Loading...

Más de Opinión

En la era Trump, todo es posible

Sobre la economía, Trump repitió que su prioridad es llevar alivio a la clase proletaria y que lo hará reduciendo el costo energético e impulsando el sector petrolífero; además, como anverso de esa misma idea de trabajar "por los trabajadores", adelantó que harán eficiencia en el sector público, lo cual no significa sino reducir el tamaño del gobierno y mandar a muchos empleados gubernamentales al paro.
El efecto de esos anuncios, de ese tono y de esa visión se comparan al que generó en los mercados la amenaza de imponer nuevos techos arancelarios a Canadá, México y China, es decir, pánico y una amplia ola de ventas en los mercados bursátiles estadounidenses; es que aunque en la superficie lo que se cuece es sólo un juego propagandístico intimidatorio, en el fondo el anuncio de medidas de represalia y el peligro de una guerra comercial mundial, aunque sea un temor incipiente basta para que los inversionistas actúen con celeridad.

Enlace copiado
Enlace copiado

Las declaraciones de Donald Trump ante el congreso estadounidense despertaron alarma en los mercados y conmocionaron a la diplomacia internacional. El mandatario norteamericano aseguró sin mayores escrúpulos que su país recuperará el Canal de Panamá, que también se hará con el control de Groenlandia, mantuvo una narrativa belicosa contra sus vecinos Canadá y México, y se jactó de lo que ha hecho en el tema migratorio, una reacción virulenta que "apenas comienza", según dijo.
Fue otra exhibición de radicalismo mezclado con populismo, esa nueva especie tan en boga en la discursiva de los antipolíticos en todo el continente: prometen el milagro económico, la repartición de las culpas, un ajuste de cuentas contra los enemigos por más ambigua que su descripción sea sin explicar cómo, en cuánto tiempo y rehuyendo los efectos colaterales de sus ideas.
Sobre la economía, Trump repitió que su prioridad es llevar alivio a la clase proletaria y que lo hará reduciendo el costo energético e impulsando el sector petrolífero; además, como anverso de esa misma idea de trabajar "por los trabajadores", adelantó que harán eficiencia en el sector público, lo cual no significa sino reducir el tamaño del gobierno y mandar a muchos empleados gubernamentales al paro.
El efecto de esos anuncios, de ese tono y de esa visión se comparan al que generó en los mercados la amenaza de imponer nuevos techos arancelarios a Canadá, México y China, es decir, pánico y una amplia ola de ventas en los mercados bursátiles estadounidenses; es que aunque en la superficie lo que se cuece es sólo un juego propagandístico intimidatorio, en el fondo el anuncio de medidas de represalia y el peligro de una guerra comercial mundial, aunque sea un temor incipiente basta para que los inversionistas actúen con celeridad.
Lo difícil de esta época, con esta nueva casta de líderes internacionales, es saber dónde termina la política y dónde comienza el espectáculo. Y es así no por incapacidad de los dirigentes sino porque la herramienta populista sólo funciona si hay estridencia, si los ataques no son ideológicos sino personales, si a la diversidad se responde con descalificación y especialmente si se atrapa emocionalmente al auditorio con polarización.
Hoy más que nunca es importante que la comunicación política sea entretenida, cruda, un divertimento; de otra manera, es poco probable destacar y captar la atención de una población que es cada vez más dispersa, dispuesta al consumo de material superficial, propensa a disfrutar más del envase que del contenido.
Por más peligrosa que la posibilidad de una confrontación comercial contra sus vecinos y contra otras potencias resulte para la misma economía estadounidense, a la nueva cúpula de Washington eso le importará poco y tensará la situación hasta donde pueda porque eso la mantiene en el ojo de la conversación, le permite dominar la agenda mediática internacional y contribuye a la imagen de mano fuerte, de administración volátil y de imposible pronóstico. Así como en su época los periodistas venezolanos sostenían que bajo el gobierno de Hugo Chávez nadie podía dormir, un régimen de ocurrencias que podía desmantelar el orden jurídico en la mañana, expropiar empresas por la tarde y despilfarrar millones en asistencialismo por la noche, así los cronistas políticos estadounidenses se someten hoy a los rigores del más craso estilo populista: todo es posible en la medida que sirva a la semiótica del poder.
 

Lee también

Comentarios

Newsletter
X

Suscríbete a nuestros boletines y actualiza tus preferencias

Mensaje de response para boletines