidado de lo que se decía y a quién se le decía, porque ahí reinaba el miedo.
“¿Qué tipo de ‘hombre nuevo’ puede resultar del temor? Todos tenemos miedo. Miedo a decir en voz alta lo que pensamos, miedo a que se nos señale como malos comunistas…Yo también tengo miedo. Miedo a convertirme en un ser hueco que solo aspire a sobrevivir. Miedo a renunciar a componer mi música y a escribir poemas. Tengo miedo a pensar que este país se ha convertido en una cárcel, pero más miedo me da acostumbrarme a vivir así”.
La autora logra una novela redonda, con dos mundos paralelos que confluyen en una historia desgarradora que marca.
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