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Navegando en el mar de la desinformación

Estudios sobre las noticias falsas, las noticias verdaderas y su difusión, concluyen que la mentira es más veloz y masiva que la verdad.  La fuerza que cobra en el mundo moderno la desinformación es enorme… ¡y ni siquiera la reconocemos!

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No hay peor ciego que el que no quiere ver ni peor sordo que el que no quiere oír. A principios de siglo, la humanidad se congratulaba por la llegada de “la era de la información”.  Era el momento en que internet empezaba a mostrar su potencial para transmitir con inmediatez noticias, las redes sociales sorprendían con su capacidad retransmitirlas y parecía que teníamos el mundo informativo en nuestras manos.
Las salas de redacción de los medios tradicionales –periódicos, radio y televisión– se transformaban para asaltar un universo casi ilimitado de lectores o usuarios, con una visión en la que pensaban que seguirían siendo los grandes dominadores en la nueva era, sin tener el alcance de vislumbrar lo que sucedería en pocos años.  
Era un momento comparable con los cambios que la humanidad vivió a lo largo de la historia.  Recordemos que los griegos informaban de temas políticos verbalmente en las plazas públicas conocidas como ágoras (cinco siglos antes de Cristo); en la edad media los reyes enviaban sus volantes reales para dar a conocer sus mandatos, hasta que en el siglo XV se produce el primer gran cambio con la llegada de la imprenta de Gutemberg en 1440, que dio paso al surgimiento de los periódicos, que no han dejado de evolucionar con nuevas tecnologías.
Bien se dice que la prensa escrita vino a democratizar la información, concentrada con anterioridad por los poderosos como un mecanismo para mantener a los pueblos subyugados.
En el siglo XX se introducen la radio y la televisión como medios para difundir noticias y entretenimiento, pero con ellos se produce una sana competencia entre la prensa, en la que sobresalía aquella que ganaba más credibilidad en su esfera de influencia, aunque limitada territorialmente.
La “búsqueda de la verdad” se convirtió en un valor que blindaba a los medios de comunicación y a la prensa en general, al extremo de ser considera un gran contrapeso ante los poderes políticos, económicos o sociales.  La credibilidad de cada periódico, noticieros de televisión o radio, se medía, en buena medida, por su profesionalismo para hacer un periodismo independiente y de servicio para la sociedad. 
Aquel optimismo de principios de siglo no duró demasiado.  Una nueva realidad estaba por cambiar el modo en que la humanidad se informaba. Facebook apareció en 2004, y desató el furor por este novedoso medio de comunicación. Luego llegaron YouTube (2005), Twitter –hoy X– (2006), Instagram (2010) y TikTok (2016), para mencionar las más utilizadas a nivel global.
Lo que parecía algo maravilloso y una ampliación de la Libertad de Expresión, pronto se convirtió en lo que yo considero uno de los problemas que más agobian a la humanidad en este momento.
¿Exageración? Para nada.  Algunos estudios de universidades de Estados Unidos dicen que las noticias falsas, la manipulación de la información, los titulares engañosos y últimamente el uso de la inteligencia artificial, puede llegar a representar cerca del 70% de la información que circula en las redes sociales, curiosamente, porque tiene gran impacto y es reenviada en las diferentes plataformas de redes sociales, mucho más que las noticias de la prensa seria, que obligatoriamente tienen que pasar por un proceso de verificación y, por lo tanto, es confiable.
Si a eso sumamos que no hay control en ninguna de las redes sociales para impedir el uso masivo de perfiles falsos y que hay mecánicas para “robotizar” (los bots) y multiplicar el envío de mensajes, encontramos que las noticias mentirosas, esas que corren más que las verificadas, se han convertido en el gran dominador de la información.  
Lo que se creía sería la “era de la información”, ha pasado a ser en realidad “la era de la desinformación”, algo que está enredando los procesos sociales, políticos y económicos en todo el mundo.
Hoy en día, más gente se informa –¿o desinforma?– por medio de las redes sociales, que de los medios de prensa.  Más gente que nunca se ve sometida a un auténtico “bombardeo” de fake news, la mayoría mal intencionadas y con el fin claramente establecido de influir en la mente y acciones de las personas.  Hay esfuerzos en esta dirección en todos los países y provienen de grupos con diferentes corrientes políticas, muchas de ellas de radicales que, lejos de promover acciones positivas, tienden a crear confrontación y confusión.
No es fácil pensar que, a estas alturas de los acontecimientos, se puede fomentar una educación de las sociedades para que cambien de actitud.  Estamos viviendo una auténtica “pandemia de la desinformación”, sin que hasta el momento se haya encontrado una “vacuna por la verdad”.  De hecho, ni siquiera se trabaja en ella.
Al menos queda recomendar que cada uno trabajemos en nuestro entorno para que asumamos con responsabilidad la verificación de los hechos, porque así, al menos, se podría detener un poco esa increíble circulación de desinformación que tanto daño causa en todos los países del mundo. ¡NO A LA DESINFORMACIÓN!

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