Una hemorragia nasal o epistaxis es una pérdida de sangre del tejido que recubre el interior de la nariz y puede ocurrir en una o ambas fosas nasales.
Ser padres implica asumir un sinfín de responsabilidades que van mucho más allá del cuidado diario. Desde el momento en que un niño llega al mundo, los progenitores se convierten en sus principales protectores, priorizando su bienestar y buscando prevenir cualquier situación que pueda suponer un riesgo para su salud.
Sin embargo, a medida que los niños crecen, los padres se enfrentan a una variedad de desafíos, desde caídas y raspones hasta malestares repentinos que pueden generar preocupación y alarma. Sin duda, entre estos, el sangrado de nariz -también conocido como epistaxis- es uno de los eventos más comunes y, a la vez, desconcertantes para quienes cuidan de los más pequeños del hogar.
En definitiva, los niños son exploradores por naturaleza: juegan, corren, saltan y experimentan su entorno sin miedo, lo cual los expone a diversas situaciones que pueden provocar lesiones, incluida la nariz. Imagina que estás disfrutando de una tarde tranquila en casa cuando, de repente, tu hijo llega corriendo hacia ti con la nariz sangrando. Desde luego, el momento puede ser impactante, despertando en ti una mezcla de sorpresa y preocupación, así como una serie de interrogantes: ¿qué debo hacer primero? ¿es algo grave? ¿debo llevarlo al médico? ¿cómo puedo evitar que vuelva a suceder?, entre muchas otras.
“Las hemorragias nasales son bastante comunes durante la infancia, especialmente entre los 2 y 10 años, pues los niños son más susceptibles debido a que los vasos sanguíneos en la nariz son más frágiles y están más expuestos a irritaciones. Además, es frecuente que los pequeños al explorar, se rasquen o froten dicha zona, lo que aumenta significativamente el riesgo de sangrado. Aunque no suelen ser motivo de preocupación, las hemorragias nasales pueden ser molestas para el niño y, en algunos casos, requerir de una evaluación médica para determinar su posible causa”, expresó la doctora Swathi Appachi, otorrinolaringóloga pediátrica de Cleveland Clinic a Hogar y Familia.
Una hemorragia nasal o epistaxis es una pérdida de sangre del tejido que recubre el interior de la nariz y puede ocurrir en una o ambas fosas nasales. Básicamente, la nariz tiene muchos vasos sanguíneo diminutos que ayudan a calentar y humedecer el aire que respiramos; sin embargo, cuando este pasa por la nariz, puede secar e irritar estos vasos, ocasionando que se lesionen o rompan, lo cual provoca el sangrado.
De acuerdo al doctor Erick Olivera pediatra emergencista de la Clínica Ricardo Palma, existen dos tipos principales de hemorragias nasales. Por un lado, la hemorragia anterior, la cual es la más común y ocurre en la parte delantera de las fosas nasales. En esta zona hay vasos sanguíneos pequeños que pueden romperse fácilmente, causando un sangrado que, por lo general, es más fácil de controlar y tratar. Mientras que la hemorragia posterior, menos frecuente, pero más grave, se produce en la parte posterior de la nariz, donde los vasos son de mayor tamaño, razón por la que este tipo de sangrado suele requerir de atención médica inmediata, ya que es más difícil de detener.
Existen diversos factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de hemorragias nasales en la edad pediátrica. Una de las causas más comunes es el clima seco, sobre todo, en nuestro país en las regiones de la sierra, en donde el aire reseca la mucosa nasal, haciendo que las paredes de la nariz se vuelvan más frágiles y propensas al sangrado. De igual manera, los cambios bruscos de temperatura, como pasar de un ambiente frío a uno cálido o viceversa, pueden irritar esta zona.
Durante la infancia, el doctor Carlos Cieza, otorrinolaringólogo pediatra de la Clínica Internacional y del Instituto nacional de Salud del Niño de San Borja (INSN) señaló que, es habitual que los niños se toquen o se rasquen la nariz; no obstante, esta acción puede provocar heridas en las paredes de la fosa nasal, que a su vez generan hemorragias. Los golpes o caídas son otra causa frecuente, así como también los irritantes ambientales, pues la exposición al humo del tabaco, productos químicos o ciertos olores intensos, como los de los limpiadores, puede inflamar la mucosa, en especial en niños alérgicos.
