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Solo el 5 % de las trabajadoras domésticas en El Salvador están inscritas al Seguro Social

Las trabajadoras domésticas y de cuidados no tienen acceso a servicios de salud y muchas de estas presentan enfermedades avanzadas por no asistir al médico. SITDCES señala también baja escolaridad.

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El Sindicato de Trabajadoras Domésticas y de los Cuidados de El Salvador (SITDCES) dice que solo el 5 % de las mujeres que laboran en este rubro están inscritas en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS).

“A nivel nacional somos 140,000 las mujeres que trabajamos en labores domésticas, pero estamos seguras que el número es más alto. Nosotras tenemos conocimiento que solo el 5 % de las compañeras están aseguradas y eso es porque sus empleadores las han inscrito”, cuenta Aída Rosales, secretaria general de SITDCES.

La lideresa sindical afirma que durante y después de la pandemia del covid-19, muchas trabajadoras domésticas dejaron de laborar en hogares donde se les había inscrito al Seguro Social.

“Después de la pandemia, como a muchas nos mandaron a la casa, quedaron (los empleadores) que nos iban a volver a llamar cuando todo eso pasara, porque toda la gente estaba en casa, (no necesitaban el servicio), pero fue en ese momento que muchas quedamos sin seguridad social”, agrega Rosales.

El documento “Trabajo doméstico remunerado en El Salvador” del Ministerio de Trabajo y Previsión Social (MTPS) cita datos de la Superintendencia del Sistema Financiero (SSF) y del ISSS: entre enero y diciembre de 2023, un promedio de 1,497 personas estuvieron registradas en planilla como trabajadores de servicio doméstico, lo que representa el 1.5 % del total estimado de este sector según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples 2023.

“En diciembre de 2023, el número de personas en planilla fue de 1,634, una disminución del 13.5 % respecto a diciembre de 2022, cuando alcanzó las 1,888 personas. Esta tendencia podría estar vinculada a factores económicos o laborales que impactan la formalización de estos empleos”, dice el documento del MTPS.

Que las trabajadoras domésticas no tengan acceso a seguridad social ha provocado, dice Rosales, que muchas de ellas presenten enfermedades avanzadas.

“Nosotras vamos a parar a la unidad de salud, si nos dan permiso de ir; sino, nos toca comprar una pastillita para que se nos quite lo que sentimos o compramos medicina natural. Por eso, muchas mujeres, cuando realmente nos sentimos mal, vamos a pasar consulta, nos hacen todos los exámenes y nos encontramos que tenemos el cáncer avanzado, ya tenemos el azúcar alta, ya tenemos un montón de cuestiones (enfermedades) que se nos desarrollan”, asegura.

En SITDCES reciben denuncias de trabajadoras que han visto afectada su salud realizando trabajos domésticos. Rosales es una de ellas. Recordó que una persona con la que trabajó por tres años tenía mascotas y al hacer limpieza se agravaron sus problemas de alergia.

“Aguanté porque no tenía otra casa a la que ir. A mí me tocaba limpiar los desechos del gato y del perro, además de quitar los pelos del sofá. Me empeoró la alergia”, recuerda Rosales y añade que su exempleador nunca le ayudó con el pago de la medicinas ni de la consulta.

“Muchas veces no nos dan permiso de salir y nos dicen ‘¿quién va a cuidar la casa?, ¿quién me va a venir a hacer las cosas? o ¿quién va a cuidar los niños?’. Tenemos el caso de una compañera que solo se dedicaba a planchar y se ha dañado las manos, no puede moverlas. El empleador nunca le ofreció ayuda para que solventara la situación. Ahora ella no puede trabajar por el daño que presenta. Y así tenemos más casos”, dijo la sindicalista.

POR UN SALARIO DIGNO
El SITDCES trabaja para que en El Salvador se apruebe el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que ofrece protección específica a las y los trabajadores domésticos. Exige a los Estados tomar medidas para que estas personas tengan condiciones laborales dignas.

Una de ellas es el salario. En marzo de 2020, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) ordenó que se pagara el salario mínimo a las trabajadoras domésticas, y este corresponde al sector comercio y servicio, es decir, $365.

“Hasta el momento no se le ha dado cumplimiento a lo que ordenó la Sala, ni el Consejo Nacional del Salario Mínimo ni el Ministerio de Trabajo. Es una deuda que tienen con las trabajadoras domésticas, no poner un salario mínimo”, expresa con indignación Rosales.

