
La inversión en educación, la formación para el trabajo (especialización permanente) y la mentoría de nuevos líderes dentro de la administración pública y privada no solo fortalece el talento joven, sino que posiciona, a la vez, a las organizaciones como agentes de cambio en la sociedad.
Hace algunas semanas discutíamos con estudiantes de maestría en Administración de Empresas de un centro de educación superior nacional el contenido de la Agenda Digital El Salvador 2020-2030, como parte de las políticas de desarrollo, inspirados en los aportes teóricos de Robert Solow, particularmente aquellos relacionados con el progreso tecnológico, base del crecimiento sostenido.
Durante la evaluación final de Economía, coincidíamos con ese grupo de profesionales talentosos en que uno de los grandes retos a los que se enfrenta la empresa en la actualidad gira en torno a cómo conectar efectivamente con el comportamiento y los patrones de consumo de las nuevas generaciones. De ahí la importancia de la colaboración entre el sector privado y el sector académico como pieza fundamental para propiciar que los jóvenes dispongan de las habilidades necesarias para impulsar el desarrollo económico y social a través de programas educativos que se alineen con las demandas del mercado; en ese sentido, las empresas pueden contribuir, de diversas maneras, con la formación de una fuerza laboral más competente y, además, comprometida con el futuro.
Resulta interesante encontrarse con iniciativas como la impulsada por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), fundación española sin fines de lucro que sostiene que “el diálogo constante entre los líderes empresariales, las instituciones educativas y las administraciones públicas es esencial para fomentar la innovación y generar un cambio sistémico. En un contexto cambiante, las organizaciones que sean capaces de adaptarse rápidamente a las nuevas demandas sociales serán aquellas que lideren el cambio. La colaboración multisectorial es, sin duda, un elemento clave para que las empresas se mantengan a la vanguardia”.
No debemos olvidar que el futuro de los negocios pasa por reconocer a la juventud como el motor del desarrollo económico y social. Por ende, la inversión en educación, la formación para el trabajo (especialización permanente) y la mentoría de nuevos líderes dentro de la administración pública y privada no solo fortalece el talento joven, sino que posiciona, a la vez, a las organizaciones como agentes de cambio en la sociedad.
Así como la APD, en El Salvador hay gremiales, centros de pensamiento e iniciativas académicas que tienen claro que “los líderes empresariales deben asumir la responsabilidad de crear entornos que fomenten la creatividad, el pensamiento crítico y la colaboración, impulsando así un crecimiento sostenible y un impacto positivo en el mundo que nos rodea”.
La Revolución Industrial 4.0 —Big Data, análisis de datos, automatización, robótica, manufactura 3D, realidad aumentada, la nube, etc.— constituye un enorme desafío y un espacio de oportunidad para el desarrollo empresarial, y muchos de los elementos contenidos en la Agenda Digital El Salvador 2020-2030 parecían alinearse, según la opinión de los estudiantes de maestría, con varios proyectos de transformación tecnológica que estaban implementándose en sus empresas, aunque, por su propia naturaleza, esa política está orientada esencialmente a la modernización de las entidades gubernamentales. A juicio de los estudiantes, deberían fomentarse políticas colaborativas más estrechas entre el gobierno, la empresa privada y la academia, en beneficio de la sinergia, tal como lo señala la APD en España.
Naturalmente, la joya de la corona del desarrollo tecnológico actual son las herramientas basadas en inteligencia artificial, aunque esto debería considerarse como un corolario, por defecto, de la transformación digital de las empresas. Y cuando se trate de aquellas de menor tamaño, deberían contar con apoyo gubernamental, tal como ocurre en la mayoría de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desde hace un par de décadas.
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