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"Me puse sus cosas para sentir que él me abrazaba": las hermanas argentinas que escalaron los Andes para recuperar la mochila de su padre fallecido hace 40 años

Guillermo Vieiro era un experimentado andinista que perdió la vida ascenciendo el Tupangato, en Mendoza. En 2024 sus hijas supieron que en la montaña quedaron parte de sus pertenencias e hicieron una expedición para rescatarlas.

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Azul y Guadalupe Vieiro en la montaña.
Guadalupe Vieiro
Azul y Guadualupe Vieiro en la travesía para rescatar la mochila de su padre, Guillermo, fallecido en la zona 40 años atrás.

Entre el 25 y el 26 de enero de 1985, tres cosas pasaron en las montañas andinas de Mendoza, Argentina.

Del Aconcagua, un grupo de montañeros bajaba la momia de un niño inca, ofrecido en sacrificio hace 500 años; fue epicentro de un terremoto que dejó daños considerables en la provincia. Y no muy lejos del foco del sismo, en el Tupungato, el andinista Guillermo Vieiro perdía la vida mientras hacía una ruta de alta complejidad nunca antes recorrida.

Vieiro no era ajeno a los riesgos de los Andes. Era un montañista experto, se había ganado el apodo de "domador del Aconcagua" por haber subido varias veces este pico, que con 6.960 metros es el más alto de América, y había participado en varias expediciones al Himalaya.

Pero la montaña también fue lo último que vio.

Montaña al fondo y nieve en primer plano.
Javier Gutiérrez
El Tupungato, la montaña que Vieiro escaló por una ruta nunca antes transitada en 1985.

Vieiro dejó viuda y tres niños: Rodrigo, Azul y Guadalupe, que entonces solo tenía 9 meses.

No se supo qué originó el fatal desenlace, ni si Vieiro logró alcanzar la cima.

Aunque este último misterio se logró desentrañar 40 años después, cuando Azul y Guadalupe decidieron hacer la ruta en la que su padre perdió la vida.

Un periplo de 11 días y más de 100 kilómetros para llegar a un punto a 6.100 m de altura con un objetivo: recuperar una mochila, de la que supieron su existencia solo unos meses antes, con sus pertenencias.

El domador del Aconcagua

Guillermo Vieiro nació el 21 de enero de 1941, en Buenos Aires.

"Él no empezó en la montaña desde muy muy joven, pero siempre fue deportista. De hecho, fue jugador de la selección argentina de waterpolo. Y en algún momento se mete a hacer andinismo", le cuenta a BBC Mundo su hija Guadalupe.

Lo del "domador del Aconcagua", cuenta, se lo pusieron porque amaba esa montaña, "era fanático y la subió por 5 rutas".

Guillermo Vieiro en la montaña.
Familia Vieiro
Guillermo Vieiro era un montañista experimentado y había subido cinco veces al Aconcagua, la cumbre más alta de América.

Su hija también destaca su amor por la educación y por inculcar a otros su pasión y conocimiento de la montaña. De hecho, fue profesor del Centro Andino de Buenos Aires, ayudó a conformar el centro de Montaña de Tandil, del que también fue profesor, y daba cursos de montañismo.

Asegura que, si bien todos lo describen como una persona humilde y sencilla, su padre era "muy ambicioso, en el sentido de ponerse objetivos difíciles" y así, "poco a poco se fue metiendo en el Centro Andino de Buenos Aires y logró participar en la tercera expedición argentina al Himalaya. Después fue jefe de la cuarta expedición".

En esa ambición, en 1985 se propuso subir al volcán Tupungato.

Mapa donde aparece Argentina y señalado el volcán Tupungato.
BBC

"Detrás del Aconcagua, el volcán Tupungato es la segunda altura de Mendoza. Es una montaña impactante, importante. Pero como está como aislada, no tiene la trascendencia ni una cantidad de gente la sube. Pero es una montaña increíble en el límite con Chile, que mide poco más de 6.500 m de altitud", cuenta Ricardo Flores, quien estuvo como asistente en la expedición en busca de la mochila de Vieiro.

"Es una montaña con complejidad y esa ruta que hizo Vieiro, que tiene una harta complicación técnica, no se ha repetido hasta hoy", apunta.

Periódicos sobre una mesa.
Guadalupe Vieiro
Los ascensos de Vieiro a la montaña, así como su participación en las expediciones al Himalaya, se recogieron en su día en la prensa argentina.

El campamento base en el que estaban Vieiro y Leonardo Rabal, aprendiz de 20 años y compañero de expedición, lo compartían con otras 10 personas que hacían otra ruta.

