A lo largo de su historia, el cine ha dado lugar a películas que educan y enseñan conceptos que difícilmente se encuentran en la vida cotidiana o que requieren un estudio profundo de antiguas culturas y filosofías.
El sábado 23 de noviembre tuve la oportunidad de ver La Gloria del Pacífico, una película histórica basada en la guerra del Pacífico. Dirigida por Juan Carlos Oganes, es una obra que destaca por estar muy bien documentada y por su fiel representación de los hechos.
Más allá de los aspectos técnicos, en los que no soy experto, destaca su fotografía, que evoca un efecto de antigüedad y logra capturar una parte cruel y sangrienta de la historia peruana. Ningún país de Hispanoamérica escapa de tener episodios oscuros en su historia. Sin embargo, lo valioso de estas producciones es la manera en que rescatan los valores y enseñanzas que dichos acontecimientos pueden dejarnos.
El cine nació como una forma de contar historias, una alternativa tanto para el entretenimiento como para la educación, valiéndose del movimiento para generar emociones en los espectadores. Aunque en sus inicios era apenas una secuencia de fotografías, con el tiempo evolucionó hasta permitirnos interpretar diferentes situaciones, ya fueran ficticias o basadas en hechos reales.
A lo largo de su historia, el cine ha dado lugar a películas que educan y enseñan conceptos que difícilmente se encuentran en la vida cotidiana o que requieren un estudio profundo de antiguas culturas y filosofías. Además, el cine, con su inseparable componente audiovisual, nos ofrece una manera de representar la realidad con un toque de ficción que la hace más digerible, evitando a veces lo crudo de los hechos.
Recrear un hecho histórico como la guerra del Pacífico y trasladarlo a la pantalla con detalle y fidelidad histórica no es una tarea sencilla. Este esfuerzo implica investigar crónicas, hablar con descendientes o lugareños, y adaptar los acontecimientos al lenguaje cinematográfico. Ejemplos notables de adaptaciones similares son El Cartero de Neruda, El Conde de Montecristo, El Señor de los Anillos o Harry Potter, que han llevado exitosamente obras literarias a la gran pantalla. De igual manera, películas como Oppenheimer, que aborda la creación de la bomba atómica, o cintas independientes como El Tigre y el Dragón y Tai Chi Masters, nos transportan a culturas, disciplinas y filosofías distantes, mostrando historias que educan y enriquecen al espectador.
Por desgracia, muchas de las producciones actuales se centran en el entretenimiento superficial o en contenidos de impacto psicológico, como las películas de miedo o suspenso, dejando de lado el propósito educativo. Son pocas las películas que, con profundidad, buscan educar y transmitir valores. Es en este contexto que el cine latinoamericano, especialmente el peruano, merece un reconocimiento por su esfuerzo en rescatar historias que muchos prefieren ignorar.
Bien dice el dicho: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta condena suele recaer sobre quienes no se atreven a mirar más allá de las apariencias. La Gloria del Pacífico rescata palabras como las de Francisco Bolognesi, quien, junto a menos de dos mil hombres, defendió con valentía los vestigios de tierra e historia que el Perú perdió en esa guerra. La batalla del 7 de junio de 1880, marcada por la muerte de Bolognesi, la osadía de Alfonso Ugarte y el sacrificio de Miguel Grau al mando del Huáscar, son testimonios de resistencia ante un enemigo superior, impulsado por intereses extranjeros.
Aunque el Perú perdió la guerra, recuerda a sus héroes con orgullo. Es preferible ser recordado por acciones valientes, por pequeñas que sean, que ser señalado como cobardes que huyen y critican desde la comodidad de sus hogares sin mover un dedo.
Las palabras de Bolognesi resuenan aún hoy: “Tenemos deberes sagrados que cumplir, y lo haremos hasta quemar el último cartucho”. Este mensaje, cargado de valentía y compromiso, debe quedar grabado en el alma de quienes lo escuchan y ser transmitido de generación en generación.
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