
Si los estudiantes llegan a la educación superior con deficiencias, debe suponerse que pasaron de un grado a otro sin desarrollar las competencias necesarias en lectura y escritura, y mucho menos en lectura comprensiva.
Según la publicación de LPG, son ocho mil quinientos los bachilleres que lograron ingresar a la Universidad de El Salvador (UES) para el año 2025. La cantidad es inferior a la esperada en alrededor del 23%. Igual que en los otros niveles educativos, en la UES están sobrando aulas y pupitres. La vicerrectora de la UES hizo declaraciones públicas sobre el perfil de los que aspiran a ingresar: “Tienen problemas de lectoescritura y también debilidades en la lectura comprensiva. Tienen deficiencias desde la lectura hasta los temas de ortografía, redacción y otros que son fundamentales, como la lectura comprensiva”, dijo.
¿Qué implicaciones tendrá a futuro lo que la vicerrectora de la UES ha planteado? Las deficiencias en lectura y escritura afectarán el rendimiento académico de los estudiantes. Para muchos será difícil comprender textos complejos y redactar apropiadamente trabajos escritos vinculados con su carrera. Habrá desmotivación y, como consecuencia, deserción. Y si se pasa desapercibida esta realidad, la falta de competencias para la comunicación efectiva limitará las oportunidades laborales y el desarrollo profesional futuro.
Seguramente, ninguno de los aspirantes a obtener un título de educación universitaria tiene conciencia sobre sus deficiencias en lectoescritura; mucho menos reconoce su deficiencia en lectura comprensiva. Y, seguramente, no tienen conciencia sobre las consecuencias de estas deficiencias en su proceso de formación y en el ejercicio de su profesión. La explicación a esta realidad se vincula con la pandemia de COVID-19.
Los que están ingresando a la UES en 2025 seguramente estaban terminando sexto grado cuando llegó la pandemia y las escuelas cerraron. Según los planes de estudio, un alumno que alcanza sexto grado tendría que haber desarrollado competencias lectoras y escritas, ejercitando la ortografía. No creo que la pandemia explique las deficiencias que menciona la vicerrectora, aunque es más fácil culpar al COVID-19 de ellas y de otras.
¿Los ahora bachilleres tuvieron aprestamiento para la lectura y escritura? ¿Los profesores y profesoras responsables de los primeros seis años de estudios tenían las competencias y el método apropiado para la enseñanza de la lectura y la escritura? ¿Priorizaban el aprendizaje de la lectura y la escritura en todas y cada una de sus clases? Muchos profesores no están capacitados para enseñar y ejercitar estas competencias. Si los estudiantes llegan a la educación superior con deficiencias, debe suponerse que pasaron de un grado a otro sin desarrollar las competencias necesarias en lectura y escritura, y mucho menos en lectura comprensiva.
La declaración de la vicerrectora de la UES hace suponer que en los niveles de Educación Primaria (1.º a 6.º grados), de Tercer Ciclo (7.º a 9.º grados) y de Educación Media, que los graduó de bachilleres, no se desarrollaron las competencias que exige la educación superior universitaria o técnica. Llegan a este nivel sin hábitos de lectura, con vocabulario limitado, dándole prioridad a las redes sociales y los videos, y confiando en los correctores de ortografía digitales.
Las deficiencias en lectoescritura y comprensión son multicausales. A nivel de educación superior, ¿es viable tomar medidas para asegurar una mejor experiencia universitaria en los bachilleres con deficiencias de lectura y escritura? ¿Es posible tomar medidas para que tengan una mejor perspectiva en su futuro profesional? Hay que cuidarse de no engañar ni autoengañarse.
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