
Podríamos decir, con sinceridad, que el autoritarismo ha tomado fuerza en un mundo que parecía llamado a lo contrario. ¿Y qué hacer al respecto, pues? En primer lugar, concienciarnos de todo, y en segundo lugar, proponernos hacer alianza con la evolución.
Ahora empezamos a entender, no sin dificultades derivadas del apego a los mecanismos tradicionales de interacción, que el fenómeno globalizador es una expresión sin precedentes del acontecer evolutivo y a la vez un nudo de despistes que es preciso ir deshaciendo a tiempo. Aquí se juntan los apegos tradicionales con las ansiedades liberadoras que pueblan la realidad, y más en estos días. Y es en esa situación que se van manifestando con mayor nitidez los errores que se cometen al forzar el apego al pasado o al dar saltos de ciego hacia el futuro. La sensatez en el manejo de la vida compartida y comunitaria resulta, pues, absolutamente esencial para lograr una estabilidad sustentable y para ir alcanzando un progreso que responda a las necesidades socioeconómicas y a los imperativos políticos del cambio.
La clase de cambio que impera globalmente en los tiempos actuales se ha ido volviendo, en su comportamiento de base, un sinónimo de convivencia intensiva y extensiva, como lo muestran todos los datos que tenemos a la mano resultantes del cada vez más abierto panorama de los aconteceres actuales. Y por lo anterior, no es positivo ningún apartamiento voluntario de los enlaces integradores. El caso del Brexit que desligó al Reino Unido, por propia voluntad, de la Unión Europea, hace cinco años, nos lo evidencia con toda claridad. Por muchos de los signos que se van dando al respecto, es factible concluir que separaciones como esa traen más desfaces que oportunidades. No lo perdamos de vista, porque el ejemplo sirve para todos.
Como decimos en el título de esta Columna, aprender a convivir de manera constructiva es el reto más apremiante que trae consigo la globalización, y al ser así, debemos entrar lo más pronto posible en la lógica de esta línea de acción, para promover sin tardanza de ninguna índole el desempeño fecundo de nuestro devenir, como individuos y como comunidad nacional. Asumamos dicha tarea histórica como algo muy propio, de cuyos efectos iluminadores depende en gran medida que estemos siempre listos para desarrollar todo lo que nos corresponde, empezando por el desarrollo mismo. A la convivencia constructiva está unida, desde su raíz, la evolución exitosa.
Las viejas fronteras se van difuminando sin cesar; los tradicionales proyectos pierden energías paso a paso; el imperativo de nuevas visiones toma posición a medida que los días vuelan, aleteantes. No puede esperarse que se den más apremios que los que ya existen. Pero, por otra parte, la presencia de factores que trastornan el avance se interponen sin cesar, de la mano de las prácticas que atentan contra el esquema de libertades, del autoritarismo que nunca deja de estar al acecho y de los brotes de poder malsano que son los más atentatorios contra la sanidad de la democracia.
Hay que encontrarle sentido al hecho de que, ahora que la sana dinámica del cambio generalizado se manifiesta por doquier, los impulsos del poder en acción se acogen con mayores apremios a las voluntades que más quieren imponerse contra viento y marea. Podríamos decir, con sinceridad, que el autoritarismo ha tomado fuerza en un mundo que parecía llamado a lo contrario. ¿Y qué hacer al respecto, pues? En primer lugar, concienciarnos de todo, y en segundo lugar, proponernos hacer alianza con la evolución.
Y esto es tan invasor que se evidencia, de manera totalmente inescrupulosa y vanidosa, hasta en sociedades que parecían haber alcanzado un rango de la más alta condición, como es el sorprendente caso de los Estados Unidos de América. Hasta hace muy poco, ¿quién iba a pensar que cosas como esa se iban a dar ahí, con una especie de desfachatez insólita, que no pareciera admitir controles ni límites de ninguna clase?
Cada día que pasa, y en razón de lo que viene y sigue pasando en todos los entornos familiares, laborales, nacionales e internacionales, habría que estar en guardia, para promover y encontrar garantías de que vamos en la ruta y en la dirección correctas, siempre hacia el horizonte que nos toca, con tino y con responsabilidad incuestionables. La insensatez no debe prevalecer.
Es hora más que sobrada de enfrentar los diversos desafíos que el progreso trae consigo en forma completa y sin exclusiones ni reservas. Ya no es dable justificar ninguna parcialidad autojustificante: todos tenemos que hacer causa común para salir adelante de la mano de la razón.
Así de sencillo y así de complicado. Los virus del egoísmo, que en el área de la política encarnan en el autoritarismo, están siempre aquí, pugnando por imponerse. Y hay que tener listos los antídotos mentales del caso.
Como hemos repetido sin cesar, y no nos cansaremos de hacerlo: estamos aquí para convivir en clave inteligente; y si lo logramos, triunfaremos.
De nuestra disciplina depende mucho más que de la suerte. Vamos a ello.
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