Las infecciones respiratorias, tales como los resfriados, gripes y sinusitis, pueden inflamar e irritar la mucosa nasal, aumentando así el riesgo de sangrado. Igualmente, las alergias, como la rinitis, son muy frecuentes en la infancia y suelen ser tratadas con antihistamínicos, medicamentos que resecan aún más el área y debilitan los vasos sanguíneos, haciéndolos más susceptibles a las hemorragias”, explicó pediatra emergencista.
Del mismo modo, hay otras condiciones médicas que están asociadas al riesgo de sangrado en los niños, como la trombocitopenia, la cual conlleva a que los niveles de plaquetas sean bajos, reduciendo así la capacidad para formar coágulos y, por lo tanto, genera un aumento de los sangrados espontáneos en diversas partes del cuerpo, incluyendo las fosas nasales. Algunas alteraciones estructurales a nivel del tabique también pueden producir algún tipo de hemorragia por la fricción que generan, al igual que, algunos tumores nasofaríngeos.
La deficiencia de algunas vitaminas, específicamente la de vitamina K o C, es considerada como un factor de riesgo, ya que causa una mayor fragilidad capilar, por ende, la posibilidad de una hemorragia en la zona nasal. Por su parte, la especialista de Cleveland Clinic indicó que, aquellos niños que padecen de algún trastorno de coagulación, como la hemofilia, son más propensos, dado que la enfermedad afecta directamente a la capacidad de la sangre para coagularse adecuadamente.
Un sangrado nasal típico suele ser esporádico y de corta duración, deteniéndose con medidas simples de primeros auxilios en 10 a 15 minutos. Sin embargo, ciertos signos pueden indicar una condición más seria que podría requerir de una atención médica inmediata:
“Definitivamente, la presencia de estos síntomas junto con las hemorragias nasales recurrentes puede sugerir trastornos de la coagulación, infecciones sistémicas, enfermedades hematológicas, hipertensión no controlada o tumores nasales”, advirtió la doctora Appachi.
Ante un sangrado nasal en un infante, el otorrinolaringólogo pediatra de Clínica Internacional recomendó lo siguiente:
“Aplicar una compresa fría o una bolsa de hielo envuelta en un paño sobre el puente de la nariz puede ayudar a contraer los vasos sanguíneos y reducir el sangrado. Se debe colocar la compresa durante 10 minutos mientras se mantiene la presión en la parte blanda de la nariz. Es importante no aplicar el hielo directamente sobre la piel para evitar quemaduras por frío”, aseguró Swathi Appachi.
Para realizar un diagnóstico y poder identificar la causa exacta de las hemorragias en un infante, es necesario empezar por una historia clínica, en la cual se contemplen los síntomas previos y actuales para tener un panorama claro de la condición del niño. Además, como destacó el experto de la Clínica Ricardo Palma, el examen físico es indispensable, ya que le permite al médico observar otro tipo de alternaciones más allá del componente nasal, como los hematomas, anomalías estructurales o infecciones crónicas.
Una vez realizado estos dos primeros pasos y de acuerdo a los hallazgos, el especialista puede solicitar algunos exámenes auxiliares, como un hemograma completo para verificar los niveles de plaquetas o la presencia de anemia o trastornos de coagulación. También se puede complementar la evaluación con estudios de coagulación, como el tiempo de protrombina (TP) y el tiempo de tromboplastina parcial (TTP) para analizar la capacidad del cuerpo para formar coágulos, refirió la doctora Appachi.
“En casos de sangrados nasales severos o recurrentes, el médico puede considerar opciones de tratamiento más avanzados, como la cauterización para cerrar los vasos sanguíneos o en casos más extremos, la embolización, que bloquea el flujo sanguíneo en los vasos problemáticos. También puede utilizarse la aplicación de agentes hemostáticos que ayudan a detener la hemorragia”.
Para reducir la frecuencia de los sangrados nasales, la especialista sugirió las siguientes medidas:
“Como una de las principales causas de un sangrado nasal es la deficiencia de vitaminas, es importante incluir como parte del requerimiento nutricional del niño, alimentos ricos en vitamina C, como los cítricos, ya sea naranja, mandarina, piña, fresa, kiwi, entre otros. Además, es vital considerar aquellos que tienen un alto contenido de vitamina K, ya que esta impacta directamente en el sistema de coagulación de la sangre. Este micronutriente podemos encontrarlo en las verduras de hoja verde, tales como la espinaca, el brócoli, la col, así como en el aceite de oliva. Igualmente, es fundamental fomentar el consumo de alimentos que contengan omega-3, como los pescados, las semillas, la chía y las nueces, puesto que también ayudan a mejorar la vascularización sanguínea”.
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