"Todos estaban en la base del glaciar sur. Vieiro y Rabal iban a subir a la cima por la zona este y el resto, por el sur. Se iban a encontrar en la cumbre. Pero tras separarse las dos expediciones, ocurre el terremoto y la gente que iba por el sendero sur desiste y baja", dice Flores.

Vieiro y Rabal no lograron bajar vivos.

Una noticia "bomba"

El Tupungato se ve desde las ventanas de la casa de Gabriela Cavallaro, en la ciudad con el mismo nombre del pico.

Es guía de montaña y en 2024 hacía una ruta por el volcán junto al también guía Oswaldo Freire cuando algo les llamó la atención.

"Estábamos ascendiendo a alrededor de 6.100 metros cuando divisamos algo en el glaciar. Se veía una mochila, una piqueta, cuerdas...", relató la montañista de 36 años a la agencia AFP.

Lograron rescatar una cámara de Súper 8 y un piquete, pero dejaron la mochila.

"Estaba como soldada al hielo, había que hacer un pequeño trabajo para despegarla", explicó Cavallaro.

Geolocalizó el punto donde encontró todo y logró identificar que era de Guillermo Vieiro.

Luego contactó a sus hijas.

Cinco personas, ataviadas con ropa de abrigo de montaña, caminando entre la nieve.
Javier Gutiérrez
La expedición que rescató la mochila de Vieiro en pleno ascenso.

No tenían ni idea de que había una mochila de su padre en la montaña.

Tampoco de las grabaciones en Súper 8, donde se resuelve la duda: Vieiro y Rabal lograron llegar a la cumbre.

"Familiarmente esta noticia fue una bomba. Fue algo movilizante. Tuve años de terapia para elaborar esta historia. Y una piensa que lo tiene cerrado y de repente salta esto. Sentí que era un llamado, que tenía que ir", nos cuenta Guadalupe Vieiro

Así, juntas, prepararon la expedición. Partieron en este verano austral de 2025.

Un "bicho de ciudad" en la montaña

"Gabriela se encargó de contactar al resto del equipo. Pensamos en subir varios y, a la vez, documentar el proceso", explica Guadalupe.

El equipo final lo formaron, además de Azul y Guadalupe, los guías de montaña con Cavallaro, Valentina Ruggiero, Gerardo Castillo, Juan Martín Schiappa y el montañista Ricard Funes y los arrieros Ismael Ortega y Bastian Acevedo.

De cara a filmar todo y poder hacer un documental estuvieron Melina Tupa y Javier Gutiérrez.

Guadalupe se había aproximado ya antes al montañismo con la intención de acercarse a su padre. Pero nunca de esta manera.

"Nunca había estado a esa altura, fue un gran desafío. Además del tema físico, estaba la carga emocional", dice.

Azul y Guadalupe Vieiro durante la expedición.
Guadalupe Vieiro
Azul y Guadalupe Vieiro durante la expedición.

En los meses previos se preparó caminando mucho, haciendo desnivel. Y nos cuenta cómo hizo su hermana Azul, abogada.

"Mi hermana es increíble. Ella se define como un 'bicho de ciudad', le encanta la planicie. Y su preparación fue correr, caminar, ir en bici, pero en Buenos Aires, en plano. Y la verdad, creo que tuvo mucha fortaleza mental para subir hasta donde llegó, a 4.600 metros, que es un montón. Le metió mucha garra", explica.

Pero, a pesar de su profesión, psicóloga, Guadalupe no se preparó emocionalmente para lo que le venía: "No sabía con qué me iba a encontrar. Sabía que habría angustia, ansiedad, miedo. Pero me entregué, iba paso a paso y dejando que las emociones fluyeran".

Ricardo Funes es, junto con Schiappa y Castillo, gestor del proyecto Senderos de Gran Recorrido en Mendoza y tiene años de experiencia en la montaña. Nos cuenta que la ruta escogida fue la misma que hizo Gabriela Cavallaro cuando encontró la mochila.

Guadalupe Vieiro, vestida con ropa de abrigo con la montaña al fondo.
Guadalupe Vieiro
Guadalupe tenía experiencia en la montaña, pero nunca con tanta altitud.

"No tiene dificultad técnica, pero hay que llegar hasta unos 6.000 metros de altitud, que es mucha altura. Luego hay que recorrer los últimos 100 metros hacia donde estaba la mochila, en el glaciar sur. Ese último día sí es muy técnico y hay que tener pericia", detalla.

Aun así, tanta altura no es sencilla, menos aún sin experiencia.

