Una salvadoreña encontró una forma inusual de emprender. Sus piezas reflejan de forma tierna y envejecida a los duendes, que elabora de manera artesanal con arcilla polimérica, alambre galvanizado y telas.
Aunque universalmente son conocidos por su origen supersticioso, sin duda alguna los duendes han llegado a formar parte del folclore de muchos países y culturas del mundo, con populares tradiciones como la de Irlanda y la festividad de San Patricio.
También conocidos como gnomos, spiridus, goblins, pixies o aluxes, estas criaturas mágicas han trascendido a la cultura popular e incluso hay quienes se dedican a elaborarlos y coleccionarlos.
Lina Rivera es una salvadoreña de 50 años que encontró en el mito de los duendes una manera de emprender. Lo que comenzó como un pasatiempo, se convirtió en una forma de ingreso, y así como le sucedió a muchas personas en el tiempo de la pandemia, ese fue el momento para redescubrir su faceta artística.
Con estudios en ingeniería química, Rivera se dedicó toda su vida a la jabonería, pero cuenta que con la llegada de la pandemia “se vino todo abajo” y esto le dió la oportunidad de hacer escultura y “travesear” la pasta, como ella lo llama.
Cree que su fascinación hacia los duendes se dió cuando vivió un tiempo en Honduras, y asegura que veía pasarlos y hasta les ponía nombres.
Su primer duende se lo vendió a una amiga de Estados Unidos, quien creía que en el bosque de su casa habían duendes. Lina recuerda que lo fabricó de pasta flexible y con un aspecto de “viejito”.
El distintivo de los duendes de Lina Rivera es que son de aspecto tierno y envejecido, que no transmiten miedo. “En Suramérica hacen duendes y hay algunos que dan miedo, entonces yo decía, ‘voy a hacer unos duendes, pero que tengan caras tiernas, así de viejitos’”, menciona.
Reconoce que en El Salvador si hay una cultura alrededor de los duendes y que muchas generaciones crecieron con el mito. “Es parte de nuestra idiosincrasia”, manifiesta.
Para elaborar los duendes, Lina inicia por las cabezas, elaboradas con arcilla polimérica, que tardan dos semanas en secar por completo. También crea las manos, los pies o incluso zapatos.
El siguiente paso es crear los cuerpos con alambre galvanizado, para luego forrarlos con tela. “Hay unos más gorditos que otros”, describe.
A Lina se ha unido su tía, Concepción de Escamilla, de 79 años, quien le ayuda en el proceso y se encarga de elaborar gorros, chaquetas y hasta pequeños bolsos de crochet.
Entre las recomendaciones para cuidar sus piezas, Rivera explica que no son para tenerlas en el exterior ni exponerlas a la luz directa del Sol, tampoco son juguetes para niños o mascotas.
Pueden ver más del trabajo de Lina Rivera en Instagram y TikTok como @almartesv.
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