Loading...

Más de Opinión

Hay que ocuparse mucho más de la educación en nuestro país, en las distintas formas y dimensiones en que opera la misma

En esta actualidad tan compleja y atribulada que estamos viviendo en el país, la Educación Nacional padece incontables apremios y desajustes. Hay escuelas que se cierran por doquier y muchas otras que carecen de lo más necesario para funcionar con plena normalidad.

Enlace copiado
Enlace copiado

En los momentos actuales por los que atraviesa nuestro país, prácticamente todos los indicadores accesibles apuntan a una disminución de estudiantes tanto en el área pública como en el sector privado, y esta es una señal en verdad preocupante no sólo sobre lo que pasa en las áreas educativas sino en relación a lo que se está dando en los distintos ámbitos de nuestra realidad, agobiada por tantas deficiencias e incertidumbres de la más diversa índole. Partamos de un hecho incuestionable: si en una sociedad prevalece la ignorancia sobre el conocimiento, el futuro, inmediato y distante, va siendo más y más incierto y desalentador, con las consecuencias individuales y sociales que eso acarrea, lo cual le cierra progresivamente las puertas al progreso, creando crisis cada vez más paralizantes y destructivas.
Enfaticemos, porque en todo caso es muy conveniente e ilustrativo hacerlo, que la educación no comienza en la escuela sino que se inicia en el ámbito familiar de cada uno, independientemente del nivel que tenga y de los signos que le caractericen; y, por consiguiente, los padres, de una manera o de otra, son los primeros educadores dentro del área personalizada. Y en sociedades como la nuestra, en las cuales el fenómeno familiar se halla tan distorsionado, eso contribuye al máximo a que los desajustes se expandan y se profundicen. Hay que promover, pues, el rol de la familia en todos los órdenes, y sobre todo en el educativo, para que nuestra sociedad crezca desde las raíces y suba  hacia todas las ramas. Esta sí que es responsabilidad de gran calado.
En otros tiempos, el bajo nivel social al que se pertenecía formaba barrera prácticamente infranqueable, que sólo con singular visión y con disciplinado heroísmo era posible superar. No es que eso haya desaparecido, sobre todo en ambientes como el nuestro, pero sin duda en estos días hay aperturas al respecto que antes no sólo eran de dificilísimo alcance, sino que casi nunca parecían estar disponibles para los más desposeídos. Hoy estamos en distinto escenario, en el que hay barreras pero también más facilidades para hallarles salidas. Tengámoslo presente para proyectar y programar los avances que se se requieran para lograr avanzar suficientemente hacia el futuro.
Y la educación juega en todo esto un rol esencial, al que hay que prestarle atención y empeño sin descanso ni descuido. Tomemos en cuenta, como algo vital, que educar es muchísimo más que proveer conocimientos teóricos: es formar sustantivamente para la vida, en las diversas expresiones de la misma. Y, por consiguiente, la función fundamental de todo plan educativo que opere como tal, debe enfocarse hacia el perfeccionamiento de lo humano, sin  evasivas ni distorsiones. Y esto puede ser realizable si el empeño se alza sobre sí mismo, en busca de los objetivos superiores.
En esta actualidad tan compleja y atribulada que estamos viviendo en el país, la Educación Nacional padece incontables apremios y desajustes. Hay escuelas que se cierran por doquier y muchas otras que carecen de lo más necesario para funcionar con plena normalidad. Una creciente cantidad de maestros salen del sistema, que se debilita progresivamente. Hay, pues, que actuar de inmediato para solucionar problemas y carencias, y asegurar así que nuestra Educación cumpla con sus objetivos mayores y menores.
Recordemos en todo momento que sin una educación plena, eficaz y actualizada, todo lo que forma parte del componente social tiende a entrar en fase de desarticulación que muy fácilmente se va volviendo disolvencia. Y este es un punto verdaderamente clave del destino nacional en todas las épocas y en todos los ambientes. Y por eso los integrantes del respectivo  grupo sociopolítico tenemos que comprometernos a fondo.
La planificación tiene que estar en la base de todo esto, porque toda buena formación educativa es un proceso integrado, en el que los componentes científicos y conductuales tienen que interactuar de manera constante. Se trata de hacer que la unidad humana se manifieste a plenitud, hasta en los hechos que parecen más superficiales e intrascendentes.
Hay que mantener viva la conciencia de que educar es enseñar a vivir, y por consiguiente es preciso educarse para poder educar. La escuela superior al respecto es la vida misma, en cuyo perfeccionamiento se debe aplicar todo el empeño necesario, sin exclusiones ni desatenciones de ninguna clase.
Entrémosle, pues, a fondo, a toda la temática educativa, para hacer que los efectos resultantes se puedan ir viendo y asumiendo en el día a día. Ahí está la clave de ese mejoramiento integral al que venimos refiriéndonos.
Si las sociedades educadas son las que prosperan más y mejor, tomemos esto como regla de vida, y no tardemos en ponerla en práctica incansable.
Este tiene que ser un esfuerzo personal, social y nacional que no debe cesar.
 

Lee también

Comentarios

Newsletter
X

Suscríbete a nuestros boletines y actualiza tus preferencias

Mensaje de response para boletines