El periodista inglés Ioan Grillo, quien lleva 24 años trabajando en México, dice que es la primera vez que ve una ciudad de un millón de habitantes y capital de un estado paralizada por la violencia.
Tiroteos, secuestros, incendios: la ciudad de Culiacán, en el estado mexicano de Sinaloa, está viviendo una suerte de guerra civil.
Así lo califica Ioan Grillo, un periodista inglés que lleva 24 años cubriendo la violencia en México y estuvo la semana pasada en la zona, en el nororiente del país, reporteando el combate abierto que ya cumple dos semanas y ha dejado un estimado de al menos 50 muertos y 70 secuestros.
La crisis de seguridad, que no es la primera, es una de las consecuencias del arresto por parte de Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los jefes del Cartel de Sinaloa.
El vacío de poder que dejó puso a las dos facciones de la organización a luchar por ese liderazgo: “los mayos”, hijos y aliados de Zambada, y “los chapitos”, hijos y aliados Joaquín “el Chapo” Guzmán, también detenido en EUA.
El arresto de Zambada el 25 de julio parece haber sido, incluso, parte de esa disputa por el control de uno de los carteles más grandes del mundo: al subirse a un avión con Joaquín Guzmán López, uno de los hijos del Chapo, El Mayo firmó su entrega a las autoridades estadounidenses.
Aunque los detalles de la detención de un capo que pasó medio siglo en la ilegalidad sin pisar una cárcel siguen sin esclarecerse y el mismo presidente, Andrés Manuel López Obrador, criticó a Washington por un “acto ilegal”, cada vez es más claro que detrás del arresto estaba la puja por el dominio del cartel.
Las investigaciones de Grillo, basadas en conversaciones con actores y funcionarios de ambos países, así lo han ido exponiendo en exclusiva durante las últimas semanas.
De 51 años, el reportero ha escrito tres libros sobre el narco y ha producido decenas de documentales, se ha ganado prestigiosos premios de periodismo, ha reportado el crimen en los 32 estados mexicanos y conoce a fondo no solo las prácticas de los carteles, sino sus vínculos con la vida legal y su relación con los pueblos que controlan
BBC Mundo lo entrevistó para entender qué hay detrás de la batalla campal que se vive en Culiacán.
¿Qué está pasando en Culiacán?
He ido 14 veces a Sinaloa y llevo décadas cubriendo al narco y nunca había visto una guerra civil como esta tras el arresto de El Mayo.
La ciudad está paralizada. Antes eran dos o tres días en ciudades pequeñas con cierta tradición de violencia, pero ahora es en una capital de un millón de habitantes. Los niños no van a las escuelas, muchos comercios no funcionan, hay escasez de alimentos en los pueblos aledaños.
Aparte de la guerra civil entre las dos facciones del Cartel, que es fuerte, hay dos cosas que son distintas esta vez: la gente se autoimpuso un toque de queda y las redes sociales están proliferando el miedo con videos muy crudos, falsos y ciertos, que generan una sensación abrumadora.
Y eso que es mucho lo que no se sabe, porque los periodistas locales no están saliendo de noche ni a las zonas rurales. La cifra de 50 homicidios es limitada. Ves que hay balaceras fuertes en las noches que nadie cubre y no llegan a los reportes oficiales.
A uno se le contagia el miedo, siente una adrenalina al máximo, algo que nunca sentí en otros lugares.
¿Por qué siempre que hay una detención o asesinato de un capo pasa esto?
El problema del narcotráfico y del crimen organizado, que son dos cosas distintas aunque relacionadas, es que cuando quitas elementos aparecen otros.
Pero se cree que si bajas a las cabezas, a los capos, eso no pasa, y esa ha sido la estrategia de las agencias estadounidenses: lo que llaman “the kingpin strategy”.
Pero si las cabezas no se remplazan automáticamente, igual hay consecuencias, porque su baja quita el orden que hay y empieza una lucha para remplazarlo.
Ese orden está sobre todo en las bases de las facciones, que es donde están los elementos más jóvenes, que son a su vez los más violetos.
Entonces, entre más cabezas quitas, más violencia siembras.
¿Es una estrategia fallida?