"Cuando estaba a 5.400 metros no dormí nada, no podía. Parece que es algo normal, pero me levanté destruida y con la angustia de pensar que tenía que seguir, que cómo lo hacía. Ese día estaba como en otro planeta. Sentía que tenía que tomar la decisión de si subía o no a buscar la mochila, pero no sabía si podía estar ahí y no colapsar emocionalmente", rememora Guadalupe.

Las 9 personas que formaban parte de la expedición en la montaña.
Guadalupe Vieiro
El equipo que subió al Tupungato estaba formado por guías de montaña, arrieros, una documentalista, un cámara y las hermanas Vieiro.

Para tomar la decisión, se agarró a todo.

"Le pedí a mi viejo que me diera una señal, algo para ver qué hacía. En una de esas, hubo un derrumbe enorme… No me gustó. Y ya. Me dije que no pedía más señales", rememora Guadalupe.

Siguió subiendo, pero en los 6.000 metros le empezó una presión en la cabeza terrible. Su hermana Azul se había quedado en un campamento a 4.600 metros.

Así que fueron los guías, y Javier Gutiérrez, el cámara, quienes llegaron hasta el punto que Gabriela Cavallaro había geolocalizado, a 6.100 metros.

El encuentro

Aún tuvieron que pasar unas horas hasta que el equipo llegara al lugar, rompiera con cuidado el hielo de la lengua de glaciar donde estaba la mochila, la rescatara y bajara hasta donde esperaba Guadalupe.

"Yo estaba en una situación de pausa, de suspenso. Javi estaba volando el dron y yo viendo todo por el celular, pero no quería como conectar mucho. Estaban yendo a un lugar donde había pasado un accidente y están capacitados, pero los accidentes pasan.

"Pero recuerdo cuando vi a los chicos regresar, con la mochila. Me agarró una alegría y una energía que no sé de dónde vino y fui, como pude, corriendo.

"Los abracé, me puse a llorar. Fue muy emocionante", evoca.

"Toda esa emoción que se transmite se siente mucho, aunque a nosotros nos toque desde un lugar distinto. Creo que todos hemos vivido una cosa muy linda, muy emocional", explica Javier, quien grabó todo.

Guadalupe Vieiro con la mochila de su padre.
Guadalupe Vieiro
"Me agarró una alegría y una energía que no sé de dónde vino y fui, como pude, corriendo", cuenta Guadalupe al recordar el momento en el que vio llegar al equipo con la mochila de su padre.

Aún ahí no abrieron la mochila porque "las cosas en la montaña se tienen que hacer seguras y rápidas. Y también quise esperar para reencontrarnos con mi hermana y abrirla todos juntos", cuenta.

Entonces, ya en el campamento base, ahí sí, la abrieron.

Había una campera (chamarra, chaquetón), un saco de dormir de plumas de ganso, ambos "impecables", un termómetro gigante la cámara, dos carretes más de Súper, cubiertos, unas piquetas, cuerdas y mosquetones.

"Fue una situación muy rara. Ver esas cosas, las últimas cosas que tuvo él en sus últimos momentos de vida", relata Guadalupe.

Cada una de las hermanas acogió las cosas de su padre de modo distinto.

Azul agarró el saco de dormir y metió la cabeza.

"Ella sentía que estaba el olor muy particular de mi papá, ella tuvo la sensación de sentir algo de él a través del olor en lo que encontramos".

La mochila de Guillermo Vieiro y sus pertenencias.
Javier Gutiérrez
La mochila de Guillermo Vieiro y sus pertenencias.

Guadalupe quiso ponerse todas sus cosas, la campera, la mochila.

"Me puse sus cosas para sentir que él me abrazaba, para conectar con él. Quería habitar esa parte de él, que me diera cobijo", dice.

Guadalupe explica que las cosas que encontraron forman parte de su historia propia y también de la historia del montañismo del país. Por eso quieren donarlas y exponerlas en algún lugar.

Y aunque ella esperaba encontrar entre las pertenencias de su padre "algo más personal", algún registro de esos días, una anotación, aún mantiene la esperanza: "Tengo mucha ilusión por ver qué habrá en la grabación de la cinta de Súper 8 que rescatamos y que aún nos queda por revelar".

Para ella, nos cuenta, esta experiencia se trató de conectar un poco con esa parte que se le arrancó cuando apenas tenía 9 meses.

"Pero también conocer el volcán, ese lugar donde murió mi papá, y tratar de darle una vuelta, darle un nuevo significado, que no es un lugar de muerte. También de vida".

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