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Cierre de escuelas afecta el acceso a la educación, señalan expertos

El cierre de escuelas -o unificación como lo llama Educación- podría provocar que los alumnos abandonen las escuelas y se dediquen a trabajar. Expertos dicen que no hay una planificación.

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Desde inicios de este año, el Frente Magisterial Salvadoreño (FMS) fue el primer sindicato de maestros que denunció el cierre de escuelas en el país. En su informe más reciente, hasta el 7 de febrero pasado, afirma que 44 centros escolares a nivel nacional han cerrado sus puertas.

Pese a que el Ministerio de Educación (MINED) prefiere no llamarle cierre, sino unificaciones, como lo dijo la semana pasada el titular del ramo, José Mauricio Pineda, lo cierto es que cuando una escuela deja de funcionar se traduce en un retroceso en la formación académica de la niñez y la adolescencia.

Sociólogos y expertos en educación consultados por LA PRENSA GRÁFICA dijeron que el cierre de escuelas implica que los menores abandonen sus estudios y se dediquen al trabajo infantil, en muchas ocasiones mal remunerado, sobre todo en sectores más vulnerables, como las zonas rurales.

Roberto López, sociólogo y coordinador del Observatorio Universitario de Derechos Humanos (OUDH) de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), explicó que el cierre de centros educativos impacta no solo en el acceso a la educación, sino también en la estructura social de las comunidades.

“Un centro educativo no es solo un espacio para impartir clases, sino que también contribuye a la identidad y arraigo de la comunidad”, indicó.

Según López, el cierre de escuelas está dejando a muchos niños y adolescentes fuera del sistema educativo. La falta de opciones accesibles y el costo del transporte para asistir a centros educativos más distantes son algunos de los factores que impiden su matrícula. Como consecuencia, advierte que muchos podrían verse obligados a integrarse al trabajo informal.

“Los cierres abren la posibilidad de que estos muchachos y estas muchachas, estos niños y estas niñas, terminen contribuyendo con su familia haciendo algún trabajo relativamente remunerado y entonces pasan a formar parte de un mercado laboral sin tener la edad, sin tener la capacidad, sin tener las habilidades y conocimientos suficientemente desarrollados para poder entrar entrar a un mercado laboral, que ya de por sí es un mercado laboral sumamente excluyente y sumamente injusto”, explicó el sociólogo.

En la misma vía, Karina Grégori, socióloga, investigadora y doctora en Ciencias Sociales, coincidió que la situación podría incrementar la participación de menores en actividades laborales.

“Cuando se cierran los espacios y las posibilidades de desarrollo, esto va llevando a otro tipo de actividades que informalmente buscan generar ingresos y que en muchas ocasiones lleva a las familias a tener a los hijos e hijas a la par”, señaló.

Sindicatos de docentes señalaron en los últimos días que los alumnos que estudiaban de escuelas que fueron cerradas, los trasladaron a otras instituciones más lejos de sus viviendas y en algunas ocasiones caminan más de dos kilómetros o deben invertir en transporte.

En ese sentido, según Grégori, el desplazamiento de estudiantes hacia centros educativos más alejados implica costos adicionales que muchas familias no pueden asumir. Esto podría llevarlas a retirar a sus hijos del sistema educativo.

“Si las familias enfrentan dificultades económicas y deben tomar decisiones sobre sus recursos, es posible que prioricen otras necesidades sobre la educación”, dijo la experta.

Además, Grégori puso otra arista en la problemática: el cierre de escuelas afecta de manera diferenciada a las niñas y las adolescentes quienes, al quedarse fuera de la escuela, asumen tareas domésticas en un contexto de desigualdad de género.  

“Si lo pensamos como esa carrera de obstáculos en una pista de atletismo, y ponemos a la par a un niño y a una niña que van a hacer ese recorrido hasta llegar al bachillerato, no todas las niñas habitualmente están en condiciones de llegar hasta la meta. Si estamos poniendo más distante el acceso, más costos económicos, estamos agregando reducción de recursos disponibles para atender su actividad educativa, entonces estamos viendo que en esa carrera no todos llegan y las niñas van quedándose más atrás” subrayó.

Más gastos

Ricardo (nombre ficticio) es uno de los padres de familia afectado que resiente el cierre del centro escolar en el que estudiaba su hijo, ubicado en San Salvador.

Ricardo dijo que primero les informaron que la escuela tendría un “cierre temporal”, pero posteriormente se les confirmaron que era definitivo. Como consecuencia, su hijo y otros estudiantes fueron trasladados a otra escuela, ubicada a dos kilómetros de distancia de donde solían asistir, lo que implicó costos adicionales en transporte, libros y uniformes.

“Nos hemos sobregirado económicamente. Hemos tenido que comprar libros, pagar transporte y hasta cambiar uniformes”, dijo Ricardo. También mencionó que algunos niños han quedado fuera del sistema educativo debido a la falta de cupos en la nueva escuela y que otros, por la frustración del cambio, han optado por no continuar sus estudios.

Además de los gastos, Ricardo narró que la nueva escuela a la que acude su hijo está “demasiado lejos” y que tanto él como su esposa acompañan al pequeño debido al riesgo que significa enviarlo solo.

Según Óscar Picardo, experto en educación investigador y director del Instituto de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Francisco Gavidia (UFG), la distancia es uno de los factores que influyen en la decisión de los padres de enviar o no a sus hijos a la escuela.

“Si se cierra un centro escolar y yo tengo que trasladarme o movilizarme a una distancia significativa que puede ser de tres o cinco kilómetros, probablemente evita que los padres envíen a sus hijos a los centros escolares por dos razones: por temas de seguridad, si son niños o niñas pequeñas de parvularia, primero o segundo grado; o también por temas de costos, si tengo que tomar un transporte local o público para movilizarme, esto incrementa el riesgo de deserción” explicó el experto.

Otro problema identificado es el hacinamiento. Según Grégori, las escuelas que han absorbido a los estudiantes de los centros escolares cerrados enfrentan problemas de infraestructura y recursos. “No se ha hecho una planificación adecuada que garantice condiciones dignas para la población estudiantil”, aseguró.

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