Pues es que, en todo caso, no hay otra. Ni en México ni en Estado Unidos. Y la pregunta es esa: qué hacer. Uno puede criticar mucho, especular, pero lo cierto en esto es muy fácil proponer y muy difícil lograr resultados.
AMLO dice que el arresto de El Mayo fue ilegal e irresponsable, porque generó esta crisis de violencia. ¿Qué opinas?
Tiene razón en que a la detención, a través de un secuestro, le faltó estrategia, porque todo indica que agentes de agencias estadounidenses trabajaron a “los chapitos”.
La detención no la hace la Marina ni el Ejército, sino “los chapitos”. Y eso genera más violencia.
Y tiene un punto en esto de que no hay una discusión sobre las consecuencias de la estrategia de tumbar a los capos y convertir detenidos en testigos protegidos.
En lo que no tienen razón es que él es presidente de México y tiene responsabilidad de darle seguridad a la población. Cómo le vas a decir a la gente que la culpa es de otro. Tienes que poner la cara. No puedes renunciar a ejercer tu poder como Estado.
¿Cómo afecta esto a la relación y colaboración entre los dos países?
No creo que la declaración tenga efecto, pero en términos más generales sí ha habido cambios que calientan la relación y violencia.
Uno, por el fentanilo, que se empezó a fabricar en 2013 pero se disparó en 2020. Eso genera la idea de que hay que ser más duros, más violentos, con los carteles.
Luego está la idea de AMLO de limitar el proceder de la DEA, que se hizo, pero no impidió, por ejemplo, la detención de Zambada.
Pero después te preguntas de qué sirve una estrategia distinta, es decir, cuando ambos países colaboraban de lleno en la lucha contra el narcotráfico, como ocurrió en el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012).
Tampoco funcionó para parar la violencia, y al contrario aumentó, y el funcionario mexicano más apoyado por EE.UU. en su momento (Genaro García Luna) hoy está acusado allá de ser narco.
Dicho eso, la relación funciona bien en otros aspectos: el comercio entre los dos está mejor que nunca y México ha reducido la cantidad de migrantes por tres periodos con detenciones y deportaciones.
¿Qué es el Cartel de Sinaloa?
Es una federación de grupos criminales. Tiene como origen el negocio del narcotráfico hace un siglo en Sinaloa.
“El Mayo” empieza en el narcotráfico en los años 60. “El Chapo” en los 70.
La federación está en otros estados de México: Baja California, Ciudad Juárez, Sonora.
Tienen un sistema articulado con varios lideres, siendo los dos más poderosos el Chapo, la versión pública, y el Mayo, la versión más bajo perfil.
Durante los últimos años ha empezado una guerra fría entre ellos y ahora es una guerra civil.
Y sus facciones se han ido vinculando a otros negocios. Los sinaloense son los más narcos. Los chapitos, se reporta, reciben dinero de la industria cerveza. En Durango ganan mucho con la extorsión a la minería. Aunque los michoacanos son los expertos en extorsión. En Sonora ganan mucho por el tráfico de migrantes.
¿Qué rol jugaba ahí El Mayo en el Cartel?
Era el líder emblemático, una figura construida a través de los años, una suerte de símbolo nacional para muchos. Nunca, en medio siglo en la ilegalidad, había pisado una celda.
Muchos colegas míos no quisieron creer la versión de la traición: pensaron que si él estaba en EE.UU., era porque quería.
Pero a medida que fue saliendo información del secuestro, que viene de personajes del Cartel, de EE.UU. y de él mismo, es claro que ahí está la búsqueda de una guerra por el control del Cartel.
¿Qué dice la gente en Culiacán?
Por un lado hay psicosis social, miedo, un señor me dijo que tenía un ataque nervioso.
Pero por otro lado hay gente que apoya más a los mayos, que tienen la imagen de ser más vieja escuela, que andan en chanclas y sombrero y no se meten con el pueblo, y vienen de la amapola y la marihuana.
En cambio, los chapitos son más vistos como un cartel nuevo y más violentos, con opulencia, moviendo droga sintética. Y en ese sentido la gente cree que los mayos van a ganar, pero yo veo a los chapitos muy poderosos.
El público quiere que haya un ganador, por acuerdo o por batalla, para que termine la guerra civil.
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