Menos pantallas, más movimiento; menos chatarra, más nutrición; menos delivery, más cocina saludable; menos azúcar, más fibra; menos cebo, más músculo; menos hueva permanente, más productividad.
El New York Times va citando una fuente externa (The Lancet), para informar que 75 de cada 100 gringos son gordos u obesos (gran hartada se van a pegar el jueves). Cifra alarmante, pues el porcentaje subió de 50 a 75% en tan solo 34 años. Aflige aún más, pues el incremento mayor es en los cipotes, 1 de cada 3 son obesos, culpa de pasar su vida frente a múltiples pantallas, vegetando y atipujándose grasa y azúcar.
Aflige también que la obesidad, reconocida como enfermedad por la OMS desde 1948, es ahora considerada una epidemia. Si no se controla, en tan solo 25 años (2050) contagiará a 260 de los 335 millones de gringos. “Qué paloma” con el pico abierto se queda la lorita Pepita.
Triste, pero por nuestro modus vivendi y basura traganti, nos miramos en ese espejo. El último del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional (CONASAN), revelaba que el 30 % de los niños de primer grado tenían problemas de obesidad y sobrepeso.
Este año, la nueva epidemia se está llevando, antes de tiempo, a 2.8 millones de almas mundiales. Almas, que pudieron permanecer en sus cuerpos, entre 5 y 20 años más pero, culpa del exceso de grasa y estilo de vida nocivo, se les taquearon las arterias, disparó la presión, jodieron los riñones, des computó la azúcar, se puso en huelga el chacalele, y/o salieron positivas de cáncer: Enfermedades crónicas no transmisibles (así les mentan), que en 2023 estiraron los tenis de 18k compatriotas (emoji de lágrima).
La industria mortuoria se ha preparado con ataúdes (y nichos) más ancho$, y hay peste de gusanos, abundantemente maiceados por grasa en descomposición.
Perdón por lo crudo del párrafo anterior, pero necesitamos despertar. Cierto, al igual que para el Covid, se van inventando vacunas para la epidemia del chile relleno, pero están reservadas para los rich & famous.
No nos demos paja. Más que vacuna se necesita un cambio drástico de estilo de vida. Menos pantallas, más movimiento; menos chatarra, más nutrición; menos delivery, más cocina saludable; menos azúcar, más fibra; menos cebo, más músculo; menos hueva permanente, más productividad.
Todos: Pobres, ricos, jóvenes, viejos, bellos, feos, cheles, prietos, hembras, machos, altos, sapos. RIIIINNNGGGGGG! ¡A mover el esqueleto!
No es necesario correr una maratón. La suma de pequeños cambios de hábito nos ayudará un montón. Subir gradas en vez del ascensor, parquear el perol lo más lejos posible, caminar al chucho mañana y tarde, pegarnos una buena estirada a cada rato, ir al parque en vez de al cine; proteína, carbohidrato, fibra y vitamina, en vez del combo supercalifrajilistic de 36 piezas, 18 panes, 4 litros y 6 donas.
Me impactó La Ballena, Oscar-película (Netflix) que narra la triste vida de Charlie, un solitario profesor de literatura (vía Zoom, con cámara off), mórbidamente obeso (598 libras). Un couch potato confinado a su apartamento en Idaho, víctima de prematuro descanso eterno. Grotescas las tragadas de pizza, 2 familiares de pepperoni, untadas de abundante mayonesa, hasta que Charlie habla con Huuuugoooooo en el basurero. Wacatela!
Glotonería depresiva, provocada por su obesidad, la muerte de su novio, y por abandonar a su hija cuando tenía 8 años. Descansa en paz Charlie, una ballena con corazón de oro. Véanla.
RIIIINNNGGGGGG! O frenamos la nueva epidemia, o nos lleva Candanga. Despertemos, actuemos… y cantemos:
Tres cosas hay en la vida, salud dinero y amor / Y el que tenga estas 3 cosas / Que le dé gracias a Dios / El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide / La salud y la platita, que no la tire, que no la tire.
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