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La IA: ¿necesidad o imposición?

Caitlyn Lynch, una escritora independiente, advirtió que de los 100 libros más vendidos de Amazon en la popular categoría de “romance contemporáneo”, solamente 19 están escritos por humanos.

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En febrero del 2023, es decir, hace poco más de dos años, escribí una columna titulada “El doble filo de la inteligencia artificial”. En ese texto, hablé de mis experiencias probando las primeras aplicaciones de inteligencia artificial (IA) que estaban a disposición del público a través de internet.
En aquellos meses, la IA era toda una novedad, algo que nos causaba curiosidad y que muchos de nosotros comenzamos a probar para ver de lo que era capaz. La “inteligencia” parecía no serlo tanto: era frecuente que te diera respuestas equivocadas a tus preguntas investigativas. Si le pedías generar una imagen, solía producir manos con dedos de más o con extremidades en posiciones imposibles. Por estar en su fase inicial, muchas personas disculpamos sus errores de funcionamiento y seguimos haciendo las cosas como siempre.
Dos años después, la IA se ha colado de una manera contundente en nuestras vidas. Sería más acertado decir que nos la han impuesto, ya que ahora no sólo funciona en forma de varios servicios independientes (como Chat GPT ChatGPT o Midjourney), sino que aparece incorporada en numerosos programas y aplicaciones de uso cotidiano. Gemini de Google, Copilot de Microsoft, Grok en Twitter (ahora llamado “X”) son algunos de los más conocidos. También podemos encontrar asistentes de IA en los buscadores de la web o en nuestros celulares. Las más recientes funcionalidades de Android incluyen el círculo para búsqueda, el identificador de canciones, el traductor simultáneo, el borrador de cosas o personas en las fotos, entre otras funciones.
Incluir los servicios de IA en nuestros programas informáticos y teléfonos ha traído como consecuencia que numerosos servicios estén aumentado estén aumentando sus precios. Recientemente, Microsoft aumentó el costo de suscripción a sus productos de Office (tanto en los modos personal como familiar), un aumento que vemos extensivo en otras aplicaciones e incluso en la compra de algunos productos. Pero los costos de utilizar la IA no pueden (ni deben) medirse únicamente en pesos y centavos.
Cada interacción que alguien tiene con una IA va acompañada de un consumo desproporcionado de agua y electricidad. Escribir un correo electrónico de 100 palabras utilizando ChatGPT necesita de 519 mililitros de agua dulce y limpia, según estudios realizados por las universidades de Colorado y Texas. La huella hídrica que se produce tanto para el entrenamiento como para el funcionamiento de las IA ha generado un gasto de entre 700,000 700.000 y 4,9 4.9 millones de litros de agua.
El agua es necesaria para evitar el sobrecalentamiento de los servidores y las unidades de procesamiento gráfico que operan en los centros de datos, ya que estos generan cantidades masivas de calor cada vez que realizan cálculos necesarios para dar una respuesta (algo similar ocurre también con la generación del bitcoin). Una breve conversación general con un modelo de IA termina consumiendo alrededor de medio litro de agua limpia. Evitar el sobrecalentamiento de los servidores aumenta también el consumo de electricidad. A medida que aumentan los usuarios de la IA, el estrés sobre los recursos hídricos y energéticos también crece.
Lejos de utilizar las IA de manera prudente, diversas empresas e instituciones están orientando a sus empleados a que utilicen sus funciones “para ahorrar tiempo”. Una de ellas es la escritura de correos electrónicos. En el ámbito privado, no son pocas las personas que recurren a ChatGPT para desahogar sus frustraciones personales, utilizando la IA como una especie de psicólogo en línea. Supongo que en ninguno de ambos casos hay plena consciencia conciencia del gasto hídrico y energético que eso implica.
La plena disponibilidad de las IA ha supuesto problemas en varias áreas. Una de ellas es la educación. Numerosos docentes se han quejado de que los alumnos ya no redactan sus propios trabajos y que se hace muy obvio que ensayos o tareas investigativas están escritos por medio de una IA. Aunque algunas universidades han implementado el uso de apps que detectan si un texto es redactado por un humano o no, para los docentes implica no sólo un doble trabajo sino también una sensación de frustración personal.
Esto significa, además, que los centros de estudios centros de estudio estarán graduando a personas que no tendrán capacidad de redacción, de expresar ideas, de resumirlas o argumentarlas, y cuyas formas de construir pensamiento dependerán del discurso y del lenguaje común. Al depender tanto de la IA, estas personas no serán capaces de generar pensamiento crítico ni opiniones propias, convirtiéndose en seres fácilmente manipulables e influenciables.
Esto prueba ser un reto también para el área cultural, en particular para la literatura. He leído incontable cantidad de artículos que pregonan un futuro desalentador para los escritores de ficción literaria. Las universidades de Stanford y Massachusetts llevan años trabajando junto a Google para mejorar el lenguaje natural de las máquinas. Para ello, alimentaron con once mil novelas a un software que ya es capaz de producir poemas. Algunos investigadores predicen que para el año 2050, es decir, dentro de escasos 25 años, las IA podrán escribir novelas que se convertirán en bestsellers bestsellers. Pero ya hay personas que intentan utilizar la IA con dichos objetivos.
Uno de los problemas que ha presentado la plataforma de auto publicaciones autopublicaciones de Amazon es la saturación de novelas escritas con IA. Caitlyn Lynch, una escritora independiente, advirtió que de los 100 libros más vendidos de Amazon en la popular categoría de “romance contemporáneo”, solamente 19 están escritos por humanos. Algunas personas han abusado tanto de esta opción, que Amazon se vio en la necesidad de limitar la auto publicación autopublicación a tres libros diarios por autor y de pedirles que especifiquen si han utilizado alguna IA tanto para redactar el texto como para las imágenes de portada, contraportada o interiores.
Como escritora, me pregunto con mucha frecuencia para qué puedo usar las IA. La he usado un par de veces, más por curiosidad que por otra cosa, pero no la siento útil para mi trabajo ni me seducen sus resultados. Cuando hago una investigación, el mismo proceso de buscar y leer artículos en los resultados de un buscador me ayuda a encontrar detalles interesantes o curiosos, al mismo tiempo que activa mi creatividad y me va dando ideas. He creado un par de imágenes para ilustrar mi blog blog, pero confieso que esas imágenes nunca me dejan plenamente satisfecha y prefiero utilizar bases fotográficas gratuitas como Pixabay, donde las imágenes son producidas por humanos. Si acaso, la mayor utilidad que encuentro es que la IA me corrija la ortografía y la puntuación, es decir, que cumpla una función de corrección, pero muy pocas veces la utilizo para ello.
Hablando hace unos meses con un escritor más joven, me decía que él utiliza la IA para esquematizar los capítulos de una novela en la que está trabajando, algo que le ahorra trabajo al momento de construir una historia que está llena de personajes y subtramas. Yo prefiero hacer eso a mano, en una hoja de papel, leer y releer mis textos, dibujar líneas, flechas y cuadros. Hacerlo a mano es para mí como una forma de jugar y eso, de nuevo, estimula mi creatividad de mejor forma.
Como en todo, será necesario que busquemos un equilibrio. No estamos obligados a usar la IA y no será útil ni imprescindible para todas las tareas humanas. Para algunas áreas de trabajo podrá ser un apoyo que facilite la ejecución de algunas faenas, pero la riqueza y los misterios del pensamiento y la creatividad humanos no podrán ser sustituidos por estos mecanismos... a menos que nosotros así lo permitamos.
 

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