
Esta molienda produce ricos dulces de atado desde hace medio siglo con el esfuerzo de 20 obreros de la localidad.
Foto LPG/José Cardona. Dedicación. Cada laja de panela es envuelta en tuza para que mantenga su frescura y sabor a la hora de ser comercializado en el país.
Foto LPG/José Cardona. Dedicación. Cada laja de panela es envuelta en tuza para que mantenga su frescura y sabor a la hora de ser comercializado en el país.
Foto LPG/José Cardona. Dedicación. Cada laja de panela es envuelta en tuza para que mantenga su frescura y sabor a la hora de ser comercializado en el país.
Fotos LPG/José Cardona. Atención. Cantarrana atiende de lunes a sábado de 7:00 am. a 5:00 p.m. en el barro El Santuario, en el distrito de Apastepeque, San Vicente Norte.
En San Vicente, departamento donde los campos de caña de azúcar se mecen con el viento, persiste una tradición ancestral que endulza la vida de muchos: las moliendas.
Las moliendas se resisten al paso del tiempo, a la modernidad y la industria mecanizada, aferrándose a las manos y corazones de quienes lo mantienen vivo de generación en generación.
Uno de los distritos que más destaca en este rubro es Apastepeque, el cual llegó a tener más de 50 moliendas antes del conflicto armado (1980 - 1992), y ahora cuenta con su propia ruta de las moliendas, la cual permite a locales y extranjeros sumergirse en el fascinante proceso de transformar la caña en panela y otros derivados.
Dentro de esta ruta se encuentra la molienda conocida como Cantarrana, que fue fundada hace más de 50 años por don José Tulio Chacón Bonilla, un apasioado por la agricultura.
Actualmente, la molienda se encuentra bajo el cargo del hijo de su fundador, don José Tulio Chacón Solórzano, quien es un destacado docente de profesión, pero que asegura lucha porque la herencia familiar no muera.
Crecí en la molienda. Comencé a ver cómo mi padre trabajaba aquí cuando tenía ocho años y me gustó tanto el oficio que empecé a trabajar con él. Cuando falleció, me quedé a cargo del lugar y me prometí continuar con su legado hasta mi muerte”, contó don José, que hoy tiene 60 años.
Cumpliendo su promesa, trabaja arduamente entre finales de diciembre y principios de abril, en la temporada de moliendas en El Salvador, junto a un equipo de 20 trabajadores.
La jornada en Cantarrana comienza a las 4:00 de la mañana, el trapiche empieza a girar, triturando la caña para extraer su jugo.
En medio del bullicio de las herramientas y el vaivén de los trabajadores, el líquido dorado es trasladado a peroles de metal donde hierve durante ocho horas hasta evaporarse y convertirse en miel.
El ambiente se impregna de un aroma muy dulce que se adhiere a la piel y a la ropa hasta que, finalmente, la miel espesa es vertida en rústicos moldes, muchos de ellos con más de 20 años de uso, dando forma a las lajas de panela que endulzarán a cientos de hogares.
Cada laja de panela requiere un toque final: ser envuelta en la tradicional tuza por don Efraín Sánchez, quien, a sus 67 años, ha dedicado más de cinco décadas a la labor, que dice aprendió de su padre, quien era otro envolvedor.
“Mi papá trabaja con don Tulio (fundador de la molienda) envolviendo y yo, siempre que venía a dejarle el almuerzo, me quedaba viendo cómo lo hacía. Poco a poco fui aprendiendo y un día me quedé a trabajar y me convertí en el compañero de mi propio papá”, recordó Efraín.
"En este sector antes había como 16 moliendas. Ahora solo quedan tres, incluyendo la nuestra”, aseguró don Tulio mientras continúa con sus labores.
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