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De la guerra político-militar a la guerra económica

Todo parece indicar que Trump pretende obtener el control del hemisferio occidental y dejará a los europeos la decisión de si quieren entregarle Ucrania a Rusia o si quieren pelear esa batalla inyectándole el dinero que él no está dispuesto a pagar.

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Después de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1990, el mundo bipolar y la Guerra Fría llegaron a su final. El gran triunfador fue Estados Unidos, que se erigió como la única superpotencia, a tal grado que Francis Fukuyama se atrevió a predecir el final de la historia. China había iniciado lo que Deng Xiaoping había denominado, a partir de diciembre de 1978, como un período de “Reforma y Apertura”, posterior al fallecimiento de Mao Zedong. En 1989 se detuvo el programa de transformación de la economía de una economía centralmente planificada a lo que los chinos llamaron una economía socialista de mercado, después de la Masacre de Tiananmén, y la transformación se reanudó en 1992.
Estados Unidos dominó el mundo por un par de décadas, pero el rompimiento de la burbuja de las empresas tecnológicas (punto-com) en 2000, los ataques del 11 de septiembre de 2001 y la posterior crisis financiera de 2008-2009 pusieron en duda esa hegemonía. Mientras tanto, China seguía creciendo a un ritmo muy acelerado, llegando a sobrepasar a Japón como la segunda economía más grande del mundo en 2010. Rusia, que tiene una economía que representa el 7 % de la economía de Estados Unidos, seguía avanzando bajo el liderazgo de Putin en la consolidación de su posición económica para poder perseguir su objetivo de reconstruir la ex URSS y recuperar su poderío militar. Hay que recordar que ya para 2014 Rusia se había apropiado de la península de Crimea, que pertenecía a Ucrania, y tanto Estados Unidos como Europa dejaron que eso sucediera sin mayores consecuencias para Rusia.
Así es como se llegó a que Rusia invadiera Ucrania en febrero de 2022, apenas seis meses después de que Estados Unidos saliera de Afganistán con la “cola entre las patas”, dando una imagen de debilidad que hizo que Putin se envalentonara y creyera que podía derrocar al gobierno de Zelenskyi en unos pocos días. La próxima semana se cumplirán tres años de esa guerra y, ahora, bajo el gobierno de Trump, se perfila la posibilidad de que Putin pueda obtener el triunfo, aunque sea de manera parcial, quedándose Rusia con el territorio que ha conquistado militarmente en estos tres años.
Para Trump, todo es negociable, excepto los intereses de Estados Unidos. Trump ha expresado que quiere expandir Estados Unidos hacia Canadá y Groenlandia, pretende recuperar el control del Canal de Panamá y quiere restablecer el control de la frontera con México, además de haberle cambiado el nombre al Golfo de México por Golfo de América. Todo parece indicar que Trump pretende obtener el control del hemisferio occidental y dejará a los europeos la decisión de si quieren entregarle Ucrania a Rusia o si quieren pelear esa batalla inyectándole el dinero que él no está dispuesto a pagar.
La guerra que más le importa a Trump, una vez que haya asegurado la seguridad nacional de Estados Unidos, es la guerra económica que pretende librar principalmente contra China, pero que al mismo tiempo peleará con el resto de los países del mundo que comercializan sus bienes y servicios con Estados Unidos. Su objetivo es fortalecer el dólar, reducir el déficit comercial e invertir en mantener el liderazgo tecnológico en inteligencia artificial y a nivel militar. Con todo esto, pretende recuperar el liderazgo económico en todo el mundo, dejándole a Rusia el control de su patio trasero, igualmente a China en el sudeste asiático, probablemente sacrificando a Taiwán, Corea del Sur y Filipinas, y fortaleciendo a Israel para que pueda controlar a Irán.
Siendo el secretario de Estado Marco Rubio, de origen cubano, se esperaría que Estados Unidos tenga una postura más fuerte con respecto a Cuba, Venezuela y Nicaragua. Está por verse cuál será su política con respecto a Centroamérica, una vez que logre controlar la migración ilegal de los países del Triángulo Norte hacia Estados Unidos.
 

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