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El laberinto de Donald Trump

El laberinto es un lugar diseñado para confundir o enredar a quien se hace entrar por invitación o a la fuerza.  En todo caso, lo importante es encontrar la salida... pero hacerlo puede tomar tiempo y demanda esfuerzo.

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En menos de 2 meses, Donald Trump ha logrado convertir el mundo en un gigantesco laberinto, al que atrae a amigos, enemigos, aliados y países neutrales, lo mismo que a los ciudadanos estadounidenses y a millones de otras nacionalidades, confundidos todos por declaraciones y anuncios que brotan o cambian cada hora, cuando no en apenas unos minutos.
Tratar despectivamente a Volodímir Zelensky en la Oficina Oval, imponer y suspender aranceles a diestra y siniestra –a México, Canadá, China y la UE–, amenazar con tomar Groenlandia y el Canal de Panamá, así como convertir a las provincias canadienses en un estado más de la Unión, son solo algunas de las ideas que lanza al aire y repite, aparentemente con el fin de crear desconcierto descomunal a nivel global con fines aviesos.
En el plano doméstico utiliza a “motosierra” Elon Musk para atemorizar al aparato burocrático y suspender toda cooperación internacional, mientras se ignora cuál será exactamente su plan para quitar impuestos a las mega compañías, mientras se dan brutales recortes en programas sociales, principalmente en el área de salud.  
Es tal el desmadre que ha provocado en torno a las supuestas “negociaciones” de paz para Ucrania, que ha atraído a su laberinto a los 27 países de la Unión Europea (UE) y Gran Bretaña, mientras deja fuera de la ecuación a la parte principal, Vladimir Putin, que ya parece como el gran ganador, pues ni siquiera ha recibido invitación formal para ir al laberinto en el que están metidos sus contrapartes europeas.
¿Hacia dónde dirigirse? ¿Qué pretende D.T.? ¿Son reales sus amenazas? ¿Cómo encontrar la salida del laberinto? Estas y otras preguntas están sin respuesta por el momento.
Los daneses están a la expectativa.  Los panameños tienen temor a una nueva invasión. Los países europeos de la OTAN ya se sienten abandonados por Washington en su lucha por defender a occidente y la democracia.  Chinos, canadienses y mexicanos se preparan para una guerra comercial, y un poco más de la mitad de los estadounidenses ven aterrados como se agitan las aguas internas y sienten más caos que tranquilidad.
Los republicanos, que aplaudían cada dos minutos el discurso del presidente ante el Congreso, están encantados con el nuevo estilo de la Casa Blanca para “hacer grande a Estados Unidos, otra vez”.  Es tal su felicidad, que algunos senadores intentan la aprobación de una ley para que el rostro de Trump aparezca en los billetes de US$100, en vez del de Benjamín Franklin, considerado uno de los “padres” de los EE.UU.
Por si fuera poco, Trump es un populista de derecha con una habilidad gigantesca para sembrar la desinformación y confundir a la opinión pública.  Su discurso ante el Congreso –Cámara de Representantes y Senado juntos– estuvo plagado de inexactitudes, medias verdades y mentiras, todo presentado en un marco dramático con el que logra cierto grado de credibilidad, al menos en el núcleo fuerte de sus seguidores.
El peligro mayor en materia de geopolítica es que termine por romperse la alianza con Europa y la OTAN, porque eso significaría un cambio gigantesco en los focos de poder en el mundo.  El tema de Ucrania los mantiene por ahora alejados y no parece que sea fácil encontrar el camino para salir del laberinto y que las aguas vuelvan a su normalidad, confianza incluida.
Mientras que Zelensky fue botado literalmente de la Casa Blanca, la acogida que tuvo entre sus aliados europeos fue todo lo contrario.  Francia ha llegado a ofrecer su protección nuclear al resto de países.  A ese nivel ha llegado lo que por ahora es un rompimiento entre antiguos amigos o aliados, pero que puede ser un rompimiento más profundo y permanente.
Trump ha tomado el camino de un gobernante autoritario.  Él trata de poner sus órdenes ejecutivas por encima de las leyes estadounidenses y, por eso, jueces e incluso la corte Suprema de Justicia le han tenido que enmendar la plana.  Los sueños expansionistas que ha expresado le hacen parecer más a los sueños de Putin, otro líder autoritario con sueños de grandeza expansionista.  Tal vez por ese parecido es que, en vez de confrontarlo por Ucrania para buscar la paz, le retiró del todo la ayuda militar a Zelensky.
Han entrado muchos líderes y países en el laberinto, pero encontrar la salida será tarea de titanes.  Lo triste es que se trata de un esfuerzo en el que hay mucho más que perder que ganar y quizás su constructor, el propio Donald Trump, termine finalmente enredado en los caminos y desvíos que él mismo diseña.
Si su intención es la de crear el caos para luego surgir como “salvador”, se puede afirmar que ha logrado la primera parte, pero recordemos que con el caos sucede lo mismo que una guerra: Todos sabemos cómo empieza, pero nadie puede saber cómo termina.

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