Residentes de una lotificación, en Santo Tomás, están a la espera de ser llamados por la lotificadora para iniciar el proceso de escrituración de sus terrenos. No les han dado plazo para resolver su situación.
Habitantes de la lotificación Miramar, en el distrito de Santo Tomás, en San Salvador Sur, han permanecido por varios años en la irregularidad en sus terrenos ante la falta de títulos de propiedad.
Los habitantes, a la fecha, sólo han recibido su comprobante de cancelación de la totalidad del pago del tereno por parte de la lotificadora Argoz, encargada de la venta de los terrenos en Miramar.
Aún siguen a la espera de ser llamados para que puedan cancelar el costo del proceso de escrituras y se les entreguen los documentos para, finalmente, ser los dueños legales de los terrenos que habitan, algunos desde hace más de 20 años.
Son más de 45 familias que se encuentran viviendo de forma irregular, y solo una persona ha sido llamada por la lotificadora para poder iniciar el proceso.
Los demás están a la expectativa y, mientras tanto, decidieron contar a este periódico sus historias sobre cómo han sobrellevado la espera de sus documentos de propiedad.
La Fiscalía mantiene abierta una investigación contra la lotificadora desde diciembre de 2023 por sospechas que vendía inmuebles en zonas rurales sin los permisos correspondientes. En mayo pasado, la ministra de Vivienda, Michelle Sol, publicó en sus redes sociales que un juzgado había nombrado un interventor y que este se encargaría de "trabajar con la finalidad de dar escrituras a las familias".
En Miramar, la falta de legalidad de los terrenos les ha imposibilitado el acceso a servicios básicos como: energía eléctrica, agua potable y construcción de calles, ya que, al no poseer sus títulos, las autónomas de agua y luz no pueden otorgar dichos servicios básicos.
La irregularidad también ha creado una problemática con las personas que han caído en la categoría de viviendas ubicadas en zonas vulnerables, catalogadas por el Ministerio de Vivienda .
LA PRENSA GRÁFICA buscó por medio de una carta obtener una postura de la Corporación Argoz, S. A. de C. V. sobre el avance del proceso de la legalización de los terrenos.
Una representante de la institución firmó de recibida la petición el jueves pasado y dijo que la tramitaría con los encargados, pero hasta el cierre de esta nota no hubo una respuesta positiva.
Cindy comienza a caminar hacia su “pasaje” que es como llaman en la lotificación a una pequeña vereda de no más de un metro de ancho y que va en descenso.
Ese pasaje, en el que han logrado simular unas gradas hechas de llantas y ripio, conduce a la puerta de acceso de la casa de Cindy.
Un pequeño terreno, con una casa de láminas al centro, en la que vive con sus hijas.
“Mi primera hija tenía seis añitos cuando nos vinimos a vivir acá. Ahora ella ya va a cumplir los 19. Nos vinimos porque andábamos alquilando y me puse a averiguar en donde habían terrenos y un amigo me dijo que aquí estaban lotificando y empecé a averiguar, y así fue como llegué acá”, menciona, mietras muestra como su casa está a escasos metros de un precipio que finaliza en una quebrada.
“Cuando pregunté en Argoz, ellos me dijeron que sí había lotes, y vino un señor a enseñármelos. Cuando yo lo agarré estaba bonito comparado con otros lugares a los que había ido a vivir”, comenta.
Cindy es la primera residente de la lotificación Miramar que ha sido llamada por parte de la lotificadora para que pueda iniciar el trámite para obtener las escrituras de su terreno.
Ella observa sus plantas y el líndero hecho con flores de izote. Lo que más preocupa a Cindy es ver como, con cada invierno, la tierra del borde de su terreno se va deslavando, y su casa, lentamente, empieza a acercarse cada vez más al precipicio.
“Aquí baja bastante agua, de la casa de la par, de la calle, porque se hace como un rio cuando baja la corriente. Aquí (en mi casa) parece lago. El desvío de agua lo hago para el pasaje para que vaya a salir a la quebrada. Lo que ve ahí son lotes, y supuestamente están en zonas no habitables, pero igual los vendieron”, comenta.
Menciona, mientras señala hacia la parte trasera de su casa, en donde deberían existir más parcelas, pero solo se ve un barranco y la quebrada que pasan a escasos metros de su casa.
Según Cindy, con cada invierno que pasa, se deslava más su terreno, y afirma que ninguna autoridad le ha brindado apoyo.
