Un liderazgo democrático debe ser participativo, involucrar cuando sea adecuado a la ciudadanía en las decisiones, o por lo menos mantenerla informada.
Los cambios que se están dando a nivel mundial y en nuestro país son profundos y muy peligrosos. En nuestro caso son profundos porque somos cada vez menos democráticos - estamos en una democracia minimalista, estamos endeudando a futuras generaciones ambiental y financieramente, y lo más grave, estamos perdiendo los valores que como sociedad nos guían, los valores que son la base de lo que conjuntamente queremos construir, que definen hacia dónde vamos y como llegamos allí.
Los valores sociales son el conjunto de normas y costumbres que son trasmitidas por la sociedad al individuo para guiarnos en cómo actuar bien. Ese conjunto de valores permiten al ciudadano diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, según lo definimos conjuntamente como sociedad. Son lo que nos cohesiona, nos permite definir rumbo, lo que condiciona la forma en que evoluciona nuestra sociedad. En El Salvador siempre hemos tenido como valores fundamentales el respeto, la tolerancia, honestidad, humildad, responsabilidad, y solidaridad.
El mantener esos valores depende mucho de los líderes de una sociedad. Los líderes políticos, religiosos, económicos y sociales, son los que guían, dirigen, y motivan con su ejemplo. En una democracia, se debe ejercer un liderazgo democrático, no uno autoritario; no corrupto ni corruptor.
Monseñor Romero es un ejemplo de un líder que inspiró a un pueblo y reforzó en nosotros los valores de respeto a todos, de solidaridad - especialmente hacia los menos favorecidos, de tolerancia a las creencias y derechos de otros, de solidaridad con el pueblo - pidiendo más a los que más tienen, de humildad reflejada en su acercamiento constante hacia los más pobres, poniendo siempre su persona en un segundo plano; etc.
Un liderazgo democrático debe ser participativo, involucrar cuando sea adecuado a la ciudadanía en las decisiones, o por lo menos mantenerla informada. Ese tipo de líder debe tener claros canales de comunicación con su gente; debe escuchar, ser honesto; guiar con su ejemplo.
Actualmente esos valores se están perdiendo si juzgamos por los líderes que se están eligiendo. Estados Unidos elige a un criminal convicto como presidente; a una persona que divide, que irrespeta a las mujeres y migrantes, que se considera el mejor. Muchos latinos en EUA expresan una total falta de solidaridad con sus conciudadanos al votar por Trump, sabiendo el precio que podrían pagar ellos en un futuro cercano. Argentina eligió un presidente malcriado, irrespetuoso de las leyes, de la cultura. Nuestros líderes, electos y nombrados, son ejemplo de falta de humildad, de total irrespeto a la Constitución y las leyes, de falta de solidaridad con el pueblo al poner sus intereses por encima de cualquier otro, de antidemocráticos al no permitir participación ciudadana- ni siquiera informarles, de intolerantes al violar los derechos de muchos y no permitir disidencias, de autoritarios al imponer y no transparentar.
Esos ejemplos de los líderes que a nivel mundial se están eligiendo reflejan esa pérdida de valores. Predican, con su ejemplo, valores que nos llevaran a una sociedad injusta, sin respeto a las leyes, no transparente, que no sabe distinguir entre la verdad y la mentira, que no ama al prójimo, no solidaria con los pobres, y que no tolera las opiniones y derechos de otros. Ello es caldo para la corrupción y la falta de respeto por las leyes que como sociedad acordamos.
Es necesario un cambio de rumbo, sino no salimos adelante. Pero ese cambio no será posible si los lideres empresariales siguen apoyando a los malos gobernantes, si los líderes religiosos no son voz de los sin voz, si los líderes políticos no asumen valores y se guían por ellos, pero - lo más importante - si la población no se organiza para exigir el cambio e imponer los valores que hemos acordado como base de nuestra sociedad.
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