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Administrar no es suficiente: la importancia de gerenciar

Mientras que el administrador gestiona lo existente, el gerente crea nuevas oportunidades y guía a la organización en su evolución. La gran diferencia radica en el enfoque: operativo vs. estratégico.

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A lo largo de mi vida profesional, ya sea como consultora, miembro de juntas directivas o parte de comités gerenciales, he observado con frecuencia vacíos significativos en las dinámicas de trabajo de muchas empresas. Con el tiempo comprendí, que una de las principales causas de estos problemas radica en la confusión entre dos conceptos fundamentales: administrar y gerenciar. Aunque a menudo se usan como sinónimos, comprender su diferencia es crucial para el éxito y crecimiento de cualquier organización, ya sea una empresa, una ONG o una entidad gubernamental.
Administrar implica gestionar eficientemente los recursos disponibles para garantizar la operatividad de una organización. Esto incluye coordinar tareas, supervisar procesos, manejar presupuestos y asegurar que se cumplan los objetivos establecidos. La administración se enfoca en la estabilidad y en optimizar lo que ya existe.
En otras palabras, administrar es asegurarse de que la maquinaria de la organización funcione correctamente. Es una tarea esencial, pero no suficiente si se aspira al crecimiento, la innovación y la evolución.
Gerenciar, en cambio, va más allá de la administración. Un verdadero gerente no solo mantiene la organización en funcionamiento, sino que la proyecta hacia el futuro. Su labor implica liderazgo, toma de decisiones estratégicas y la identificación de oportunidades de crecimiento e innovación.
Las principales funciones de una gerencia efectiva incluyen: 1.Definir una visión y estrategia a largo plazo. 2.Identificar oportunidades de crecimiento y desarrollo. 3.Tomar decisiones que impacten el futuro de la organización. 4.Liderar equipos con una visión inspiradora. 5.Gestionar cambios y adaptarse a nuevas tendencias del entorno. 6.Fomentar una cultura organizacional innovadora.
Mientras que el administrador gestiona lo existente, el gerente crea nuevas oportunidades y guía a la organización en su evolución. La gran diferencia radica en el enfoque: operativo vs. estratégico. Un administrador se encarga de que la organización funcione bien hoy; un gerente se preocupa por dónde estará en cinco o diez años. Una organización que solo administra puede mantenerse estable, pero sin una gerencia estratégica, corre el riesgo de estancarse y hasta desaparecer.
En una ocasión, al compartir mi frustración sobre un caso particular con mi hija Guadalupe, ella me recordó que esta diferencia aparece incluso en la Biblia, en la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30). En esta historia, un amo confía diferentes cantidades de talentos a tres siervos. Dos de ellos los invierten y multiplican, mientras que el tercero, por temor a perderlos, los entierra para devolverlos intactos. Al final, los primeros dos son recompensados por generar crecimiento, mientras que el último es reprendido por su falta de visión.
Si aplicamos esta enseñanza al mundo organizacional, el tercer siervo representa la administración sin gerencia: se enfoca solo en conservar los recursos sin generar valor adicional. Los primeros dos siervos simbolizan la gerencia: ven oportunidades, toman decisiones estratégicas y generan crecimiento con lo que se les ha confiado. Esta parábola nos recuerda que simplemente mantener una organización no es suficiente; es necesario asumir riesgos calculados, innovar y buscar oportunidades para evolucionar.
Es importante destacar que un gerente sí debe saber administrar, ya que dentro de su rol está la gestión eficiente de los recursos y procesos. Sin embargo, un administrador no necesariamente puede gerenciar, pues la gerencia requiere visión estratégica, liderazgo y la capacidad de tomar decisiones que impulsen el crecimiento.
En muchos entornos organizacionales, los líderes tienden a enfocarse demasiado en la administración y descuidan la gerencia. Esto es comprensible, ya que el día a día demanda atención constante, pero si no se dedica tiempo a la estrategia y el crecimiento, la organización puede volverse vulnerable a cambios en el entorno o quedar rezagada frente a la competencia.
Cuando los líderes logran equilibrar ambas funciones, sus organizaciones alcanzan un crecimiento sostenible y una mayor competitividad. En grandes corporaciones, estos roles suelen estar separados: los administradores se encargan de la operatividad, mientras que los gerentes se enfocan en la estrategia. Sin embargo, en estructuras más pequeñas o en crecimiento, la misma persona debe desempeñar ambos roles.
Desde mi experiencia, el mayor riesgo lo representan aquellos gerentes que, en la práctica, solo actúan como administradores, dejando un vacío peligroso en la empresa.
Nunca dejaré de insistir en que administrar y gerenciar son dos funciones esenciales, pero distintas, y que en un mundo lleno de cambios e incertidumbre, el liderazgo debe saber equilibrarlas, no solo para sobrevivir, sino para crecer y destacar frente a los desafíos del futuro.
 

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