“Nosotros agarramos este lote desde 1997, que se suponía que era para 10 años. Mi esposo es el único que trabaja y el, con mucho esfuerzo, ha logrado costear todo esto”, afirma Verónica.
Ella es una de las líderes de las Comunidades de Fé, Organizadas en Acción (COFOA), quien ha luchado junto a más de 50 familias que buscan la regularización de sus terrenos en la lotificación Miramar, en el cantón Casitas, de Santo Tomás.
“Nosotros en 2007 recibimos la cancelación, porque fue cuando terminamos de pagar el lote, y siempre preguntábamos por las escrituras, pero nunca nos daban razón. Ya casi van 27 años y nosotros no habíamos visto nada de escrituras”, menciona la lider.
“Llevamos 17 años esperando a que nos den las escrituras, porque hasta ahorita es que la lotificadora ha iniciado a llamar para poder empezar con el registro y las escrituras de todos los terrenos”, dice.
La líder dice que los están llamando, uno por uno, a los residentes para poder iniciar el proceso de escrituras, les informan cuando y como deben cancelar el costo del proceso, y luego deben esperar de 30 a 45 días para, finalmente tener sus escritura.
Verónica es una de las habitantes de Miramar que lleva más tiempo esperando su proceso de regularización, pero a la fecha aún no ha sido convocada por la lorificadora para poder acercarse a las oficinas y poder inicar el trámite para, finalmente, poder obtener las escrituras del terreno que canceló hace 17 años.
Según afirma Verónica, son, aproximadamente, 79 lotes los que han iniciado el proceso de escrituración.
En total son 45 familias las que habitan la zona y son los más interesados en poder recibir el documento que confirme la legalización de sus terrenos.
También afirma que son, aproximadamente, 15 familias quienes están siendo afectadas por vivir en zonas de alto riesgo, por derrumbes, inundaciones, inaccesibilidad, entre otras problemáticas.
A la fecha, ni el Ministerio de Vivienda o la alcaldía, en su momento de Santo Tomás y hoy de San Salvador Sur, se ha acercado a abordar el tema. Y quienes se han reunido han afirmado desconocer el tema de las personas que viven en zonas de riesgo en la lotificación.
Teresa es una señora de más de setenta años que habita en una de las zonas de más alto riesgo de la comunidad.
Para acceder a su casa, uno de los vecinos le ha permitido pasar por su terreno para poder llegar hasta la puerta principal que da a su terreno. Esto porque, a pesar que el acceso está marcado como pasaje en los planos de la lotificadora, en realidad es un barranco que con las lluvias se lava poco a poco.
Niña Teresa ha logrado hacer, con llantas y tierra, un acceso improvisado para llegar hasta la puerta de su casa. El pasadiso no tiene más de 80 centímetros de ancho, lugar por el que ella tiene que pasar, con esfuerzo, con su bastón, que le ayuda a movilizarse.
Los vecinos cuentan como ella, para poder entrar o salir de la zona, debe hacerlo con mucho cuidado, y no lo hace seguido, solo sale una vez cada mes o mes y medio, ya sea a hacer las compras para poder alimentarse, o a citas médicas. Algunas de estas salidas las junta para solo hacer una, porque el pago de cada viaje es un esfuerzo que debe asumir.
“Aquí solo un señor taxista sube con el carro a traerme y a dejarme, nadie más se atreve porque es bien dificil subir, y dependiendo de a donde vaya, así me cobra cada viaje. Si es a consulta me cobra $10 por ida, y otros $10 de vuelta; si es al mercado, entonces me sale más caro”, afirma Teresa, mientras está sentada en una silla sobre una de las calles de la lotificación.
Respecto al ingreso de su casa, ella afirma que si no fuera por su vecino, ella no podría entrar a su casa “mire, aquí no me dejaron salida ni entrada, porque donde se supone que está el lindero y debe pasar la calle, ahí no hay espacio, ahí no existe paso, porque ahí al barranco va a dar uno”, menciona, mientras se agarra con firmeza a su bastón y a un arbol que se encuentra en la parte baja de las gradas de que construido.
“Para mí es bien dificil salir de aquí, y si algún día tengo una emergencia en la noche, yo no podría salir de aquí, porque ningún carro sube”, menciona la señora.
Los vecinos comentan que, ante emergencias, y por el difícil acceso a la comunidad, si alguien se enferma o deben sacar a alguna persona mayor por cualquier motivo, deben hacerlo con hamacas o sillas.
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