El hombre mediocre carece de ideales superiores que guíen su vida. Vive bajo la premisa del egoísmo, centrado en la satisfacción de sus propios intereses, sin una visión mayor que lo impulse a actuar por el bien común.
De niño, mi padre me dio a leer dos grandes obras: una, Páginas Escogidas del salvadoreño Juan Ramón Uriarte, y otra, El Hombre Mediocre del italoargentino José Ingenieros. ¡Hombre sabio mi padre!
El Hombre Mediocre presenta una crítica profunda del hombre común, que no trasciende, que no piensa por sí mismo y que no actúa para progresar. Desvela la mediocridad de quienes no asumen su responsabilidad en la creación de una sociedad más justa.
Ingenieros reflexiona sobre los peligros de una vida sin principios elevados, en la que el hombre solo busca el confort personal y la aceptación social.
El hombre mediocre es conformista y cómodo, no enfrenta los desafíos del pensamiento crítico ni la autocrítica; es falto de originalidad, incapaz de generar ideas nuevas o revolucionarias. Solo es seguidor, no un líder; vive una vida basada en la repetición de modelos preexistentes, no innova ni transforma su entorno.
El hombre mediocre carece de ideales superiores que guíen su vida. Vive bajo la premisa del egoísmo, centrado en la satisfacción de sus propios intereses, sin una visión mayor que lo impulse a actuar por el bien común. Es indiferente ante el sufrimiento ajeno, incapaz de sentir empatía por los demás. La indiferencia hacia el sufrimiento y las injusticias sociales se convierte en una característica definitoria de su personalidad.
Más de un siglo después, el análisis de Ingenieros se puede aplicar con sorprendente claridad a un contexto político, digamos en un país imaginario, bajo un régimen creado por un líder que habría llegado al poder generando un fervor popular impresionante entre sus seguidores, pero que también habría suscitado una creciente preocupación entre quienes advierten sus tendencias autoritarias.
En ese país hay un conformismo social bajo la figura de un "líder fuerte", quien ha logrado atraer a una gran parte de la población por su promesa de estabilidad y soluciones rápidas, pero que toma decisiones sin la consulta debida ni los mecanismos democráticos, presentando una fachada de eficiencia para ocultar problemas más profundos de gobernanza.
Ese imaginario líder gobierna a través de las redes sociales o cadenas de televisión que siguen un guion preestablecido y evidentemente ensayado, siempre con un estilo populista y visceral, con mensajes alejados de la política de las ideas y los principios. Se enfoca en proyectar una imagen de eficiencia y de lucha contra la corrupción de los opositores y delincuentes, pero nunca plantea una visión política coherente a largo plazo, tal como lo haría el hombre mediocre, quien se aferraría a un modelo superficial.
Ese régimen imaginario habría violado los derechos humanos, criminalizado a la oposición, utilizado indebidamente a las fuerzas armadas y las fuerzas del orden, controlado muchos medios de comunicación y desarticulado instituciones democráticas clave.
Nos encontramos ante la indiferencia del hombre mediocre, que desprecia la justicia y el bienestar colectivo, anteponiendo su propia agenda y poder sobre el respeto a los derechos fundamentales.
Este régimen, en un país imaginario, habría manipulado un sentimiento de miedo, especialmente en relación con la violencia delincuencial, y así justificaría políticas de control autoritario y de expansión del poder. Fomentaría un entorno de falsa estabilidad y no cuestionaría las estructuras subyacentes de desigualdad y exclusión social.
Así, la obra de Ingenieros se convierte en una herramienta poderosa para comprender los peligros de un liderazgo populista. Este régimen imaginario, a través de un enfoque autoritario y la apelación a la figura del líder fuerte, encarnaría muchas de las características del hombre mediocre.
Sería un país imaginario donde el hombre mediocre apoyaría a un hombre mediocre, creador de un régimen mediocre que se oculta en la mediocridad política.
De esa manera, ese país imaginario se encontraría atrapado en redes que, aparentando efectividad en la lucha contra el crimen, minan los valores fundamentales de la República y la libertad.
No seamos hombres ni mujeres mediocres.
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