
Ese es el legado en el que el Papa Francisco trabajó desde su designación, en 2013: en tender puentes para la iglesia a partir de la reflexión, la autocrítica y la caridad, y en ese ejercicio exhibió desde un principio tales rigor y disciplina que le granjeó simpatías ante las diferentes denominaciones. Es que el primer pontífice latinoamericano no sólo se ha destacado por su producción, por su contenido, por sus brillantes encíclicas y discursos sino porque la suya ha sido una fe repleta de obras.
Millones de personas siguen con interés el estado de salud del Papa Francisco, ingresado desde hace pocos días por una neumonía, cuadro que se complicó por principios de insuficiencia renal en las últimas horas. Entre los jerarcas que se expresan con los mejores deseos para el Sumo Pontífice están el gran imán de Al Azhar, cabeza del islamismo sunita, y el Comité Judío Estadounidense; no son sólo expresiones protocolarias sino auténtica prueba de los caminos que el líder de la iglesia católica abrió, mantuvo o regó con tanta atención como para que florecieran.
Ese es el legado en el que el Papa Francisco trabajó desde su designación, en 2013: en tender puentes para la iglesia a partir de la reflexión, la autocrítica y la caridad, y en ese ejercicio exhibió desde un principio tales rigor y disciplina que le granjeó simpatías ante las diferentes denominaciones. Es que el primer pontífice latinoamericano no sólo se ha destacado por su producción, por su contenido, por sus brillantes encíclicas y discursos sino porque la suya ha sido una fe repleta de obras.
Particularmente evangélica ha sido su crítica a lo que denomina el "acostumbramiento" a la pobreza en la cultura contemporánea, así como a la banalización del sufrimiento de los excluidos, ante los que reconoce que en esta época se tiende a descuidar todo aquello que no encaje con el hedonismo y la superficialidad a la que se empuja a los jóvenes, que son los más frágiles frente a ese cambio cultural. Hace cuatro años, al oficiar la misa del Domingo de Ramos, fue todavía más ilustrativo al mencionar que nada debe detener a la iglesia en su denuncia y acompañamiento a los más necesitados, a los excluidos, a los marginados, y que “defender a los pobres no es ser comunista, es el centro del Evangelio, hasta tal punto que seremos juzgados sobre ello”.
Así han sido estos doce años de su Papado, una bocanada de aire fresco que le permitió a la Iglesia católica lidiar con tenacidad y congruencia ante la amenaza de la intolerancia religiosa y de la violencia contra su grey.
En la más reciente de sus intervenciones, en enero, lamentó el aumento de la polarización a nivel mundial, pidió a los líderes políticos alrededor del globo invertir en diálogo, y se expresó consternado por las amenazas a la libertad religiosa y al respeto a los derechos de quienes profesan una fe, por ejemplo en Nicaragua, gobierno al que le ha manifestado de modo incansable la disposición de la Iglesia a una conversación constructiva con las autoridades, pese a los desmanes que la institución sufre desde hace años por obra del dictador de Managua.
Hombres como el Papa Francisco, promotores de la paz y de la reconciliación, son imprescindibles en el siempre tirante escenario internacional y ante el ascenso de fuerzas nacionalistas, algunas de ellas de extrema derecha, en los polos del poder mundial. Por la gracia y sabiduría con que encaró graves crisis geopolíticas y por la misericordia y compasión que le asistieron cada vez que debió recordar a los pobres de cada continente, es comprensible, es justo y es necesario que en esta hora se eleven tantas oraciones por su feliz recuperación.
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