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Uno de los reyes de la república

El proteccionismo y mercantilismo que promueven las dictaduras, dando estabilidad a un grupo de amigos cercanos al poder, no es una “nueva idea”; viene desde los siglos XII-XVIII.
 

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— ¿Es usted el millonario…? —pregunté, sin dar crédito a mis ojos.
— ¡Oh, sí! —me respondió el viejo, afirmando convencido con la cabeza.
—Dígame, ¿cuánta carne come al día?
—No como carne —me respondió—, un gajito de naranja, un huevo y una tacita de té, nada más.
—Sea sincero, ¿y cuántas veces come al día? —pregunté.
—Dos, es suficiente para mí: desayuno y almuerzo —respondió.
—Pero si no gasta su dinero, ¿qué hace con él? —pregunté.
—Con él hago más dinero.
— ¿Para qué? —repliqué.
—Para hacer más dinero —respondió.
— ¿Y para qué hace más dinero?
Él se hizo hacia atrás en su sillón y me preguntó:
— ¿Está usted loco, joven?
—¿Y usted? —pregunté, respondiendo con otra pregunta.
Hay algunos “empresarios”, según Javier Milei, que son del pasado, esos individuos que, frente al enorme poder del Estado, descubren que resulta más sencillo lograr el éxito en los negocios seduciendo a un miembro del gobierno que satisfaciendo las necesidades de su prójimo. Que a un empresario guatemalteco le haya resultado bonancible la Centroamérica de los años 60, 70 y los 20 actuales, debería ponernos a reflexionar sobre lo lejos que estamos de salir del subdesarrollo.
En esos años gobernaba en Guatemala el coronel Carlos Arana Osorio, el chacal del oriente, iniciador no solo de la guerra civil sino de la dictadura militar guatemalteca. En Honduras, el general, político, empresario y dictador Oswaldo López Arellano, que nos había deportado a 100 mil salvadoreños, ocasionándonos un aumento en la delincuencia local. En Nicaragua, Tachito Somoza, dictador y empresario infestado de corrupción por la mala gestión del terremoto de Managua en esos años. Y en El Salvador, el coronel Armando Molina, que había llegado al poder luego de un escandaloso fraude electoral contra Napoleón Duarte.
El proteccionismo y mercantilismo que promueven las dictaduras, dando estabilidad a un grupo de amigos cercanos al poder, no es una “nueva idea”; viene desde los siglos XII-XVIII, y uno pensaría que, después de tanta sangre derramada en nuestra región, los empresarios debieran ser la reserva moral de nuestro sistema de libre empresa y competencia, huyendo de la promiscuidad con los políticos. El discurso en la cena entre empresarios y el presidente Bukele, ante la historia, dejó claro que no hemos aprendido nada.
En El Salvador, los discursos para parecernos a Bélgica que hizo la dinastía Meléndez-Quiñonez a principios del siglo XX, porque el rey Leopoldo II, luego de matar a 10 millones de congoleños, había logrado desarrollar su país, solo enriquecieron a un grupo. Después, en los 50, con la genial idea de introducir la industria, se nos prometió que seríamos el Japón de la región. Pero el poco esfuerzo en educación para formar mano de obra calificada, la división entre industriales y terratenientes salvadoreños y la guerra de las 100 horas entre las dictaduras honduro-salvadoreñas extinguió el sueño japonés. Luego se descubrió que el dólar nos haría el Hong Kong de Centroamérica. Pero el crecimiento económico nunca llegó porque nunca aprendimos (I+D+i) a producir nada que no solo fuera útil para nosotros.
Bitcoin ayer y el oro hoy son la apuesta del presidente Bukele en su primer y segundo mandato. La cripto pasó de ser un prodigio a algo ordinario, y el oro solo presagia un choque de trenes entre el pueblo y el gobierno, que los empresarios parecen apoyar. La promesa singapurense requerirá que este gobierno se extienda por décadas.
Corolario:
Máximo Gorki decía: "Quien quiera hacerse rápidamente socialista que viaje a EE.UU." Trump, con su conducta neoimperial, ya le está haciendo un favor a Rusia y acercando al mundo a China. Javier Milei, con su estafa, le ha hecho más daño al capitalismo liberal que los más de 20 libros escritos por Karl Marx contra la explotación capitalista. Aquí, los empresarios y Bukele caminan como siempre caminaron por 200 años: los ricos contra los pobres. No hay soñanza.
   

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