El cáncer de próstata es el más diagnosticado entre hombres latinos en EUA, con 13.000 casos anuales. Barreras culturales, económicas y de acceso al sistema de salud dificultan su detección temprana y tratamiento, acentuando disparidades entre latinos según su origen y lugar de nacimiento.
El cáncer de próstata es una de las enfermedades más comunes entre los hombres en Estados Unidos y la principal causa de diagnóstico de cáncer entre los hombres latinos.
Según el estudio Avanzando la Ciencia del Cáncer en los Latinos de Mariana Stern, recopilado en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, en inglés), cada año se detectan más de 13,000 nuevos casos de esta enfermedad en latinos, y aproximadamente 1,800 de ellos pierden la vida debido a complicaciones asociadas.
Estas cifras posicionan al cáncer de próstata como la cuarta causa de muerte por cáncer en esta comunidad.
A pesar de la alta incidencia, los datos sugieren que los hombres hispanos en EUA enfrentan una serie de barreras que dificultan el diagnóstico temprano, el tratamiento adecuado y la supervivencia.
“Las desigualdades en el acceso a la atención médica, los estigmas culturales y las diferencias en el nivel socioeconómico son solo algunos de los factores que influyen en cómo se vive esta enfermedad en esta población”, explica Stern, titular de la Cátedra Ira Goodman en Investigación del Cáncer de la Escuela de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California (USC) en un informe remitido a la Voz de América.
A diferencia de otras comunidades, los latinos no pueden considerarse un grupo homogéneo cuando se analiza la incidencia y la mortalidad del cáncer de próstata. Según el estudio, aquellos de origen mexicano tienden a tener tasas más bajas de incidencia en comparación con los caribeños - puertorriqueños y cubanos-, quienes presentan cifras significativamente más altas.
Este fenómeno puede atribuirse a múltiples factores, entre ellos, las diferencias genéticas, los patrones de acceso a la atención médica y las actitudes hacia los exámenes de detección.
El doctor Eddy Capote, médico en la clínica Optum Westchester de Miami y especializado en la detección de cáncer de próstata, explica que estas diferencias también están marcadas por el lugar de nacimiento.
“Los latinos nacidos fuera de EUA parecen tener una mejor supervivencia que aquellos nacidos aquí. Esto puede estar relacionado con factores culturales, pero también con diferencias en el sistema de salud entre los países de origen y EUA”, señala el experto consultado por la VOA.
En ese sentido, también resalta un aspecto cultural que influye en el diagnóstico tardío: “Muchos hombres latinos no buscan atención médica hasta que los síntomas son severos. Esto se debe a una combinación de miedo, desinformación y estigmas culturales. En algunas familias, hablar de salud prostática o someterse a un examen rectal digital es un tabú”.
Sin embargo, las estadísticas muestran que los hombres latinos tienen menores tasas de participación en las pruebas de PSA en comparación con otros grupos como los hombres blancos no latinos y los afroamericanos.
“Si bien los exámenes preventivos pueden ser incómodos o causar ansiedad, es fundamental hacerlos. La mayoría de los cánceres de próstata se detectan cuando están localizados, lo que ofrece una mejor oportunidad de tratamiento y supervivencia”, advierte Capote.
En ese sentido, también señala que la falta de acceso a programas de detección en comunidades latinas, combinada con la desconfianza hacia los sistemas de salud, “puede ser un obstáculo importante”.
Una vez diagnosticado, el cáncer de próstata puede tratarse con cirugía, radioterapia, terapia hormonal o vigilancia activa, dependiendo del caso.
Pese a eso, el tratamiento no es uniforme entre los subgrupos de latinos. Por ejemplo, los datos del California Cancer Registry muestran que los latinos nacidos fuera de EUA tienen más probabilidades de someterse a cirugía que los nacidos en el país, quienes optan más por la radiación.
“Una tendencia preocupante es que muchos pacientes latinos eligen la vigilancia activa para evitar procedimientos invasivos, pero no se mantienen en seguimiento médico regular”, indica el doctor Capote. “Esto puede deberse a barreras como el costo, la falta de transporte o la dificultad para entender las indicaciones médicas. En última instancia, esto puede conducir a un peor pronóstico”, alerta al respecto.
Históricamente, los estudios han reportado que los hombres latinos tienen tasas de mortalidad más bajas por cáncer de próstata que los hombres blancos no latinos. Sin embargo, estos datos no mostrarían toda la realidad en cuanto a la tendencia de mortalidad en la comunidad hispana.
“La migración de regreso a sus países de origen para morir o las dificultades en el registro de muertes en sistemas de salud estadounidense generan sesgos en los datos”, especifica Stern.
En Florida, por ejemplo, los latinos de origen dominicano tienen las tasas más altas de mortalidad por cáncer de próstata, seguidos por los sudamericanos, centroamericanos y puertorriqueños. En contraste, los mexicanos tienen las tasas más bajas.
Capote enfatiza que no solo se trata de mejorar las estadísticas, sino de educar a la población sobre la importancia de la detección temprana “porque salva vidas”.
“La educación y la comunicación son herramientas poderosas. Los hombres necesitan entender que el cáncer de próstata no es una sentencia de muerte, pero ignorarlo sí puede serlo. Hablar abiertamente sobre la salud prostática es el primer paso para reducir las disparidades”, argumenta.
Desde los NIH se destaca la necesidad de abordar estas desigualdades de manera integral. Esto incluye “fomentar la participación en programas de detección, mejorar el acceso al tratamiento y diseñar estrategias específicas para subgrupos dentro de la población latina”.
“El cáncer de próstata no discrimina, pero juntos podemos derribar las barreras que impiden a los hombres latinos acceder a una atención de calidad. La prevención salva vidas, y cada paso hacia la educación y el diagnóstico temprano nos acerca a un futuro más saludable para nuestra comunidad”, concluye Capote.
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