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Politiquerías sobre pobreza y riqueza

Nuestra conciencia colectiva necesita basarse en la empatía y la responsabilidad compartida, reconociendo los temas de pobreza y riqueza desde sus causas estructurales sin estigmatizar.

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Las diferencias conceptuales entre pobreza y su contraparte reflejan posiciones ideológicas, económicas y sociales influenciadas por valores políticos sin mucho fundamento. Así, este pensamiento individual de calle sobre las percepciones de justicia y democracia, modificable de acuerdo con las experiencias vividas, refleja el grado de confianza que existe hacia el sistema de turno, sea este democrático o autoritario. Igualmente, las interpretaciones sobre las causas de la pobreza y sus efectos en la sociedad denotan una empecinada ubicación en el plano geométrico de la política, estigmatizando condiciones.
Los criterios y reacciones emocionales nacen en las experiencias políticas vividas desde el instante en que nuestra razón las atiende. Si la vivencia fue de prosperidad y tranquilidad, hay optimismo; si, por el contrario, se considera mala, hay escepticismo.
Cada época deja su huella en el pensamiento crítico individual de cada generación, resultado de la relación con el contexto histórico y los valores socioculturales predominantes. Esta influencia varía según se vivan los acontecimientos, así como su efecto en las expectativas y percepciones sobre justicia social y equidad.
En momentos clave enfrentando la realidad, si esta indica inestabilidad y decadencia, se desencadenan deseos de cambios sustanciales que, sin medir el riesgo, exponen a la colectividad a caer ante movimientos políticos extremos, apoyados en la desconfianza progresiva en el sistema político tradicional, aventurándose en posturas populistas que pueden sacrificar derechos y libertades.
Es un hecho que el éxito económico resulta de esfuerzos individuales sin mayor intervención estatal, más que la promoción de la inversión otorgando condiciones e incentivos que deriven en la generación de riqueza. Desde una óptica contraria, la riqueza es el beneficio de un sistema desigual que necesita reestructuración, interpretando la pobreza como resultado de la marginación de sus necesidades y la falta de inversión en programas sociales.
Los ideales aspiracionales de progreso y éxito son logros posibles desde cualquier condición social. Las dificultades para alguien que surge de sectores limitados son innegables, pero superables si existe la eficiencia estatal que provea condiciones sustanciales y efectivas de desarrollo, integrando a todos los sectores y evitando el asistencialismo y su efecto de acomodamiento a la dependencia económica del Estado.
En nuestra naturaleza política, el pasado obsesiona, el inmediato aturde y en la memoria colectiva se guardan emociones generalizadas, como el recuerdo de administraciones de izquierda que, bajo la bandera de redistribución y justicia social, hundieron la economía y marginaron más al pobre. De igual manera, retroceder a los sistemas de gobierno que priorizaron los intereses de élites políticas aliadas al gran capital dejó al pobre relegado a conejillo de conflictos utilizados como pretexto para guerras.
La pobreza es entonces una pieza de márquetin político. Aprovechar su condición y no atenderla es un problema ético y demagógico que limita el desarrollo; sin embargo, como factor político, parece que su crecimiento es un objetivo estratégico.
Es en nuestras sociedades latinoamericanas donde la concepción ciudadana de la pobreza adolece de conciencia social y refleja aspectos culturales carentes de empatía. Así, la política absorbe voluntades ante sus argumentos sobre las causas y soluciones a las realidades sociales, generando falsos sentidos de poder y pertenencia que, sin beneficiar los intereses de las clases bajas y medias, llevan a estas hacia el apoyo de sus políticas sin pensar en el deterioro de su condición y la marginalización de sus necesidades.
Nuestra conciencia colectiva necesita basarse en la empatía y la responsabilidad compartida, reconociendo los temas de pobreza y riqueza desde sus causas estructurales sin estigmatizar, tomando conciencia sobre las necesidades políticas que nos acerquen a las buenas decisiones y permitan construir un futuro más equitativo sin peligro de una desestabilización social generalizada.
 

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