
Para cambiar este rumbo, necesitamos que el gobierno piense más en nosotros y menos en proyectos que suenan bonitos, pero no mejoran nuestra vida diaria.
¿Te has preguntado a dónde va el dinero de nuestros impuestos? En los últimos años, el gobierno ha tomado decisiones económicas que afectan nuestro bolsillo y nuestro futuro. Vamos a hablar claro sobre esto.
El gobierno nos viene diciendo que está modernizando El Salvador con grandes construcciones, carreteras y el famoso Bitcoin. Suena bonito, ¿verdad? Pero cuando miramos más de cerca, la realidad no es tan color de rosa como nos la pintan.
Esas grandes obras que vemos por todos lados están siendo pagadas con préstamos, o sea, con más deuda. Es como si pidieras prestado para remodelar tu casa, pero sin tener un plan claro de cómo vas a pagar después. El problema es que estos préstamos no son como los que pedimos nosotros, estos son préstamos de millones de dólares que todos los salvadoreños tendremos que pagar eventualmente.
El FMI (esa organización internacional que presta dinero a los países y se asegura de que puedan pagar) ha estado pidiendo que nuestro gobierno gaste menos y sea más transparente. Pero parece que estas recomendaciones entran por un oído y salen por el otro. Gastar menos es, en realidad, gastar mejor y que se oriente a beneficiar a la gente. Ahora bien, ¿por qué a un gobierno no le podría gustar la transparencia?
¿Y qué hay del Bitcoin? El gobierno sigue comprando esta moneda digital como si fuera el futuro, pero su valor sube y baja como una montaña rusa. A veces ganamos, a veces perdemos, y al final, pocos salvadoreños lo usamos en nuestra vida diaria. Es como si tu papá gastara el dinero de la comida en lotería, esperando que algún día le toque el premio grande. Además, recordemos que el Bitcoin no le gusta al FMI.
Algo que debería preocuparnos mucho es que están usando nuestros ahorros de pensión para financiar proyectos del gobierno. Esto no es nuevo, pero no había sido a tal magnitud. ¡Sí, el dinero que hemos guardado para nuestra vejez! Te dicen que no te preocupes, que todo estará bien, pero no hay un plan claro de cómo van a devolver ese dinero.
Mientras tanto, la vida se pone más difícil. Muchas familias apenas pueden poner comida en la mesa. Los jóvenes no encuentran trabajo estable y nuestros abuelos y abuelas la pasan mal con pensiones que no alcanzan para nada, y tampoco hay trabajo para ellos.
¿Has ido al Seguro Social últimamente? ¿O a una unidad de salud u hospital nacional? Faltan medicinas, las citas médicas tardan meses y el poco personal está agotado. También están cerrando escuelas públicas, dejando a muchos niños sin opciones cercanas para estudiar.
Si seguimos así, con seguridad, más temprano que tarde vamos a enfrentar una crisis económica seria. Es como cuando una familia gasta más de lo que gana: al principio parece que todo va bien, pero llega un momento en que las deudas los ahogan.
Para cambiar este rumbo, necesitamos que el gobierno piense más en nosotros y menos en proyectos que suenan bonitos, pero no mejoran nuestra vida diaria. Necesitamos mejor educación, salud de calidad y trabajos que paguen lo suficiente para vivir dignamente.
Al final del día, no necesitamos promesas brillantes, sino resultados reales. El desarrollo de nuestro país no puede venir a costa de nuestro bienestar. Todos queremos un mejor El Salvador, pero uno donde las decisiones se tomen pensando en todos los salvadoreños, no solo en unos pocos.
La próxima vez que escuches sobre un nuevo proyecto millonario, pregúntate: ¿Quién lo va a pagar realmente? ¿Y cómo me va a beneficiar a mí, a mi familia y a mi comunidad? Porque, al final, somos nosotros, la gente común, quienes sentimos el impacto real de estas decisiones en nuestra vida diaria.
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