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El síndrome del impostor y el autosabotaje

 Se observa que, en ciertos casos, el éxito se interpreta como fruto de la suerte o de circunstancias externas, relegando el mérito personal a un segundo plano.

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El síndrome del impostor es una experiencia psicológica que, a pesar de la evidencia de éxitos tangibles, mantiene una voz interior que cuestiona la propia valía. Este fenómeno, que inicialmente fue observado en mujeres de altos logros y posteriormente extendido a hombres y otros colectivos, encierra una paradoja: quienes alcanzan metas significativas son, en ocasiones, los más propensos a sentir que no son merecedores de sus éxitos. La sensación de ser un fraude se arraiga en una percepción distorsionada que oscila entre la autocrítica exagerada y la incapacidad de reconocer los propios logros.
En los estudios pioneros de Pauline Clance y Suzanne Imes se identificó que, en ocasiones, el reconocimiento externo y el éxito medible se ven opacados por una autopercepción de insuficiencia. En palabras de la misma investigadora: "El miedo a ser descubierto como un fraude, a pesar de las evidencias objetivas del éxito, constituye un obstáculo silencioso que limita el desarrollo personal". Este conflicto interno no surge de una simple baja autoestima, sino de una compleja interacción entre expectativas sociales, ideales internalizados y la propia experiencia del logro.
La estructura interna del síndrome del impostor se compone de múltiples matices. Se observa que, en ciertos casos, el éxito se interpreta como fruto de la suerte o de circunstancias externas, relegando el mérito personal a un segundo plano. Este fenómeno, lejos de ser una simple duda pasajera, se manifiesta como una barrera que impide la consolidación de la identidad y la aceptación plena de la propia capacidad. Investigaciones recientes han sugerido que la autopercepción distorsionada puede incluso influir en la toma de decisiones, generando una tendencia a evitar desafíos que podrían resultar en nuevas victorias por temor a confirmar la sensación de fraude.
Para superar este síndrome, se han identificado estrategias que favorecen una reestructuración de la narrativa interna:
• La revisión objetiva de los logros es una herramienta eficaz para contrarrestar la tendencia a minimizar el propio éxito. 
• Llevar un registro de las metas alcanzadas y de los desafíos superados permite visualizar de forma tangible el recorrido personal, reduciendo la brecha entre la percepción interna y la realidad externa. 
• Una adecuada gestión de las emociones permite transformar la autocrítica excesiva en un diálogo interno más constructivo. 
• Aceptar, desde la resiliencia, tanto los éxitos como los desafíos inherentes a la vida profesional y personal.
• Reflexionar sobre el origen de las expectativas y la reevaluación de los criterios de éxito para abrir la puerta a una visión más equilibrada y realista del propio desempeño.
• La  búsqueda de entornos de apoyo, como grupos de reflexión, mentorías o terapias especializadas, facilita la apertura y el reconocimiento de experiencias compartidas, lo cual contribuye a desactivar la sensación de “esto me pasa sólo a mí”.
Por otro lado, el estudio del síndrome del impostor invita a explorar las raíces culturales y sociales que alimentan la desconexión entre la imagen interna y el reconocimiento externo. En organizaciones altamente competitivas y orientadas únicamente a los resultados, la presión por lograr estándares inalcanzables puede impulsar la internalización de críticas que, en realidad, se alejan del valor real de cada logro. Se ha demostrado que la tendencia a compararse con otros y a idealizar las versiones públicas de éxito puede resultar contraproducente, ya que impide la consolidación de una identidad auténtica y plena.
Es necesario reconocer que los fracasos y los errores forman parte integral del camino hacia el crecimiento personal y reconectar con una imagen propia basada en la autenticidad y no en estándares externos. Expertos en la materia recomiendan cultivar espacios de reflexión donde se analicen, de forma honesta y objetiva, tanto las fortalezas como las áreas de mejora. Este enfoque, alejado del juicio severo, resulta fundamental para atenuar la presión interna y abrazar una visión más realista de las capacidades personales.
El fenómeno del síndrome del impostor, más que una debilidad, es un reflejo de las complejidades inherentes a la experiencia humana en un mundo que, a menudo, celebra la perfección mientras oculta la vulnerabilidad.

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