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¿Qué fue esa niebla?

¿Qué pudo haber hecho que muchas personas sintieran un panorama mental nublado? Podemos decir que quizá la causa específica no existe, quizá cada caso es demasiado particular y que quizá estemos empezando a ver la realidad completa después de la niebla.

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Posterior a las primeras afectaciones por la pandemia a nivel de salud, se comenzó a evidenciar un problema que hasta la fecha sigue siendo eso: “un problema”. Algunas personas comenzaron a describir sintomatología que no necesariamente era nueva, pero que comenzó a relacionarse directamente con la infección por coronavirus. Dichos síntomas eran: confusión, olvidos frecuentes, sensación de lentitud o letargo, adinamia o bajo ánimo, así como pobre capacidad para realizar actividades diarias y ejecutivas, habilidades en la planificación y procesamiento de la información, así como para seguir indicaciones o realizar actividades complejas. Algunas personas lo describieron como “sentirse nublados”, por lo que precisamente se nombró a dicho fenómeno como “niebla cerebral o mental”.
Y aunque el tiempo ha pasado, muchas personas continuaron y continúan describiendo una cantidad variable de síntomas que podrían incluirse en el término de niebla mental. Sin embargo, cabe mencionar que la infección por coronavirus, y sobre todo las infecciones de alta complejidad o persistentes, no son las únicas causas de dichos síntomas. Se puede mencionar que alteraciones en el nivel de la concentración, memoria y ánimo pueden relacionarse, por ejemplo, con un viaje muy extenuante o el jet lag, así como con el uso de algunos medicamentos con potencial sedativo, enfermedades crónicas o degenerativas, cambios hormonales, menopausia y, por supuesto, cambios estructurales y funcionales del cerebro como la demencia.
Por otro lado, las causas también pueden involucrar procesos meramente psiquiátricos, como distintos trastornos de ansiedad, depresión, déficit de atención y otros. Algunos casos aún más complejos podrían involucrar no solo un factor desencadenante sintomatológico, sino varios de ellos. Asimismo, podrían converger condiciones neuropsiquiátricas que pobremente se dilucidan en nuestro medio, en parte por la inaccesibilidad a servicios de salud especializados y en parte por la pobre atención que se ha brindado a dichas causas en nuestra cultura.
De cualquier manera, los síntomas descritos pueden derivar de múltiples causas, pero en el transcurrir de la pandemia se le dio un realce a ese conjunto de síntomas y se comentó con más trascendencia la importancia de la atención médica. Las personas a menudo podían sentirse frustradas, vacías o amenazadas, y eso también ha afectado la forma en la que interpretamos la realidad. Dichas sensaciones no excluyen la presentación de síntomas clínicos físicos o mentales; al contrario, podrían ser causa de exacerbación. A la fecha, todavía no podemos saber cuáles han sido y seguirán siendo las repercusiones totales de la pandemia y de sus síntomas, pero sí es claro que podemos considerar que ha sido un abrupto desencadenante de condiciones negativas en la población.
Asimismo, debe considerarse la multicausalidad del fenómeno, pero la búsqueda de atención médica debe ser una prioridad si dichos síntomas están apareciendo aún después de cesada la gravedad clínica por infección de COVID-19 a nivel mundial. Es decir, no se debe retrasar una adecuada evaluación en cualquiera de los casos. El término correcto para describir la “niebla mental” quizá sería déficit o alteración cognitiva; la estadística diagnóstica será algo que el profesional en salud irá estableciendo a medida que se vayan descartando las causas.
Sin embargo, sobre las dudas: ¿Qué fue esa niebla? y ¿Qué pudo haber hecho que muchas personas sintieran un panorama mental nublado? Podemos decir que quizá la causa específica no existe, quizá cada caso es demasiado particular y que quizá estemos empezando a ver la realidad completa después de la niebla. No obstante, lo que sí es verdaderamente importante es que hay alternativas y posibles medidas para contrarrestar los efectos terribles en nuestro cerebro. La ciencia hoy día está dando respuestas más concretas y reales acerca de esas medidas, entre ellas: disfrutar de pequeños placeres en medio del agobio laboral o cotidiano, escribir, hacer poesía o arte, fomentar un sueño reparador, aumentar la actividad física, realizar actividades de distracción o ejercicios mentales que promuevan la estimulación cerebral e intelectual. Pero lo más importante es buscar ayuda siempre que sea necesario.

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