De hecho, el documento de MTPS considera que el trabajo doméstico y de cuidados está “desvalorizado” en el país. “El Estado debe ser entonces un ente regulador y equilibrador de desigualdades y buscar el reconocimiento pleno de los derechos laborales de las personas trabajadoras de este sector”, afirma.

Con el convenio 189, las empleadas domésticas también buscan que se les otorguen los mismos derechos que los demás trabajadores: un contrato, seguro social jornadas ocho horas, jubilación, vacaciones anuales, establecer tiempos de comida, aguinaldo e indemnización.

“A veces trabajamos más de ocho horas y ni comemos por sacar todo lo que hay que hacer en las casas. A veces, cuando la empleada es ‘casa adentro’ -es decir, que llega todos los días o duerme dentro del hogar- hay empleadores que hacen fiestas y una atiende hasta bien noche”, relata Rosales.

Y es que las trabajadoras del hogar y de cuidados enfrentan una serie de atropellos, según ha documentado SITDCES. Rosales detalla que reciben denuncias de violencia verbal, sexual, discriminación, entre otras. Incluso, dice, que en algunos hogares han identificado niñas o adolescentes mujeres trabajando en labores domésticas o de cuidados.

SIN COMIDA Y SIN PAGA
Gloria (nombre ficticio) es empleada doméstica y al día cobra $15. Cuenta que el año pasado comenzó a trabajar en una vivienda ubicada en una residencial en La Libertad Este. “La casa era bien grande, bonita, los patrones tenían sus recursos económicos”.

Gloria iniciaba labores a las 6:00 de la mañana. Lavaba, barría, trapeaba, cocinaba, planchaba. Terminaba su jornada a las 6:00 de la tarde, pero no siempre recibía su paga. “Cuando terminaba todos los quehaceres el señor de la casa me decía que no me podía pagar, que me lo debía, que no tenía dinero. Yo no le creía, siempre llevaban comida rápida y cajas de cerveza. Dejé de ir y me quedó debiendo”, recuerda.

“En esa casa me veían de menos. Me tenían mi plato, mi vaso y tenedor aparte. Los trastes eran viejos, pero ahí me tocaba comer. Uno por necesidad acepta esos trabajos, pero hay que tener dignidad”, añade esta mujer de casi 60 años.

Otro caso es el de Marta (nombre ficticio). Ella trabaja en una casa de una residencial en Santa Tecla. Dice que una de las primeras ordenes que recibió fue llevar su propia comida, desayuno y almuerzo.

“Cuando no podía llevar mi comida, ella (dueña de la casa) me daba comida arruinada. Una vez me dio arroz ligoso (arruinado) y un poco de crema agría. Nunca como lo que ellos comen. Desde ese momento, yo llevo panes con frijoles o cualquier otra cosa”, señala Marta.

Dice que solo le pagan $12 al día, comenzando desde las 8:00 de la mañana y terminando pasadas las 6:00 de la tarde. “Sigo yendo a esa casa porque no he conseguido otro lugar. Estoy ahorrando para arreglar mi casa y no puedo darme el lujo, ahorita, de perder ese dinero”, afirma.

El trabajo doméstico lo realizan, en El Salvador, mayoritariamente mujeres. El documento del MTPS señala que  en el 2023, el empleo de mujeres en el trabajo doméstico remunerado aumentó un 6.6 %, mientras que el de hombres disminuyó un 19.3 % respecto a 2022. “Esto sugiere que, pese a la precariedad del sector, las mujeres siguen accediendo a estos empleos posiblemente por la falta de alternativas laborales”.

Y es que Rosales señala que la mayoría de mujeres que ejercen esta labor tienen niveles de escolaridad bajos. Para el caso de Gloria, llegó hasta tercer grado; Marta, con esfuerzos, terminó noveno grado.

“La mayoría de compañeras no han estudiado, algunas no pueden ni leer ni escribir. La mayoría vienen de zonas rurales y hay unas que tienen hasta tercer grado. La mayoría quizás cuarto o quinto grado. Eso (baja escolaridad) influye porque no pueden hallar otro empleo que no sea trabajar en casas donde muchas veces los empleadores se aprovechan de eso para pagarles menos, discriminarlas y explotarlas”, concluyó Rosales.

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