Los principales factores del éxodo cuscatleco entre 1980-2024 han sido (1) falta de oportunidades a nivel local, (2) violencia e inseguridad; (3) deseos de progresar (espíritu de superación) de los compatriotas migrantes; (4) abandono del agro; (5) red sociofamiliar establecida en el extranjero (la mayoría de los salvadoreños tenemos al menos un familiar viviendo en otras latitudes).  

Un punto clave para el análisis es que la decisión de emigrar no es temporal, es una opción de vida. Prueba de ello es que hay cerca de 2.5 millones de salvadoreños viviendo en EUA y muchos de ellos han aprendido a ejercer sus derechos (recuérdese que EUA es un país donde funciona el Estado de Derecho). Eso quiere decir, entre otras cosas, que una deportación masiva es onerosa y tiene que cumplir el debido proceso. 

Otro punto relevante es que los inmigrantes indocumentados son clave para la economía estadounidense, particularmente para la agricultura, construcción, cuidados, restaurantes y hoteles. Cumplir, entonces, la promesa electoral de expulsar a millones de inmigrantes indocumentados entre 2025-2029 sería un harakiri.     

En nuestro caso, la migración interna -del área rural al área urbana- ha convertido a El Salvador en un país macrocefálico (hiperconcentración económica en el AMSS) y la migración externa (hacia otros países) ha hecho que El Salvador sea un país de migrantes (3 de cada 10 compatriotas viven en el extranjero). 

Estos dos hechos migratorios -junto al flujo de remesas (24 % del PIB) y la falta de mano de obra en el campo- ayudan a explicar el auge de los asentamientos urbanos precarios y la indiferencia de un alto porcentaje de la población sobre la realidad nacional (incontables jóvenes no relacionan su proyecto de vida con el futuro de El Salvador). No hay duda, la sociedad cuscatleca está en plena transformación. 

La transformación cuscatleca es profunda porque se enlazan tres procesos: migración masiva, urbanización acelerada y avances tecnológicos disruptivos. Dichos procesos están generando cambios significativos; por ejemplo: (1) nueva distribución de la población por grupos de edad (ya no tiene la forma de una pirámide, ahora se asemeja a un rombo); (2) transculturización: cambio en la forma de vestir y comer (se consume más comida chatarra fuera de casa y sin compartir con la familia); (3) innumerables personas pierden entre 3 y 4 horas diarias en el transporte; (4) la interacción presencial está siendo sustituida por la virtual. 

Esta metamorfosis se da en un país donde casi la mitad de su población tiene entre 10 y 34 años, donde crece la brecha entre lo urbano y rural, y donde la fuga de talentos es enorme. Es decir, El Salvador está desaprovechando el bono demográfico que aún dispone (la población en edad de trabajar supera en cantidad a las personas dependientes) y numerosos salvadoreños piensan que emigrar es la mejor opción de vida, a pesar de los altos riesgos y costos de pasar la frontera de México-EUA. 

Resumen: la migración masiva de salvadoreños ha generado altos costos (desintegración familiar y fuga de talentos) y cuantiosos beneficios (remesas y estabilidad social). Consiguientemente, la probabilidad de que el Gobierno estadounidense deporte e impida la entrada de miles de migrantes salvadoreños en el corto plazo debería ser un tema de interés nacional. 

Reflexión: las anunciadas acciones gubernamentales estadounidenses en contra de la inmigración irregular afectarían a El Salvador en varias formas (1) aumentaría el número de personas retornadas, (2) disminuirían las posibilidades de emigrar y (3) se reduciría el flujo de remesas y el nivel de consumo en general. De ahí que surjan dos puntos difíciles de resolver en el rompecabezas migratorio ¿Cómo responderá el Estado salvadoreño ante una enorme presión social generada por un drástico aumento en la demanda de alimentos, servicios y empleos? ¿Tendrá EUA la capacidad de sustituir las labores que realizan los inmigrantes indocumentados sin afectar el costo de vida de los norteamericanos?